Diario de cuarentena: Sábado 4 de abril de 2020

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Pablo Ariza:

Una vez, hace un par de años, lancé esta pregunta en una de mis redes sociales. A día de hoy, cuando mis ánimos flaquean, la recuerdo y se queda en mi cabeza durante unos días. En aquella ocasión pregunté: ¿quién anima al que se pasa la vida animando? Es curiosa la forma en la que en ocasiones nos sentimos vacíos por dentro. Sensación punzante que recorre mi cuerpo cuando se va acercando la madrugada. El pozo de la cuarentena. Sin gozo. Ahora quiero grabar un ‘podcast’ de madrugada. Como Quintero. Para poder hablar en noche cerrada sobre la vida y el encierro. La nuit cambia la forma de expresarnos. Vivimos con miedo a parar y reflexionar. Por aquello de que vivimos en una sociedad en la que, si te paras, te pisan. Tal cual. Parece que hay que seguir hacia adelante, sin pensar hacia dónde vamos y ya ni les cuento el recordar de dónde venimos. Hasta finales de abril el confinamiento, otra broma de mal gusto. A primeros de mayo continuaré escribiendo este diario. Espero equivocarme. De eso se trata, ensayo y error.

Karen Pinto:

Estoy a punto de trabajar desde hace como dos horas. En serio, hoy no logro concentrarme. Las redes sociales tratan de absorberme como arenas movedizas y yo me estoy resistiendo, estoy sacando a la fuerza mis pies embarrados de esta sustancia obscura y pegajosa que no me quiere dejar continuar. Pero no me voy a dejar, voy a salir y pasaré por este terreno con cautela todos los días que restan de encierro, como lo venía haciendo durante toda la cuarentena, hasta ayer que entré en nerviosismo. He pasado las últimas 20 horas gestionando mi Facebook con ayuda de mi sobrino, Bryan. Sí, él es como mi manager, le he dado la clave de mi cuenta y, desde ayer, me ayuda a gestionar una avalancha de solicitudes de amistad. Y no, no estoy exagerando, 2.000 en menos de un día, no es poca cosa, y tampoco es poca cosa organizar un perfil que tiene más de 10 años de publicaciones personales, para ocultarlas, borrarlas y transformarlo en uno más ‘público’.

De todos modos, hace ya un par de años dejé de usar Facebook con la misma intensidad que Instagram, mi red social favorita (por muuuchas razones), y, aún así, publico muy poco.

He decidido que seguiré alejada de las redes sociales, porque te anulan la existencia, te exprimen y te vuelven un esclavo voluntario…

Cirilo Dávila:

Era de esperar. Nuestra sobremesa ha girado en torno al titular del día. Hoy sábado se ha anunciado la prórroga del estado de alarma hasta el 26 de abril. Los datos de esta crisis no dan tregua, aunque algunas personas ven brotes verdes en esta primavera.

Más allá de esa fecha el Gobierno central habla de medidas menos restrictivas. De momento es una ilusión, pero puestos a soñar quizás a finales de mes puedan relajar el confinamiento. Vamos, ampliar la libertad condicional que supone ahora estar cinco minutos en la calle. Que los niños quemen energía y sus padres recuperen cierta cordura perdida en el encierro, que se permita hacer deporte de forma individual y, en definitiva, que nos dé el viento en la cara.

Un fisioterapeuta me suele decir que fuimos creados y diseñados para el movimiento. «Sufrimos con la falta de movimiento porque es antinatural», me dice cuando compartimos kilómetros de ruta. Me reconoce que sus palabras suenan ahora como las de un misionero predicando en el desierto. La realidad es una losa.

Esta crisis tiene muchas caras y ninguna amable. Nos aboca al sedentarismo, ‘el drama moderno’. Le escucho con atención sus efectos (ansiedad, depresión, hipertensión arterial…) y el primero que se hunde soy yo. Por eso, por prescripción facultativa, confío que nos permitan salir de esta burbuja. No todos juntos ni a la misma hora, por favor. Por salud física y mental. Es un sueño, lo sé, pero ya solo quedan quince días y eso me motiva.

Berta Pontes:

Valladolid. Hoy estaba nublado, pero he aprovechado unos pequeños rayos de sol para coger vitaminas. Como dije ayer, he terminado ‘La Casa de Papel’, del tirón. Lo que suponía y planeé.

Lo mejor del día ha sido cuando he hecho videollamada con mis amigos de la Universidad por el cumple de una de ellas, Bea. Las cervezas, las risas y las tonterías son las mismas que hace 7 años, cuando empezamos la carrera. Esos cuatro años pasaron volando, pero viví cada momento intensa y felizmente. Los recuerdos de esa época no se borrarán nunca de mi mente. Recuerdo que algún profesor nos dijo que, como buenos periodistas, teníamos que aprender bebiendo (o algo así entendimos) ¡y vaya si lo hicimos! A veces pienso que volver a esos años sería genial, pero me paro a pensar y no creo que nada pueda mejorar lo que ya vivimos. Fran, Bea y Nat, os quiero siempre.

Gorka Seco:

Hoy ha sido uno de esos días que apetecía salir a la calle. Me hubiera conformado con un ratillo más del que he tardado en tirar la basura e ir a comprar pan. Un rato del que familiares o amigos serían indispensables, sino quizás prefiera estar en casa, la verdad.

Salir a la calle a hacer un recado y volver no resulta comparable con dar una vuelta o tomar el aire. Pero en general, dar un paseo en soledad, en mi opinión, es bastante menos satisfactorio que pasar una hora con amigos o familiares. Quizás en estos momentos tenga esta impresión porque llevo mucho tiempo sin estar con ellos. Estoy casi convencido de que si me encerraran con todos mis amigos en una casa durante todo este tiempo, estaría deseando salir a dar una vuelta, en soledad.

Ana Gil:

Hemos hecho una cena de Navidad. Sí, sí, a principios de abril. Ya saben, eso de que nunca se saca tiempo para un plan. Y eso que vivimos en el mismo piso. En plena pandemia hemos conseguido celebrar la cena especial prevista para enero, después de pasar las vacaciones con nuestras familias. Ahora no había excusa. Así que, en pleno confinamiento, hemos rescatado los productos de las cestas navideñas y hemos organizado nuestro propio banquete. Hemos comido como los del nivel uno de la película ‘El Hoyo’. Si no la han visto, apunten la recomendación. Y ya que estábamos, hemos amenizado el mediodía con un vermut. Ya que nos ponemos, lo hacemos en condiciones. Y para poner la guinda a la jornada, un ‘escape room’.

Desde casa. Solo con un ordenador y dándole un poco a la mollera. Que en estos días, no está de más entrenarla. Oye, nos ha quedado un sábado de lo más festivo.

Pablo Sáenz:

Hoy he ido a Donosti. El día ha dado para pasear por casi toda la ciudad. Lo siento. Necesitaba un paseo por La Concha, una parada en la Catedral del Buen Pastor, un descanso en el puerto y una caminata por el Monte Urgull. Desde lo alto he visto atardecer. Echaba de menos estas puestas de sol con Santa Clara a contraluz.

Me hubiera gustado visitar Anoeta, pero en la experiencia 3D con la que he recorrido San Sebastián –desde mi móvil– no venía incluida la visita al estadio.

De vuelta a la vida real, en Bilbao había anochecido, pero aún había tiempo para disfrutar de la capital vizcaína. He descubierto el piso 13 del edificio en el que vivo. Nada más subir, una panorámica de la ciudad anocheciendo me ha dado el momento más mágico de la cuarentena. Un instante lleno de paz y serenidad

Franklyn Amaya:

Un día más de confinamiento. Lo he aprovechado para hacer algunas tareas del hogar. Muy temprano en la mañana he comenzado con lavar la ropa de cama, mientras tanto me dedicaba a limpiar la cocina a profundidad, que buena falta le hacía. Al frigorífico también le tocaba, por lo cual comencé a sacar la comida y luego a quitar estante por estante para lavarlos. Una vez terminada esta tarea, creí que todo estaba hecho, pero al mover un poco el frigorífico pude ver que había mucho sucio debajo y, claro, tuve que quitarlo del lugar para poder barrer y trapear.

También me sumé a las tardes de películas con mis compañeras de piso, casi no me gusta hacerlo, pues tiene un gusto particular por las de miedo, creo que no fue la mejor idea, ya que en la noche no podía dormir por estar pensando en las grotescas escenas.

Laura Tambo:

Estaba claro. Se prorroga por segunda vez el confinamiento. Dos semanas más (mínimo). Tenacidad, sacrificio y unidad ha pedido el presidente para continuar frenando esta epidemia que ya se ha cobrado casi doce mil vidas en nuestro país y sesenta mil en todo el mundo. Así que a seguir acatando órdenes. Todo sea por el bien común.

Me tranquiliza saber que, por lo menos, las cifras son esperanzadoras. Aunque de lo que venga después tampoco estamos a salvo. Difícil y progresiva. Así definen los medios de comunicación que será la vuelta a la normalidad. Mientras tanto, algunos se empeñan en complicar la situación y no atenerse a las normas que se han establecido. Como en Andalucía, que un grupo de mujeres vestidas de negro, con mantilla y una vela en la mano, ha decidido salir a la calle para procesionar durante unos minutos. ¿Pero de verdad a estas alturas de la cuarentena se siguen dando este tipo de situaciones? Pues parece que sí señores.

Luis Ramírez:

Hoy saqué la basura. Hoy fue igual que ayer. Ya veremos mañana.

Iván Benito:

Siempre me ha costado mucho felicitar a la gente. No sé muy bien qué decir. Suelo tirar de clásicos. ‘Pásalo bien’ o ‘ya lo celebraremos’. Pero estos días, esas expresiones han perdido valor así que estoy perdido. No caeré en felicitar por los grupos de WhatsApp. Me parece muy triste. Como ‘Los Puentes de Madison’, que he visto hoy por primera vez.

Cosas de mi madre. He estado acordándome todo el rato de cuando Agustín Jiménez le pedía a Clint Eastwood que se cargara algun puente. Tampoco sabría explicar por qué nunca le he dedicado mucho tiempo al cine. No me salen las palabras. Como al felicitar.

Irene Echazarreta:

Logroño. Esto del confinamiento es como una montaña rusa. No hay día que sea igual que el anterior. Las emociones y los sentimientos también cambian según avanzan las horas. ¿Cómo me levantaré hoy?

Con una mayor o menor productividad, con más o menos, o con un mayor o menor malestar que ayer. ¿Quién lo sabe? Son circunstancias que se incrementan según la manera en la que amaneces. Eso sí, sin capacidad para mediar y decidir de qué forma quieres hacerlo hoy. Es lo que tiene la vida, pero también el estado de ánimo, que varía sin cesar y, solo tú, conoces el modo de cambiarlo. Y es que, como dijo William Shakespeare, «el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos quienes las jugamos».

Mikel Huerta:

Santurtzi. Tres semanas ya, que se dice pronto. Y según las declaraciones de hoy de Pedro Sánchez, yo calculo que hasta mitad de mayo no habrá medidas para que ciertas personas puedan salir a la calle con relativa normalidad. No estoy hablando de formar reuniones ni de ir en grupo a la calle, pero sí dar un paso más en este confinamiento por el maldito coronavirus.

Por cierto, ya que no declara el luto oficial, ¿es incapaz de sacar en la rueda de prensa-farsa (como le llaman algunos medios), un lazo, un crespón o algo negro en recuerdo de las víctimas? Víctimas, muchas, fruto de la falta de material en Sanidad, culpa atribuible a los últimos Gobiernos. Sé que no es momento de reprochar cosas, pero un poco de empatía por favor, Pedro.

Fernando González:

Pues ya les cuento que el libro ‘pirata’ que he comprado, no solo no tiene formato sino que se repiten párrafos enteros, tiene caracteres raros y carece de números de página. Es algo muy extraño y más por que en teoría al comprar en Amazon te esperas cosas originales.

Hoy, lo más interesante del día ha sido una charla que tuve con un contacto en Sonora, México, para un reportaje. Está trabajando en un proyecto solidario para ayudar al sector sanitario en México. Están creando unos respiradores para ayudar a la población que pueda necesitarlo cuando el coronavirus muestre su peor rostro en el país. Fue una plática extraordinaria con aprendizaje incluidos, me sorprendió conocer cómo funcionan este tipo de iniciativas y cómo se van elaborando.

Como todos los sábados ha tocado reunión de los habitantes del piso, hemos preparado unas empanadas. Una de queso de cabra con cebolla y una más de pollo con verduras. Han quedado fabulosas. Unas cervezas, un poco de música y unas risas son fundamentales para completar estas tres semanas de confinamiento total.

Ya son 21 días de encierro y se han anunciado por lo menos otros 21más. Será interesante ver qué es lo que sucede y cómo es cuando nos volvamos a reunir todos en un bar.

Cuando he ido a comprar el periódico también he adquirido un par de dibujos de mandalas para colorear y así trabajar un poco la paciencia y precisión.

Oihane Irazu:

Día 21. MENTIRA que a los 21 días alguien se acostumbra a algo. ERROR. Porque yo sigo harta. Y más hasta el 26 de abril. Y lo que queda. Bueno, como he leído hoy: «Cuando esto acabe, el mundo se llenará de primeras veces». Y qué razón.

Hablábamos Mikel y yo lo mucho que deseábamos que acabara el Máster y estar de vacaciones. Que tantas horas ahí metidos nos estaba empezando a saturar. Pero hoy hemos llegado a la conclusión de que hubiéramos preferido estar 12 horas diarias en el Máster incluso sin vacaciones de Semana Santa antes de estar en esta situación. Cada uno en una punta de Bizkaia.

Hoy el ánimo ha estado muy flojo, a ver mañana.

Alba Rodríguez:

Deusto. La vida cotidiana a la que estábamos acostumbrados nos hacía pensar falsamente que éramos intocables, que todo tenía que seguir igual, que nada violaría nuestros hábitos sociales, laborales, familiares y de ocio. Todo ha explotado, aunque por las noticias que nos llegan, existen a día de hoy, algunos insensatos e insolidarios (y por qué no, gilipollas), que hacen caso omiso de las recomendaciones.

La arrogancia humana no tiene límites. Hasta ahora nos encontrábamos inmersos en nuestros problemas, algunos muy banales, superficiales, y siempre rodeados de las comodidades del Estado de Bienestar. Sin embargo, la realidad ha llegado para golpearnos. Esta crisis pasará, más tarde que temprano, no nos engañemos. Y cuando eso suceda seremos felices por un tiempo, o no. Ahora bien, ¿aprenderemos algo de todo esto? ¿Cambiaremos en profundidad nuestra percepción de la realidad? O ¿volveremos a mirar hacia nuestro ombligo? Solo el tiempo lo dirá.

Paula Soroeta:

Ayer, como ya sabrá todo el mundo, se estrenó ‘La Casa de Papel’ en Netflix. Mis padres y yo hemos esperado hasta hoy para ver la mitad de la serie y mañana veremos lo que nos queda. Recuerdo que cuando comenzó, una de las cosas que más me gustó de su primera temporada fue cómo para darse todo en un mismo lugar, conseguía enganchar tanto. Un mismo lugar y mucho por hacer. Es precisamente como nos encontramos nosotros (salvando las distancias, claro), todos en un único sitio, nuestras casas, pero con un gran cometido

Javier Cuesta:

Qué buen día. Qué tiempazo. Qué maravilla. El cielo despejado de hoy me ha dado energía y vitalidad. Afronto con entusiasmo las dos nuevas semanas que han añadido a nuestro confinamiento. No sé qué me ha pasado, pero doy gracias por este inesperado cambio de humor.

Lo que vendrá, vendrá. No hay mucho que pueda hacer para remediarlo, así solo queda disfrutar de casa, de la familia… Leerse un libro aprovechando el sol, hacerse un maratón de esa serie que tienes pendiente desde hacía meses… ¡Ay! Esperemos que me dure mucho este buen humor.

Pedro Ontoso:

No lo había contado, pero una parte importante del día la dedico a investigar y escribir un nuevo libro, esta vez sobre los 50 años del famoso e histórico proceso de Burgos: 16 personas relacionadas con ETA fueron juzgadas en un consejo de guerra, que culminó con nueve condenas a muerte. Mi enfoque está relacionado con la Iglesia y el Vaticano puesto que aquella primera ETA venía de ambientes católicos y el hecho de que hubiera dos sacerdotes en el banquillo le dio resonancia internacional y supuso la mortaja del franquismo. Pero también fue un banderín de enganche para la nueva ETA, que se volvió más sangrienta.

La verdad es que estoy disfrutando. Sigo hablando por teléfono y por correo electrónico con testigos de aquella época, que me aportan datos desconocidos. Excuras que protegieron a etarras, periodistas que cubrieron el juicio, jesuitas que se secularizaron, intelectuales que se movilizaron, oficiales que estaban acuartelados, diplomáticos que se mojaron, exmiembros de ETA que lo vivieron … He tenido que suspender varias citas, pero algunas la cubro sin necesidad de que sean presenciales.

No se si verá la luz, porque el coronavirus se ha cruzado en nuestro camino. Había apalabrado ya algo con una editorial, pero el sector está ahora patas arriba. Han tenido que suspender presentaciones y aplazar publicaciones, reordenando su agenda. No se si llegaré a tiempo, porque mi historia es perecedera. Pero no estoy desanimado. Avanzo a un capítulo por semana y saco tiempo para todo. Los personajes de aquella época (pistoleros, policías, políticos y eclesiásticos) se han convertido en parte de mi jornada cotidiana y me acompañan en este confinamiento. Mi casa es como el camarote de los hermanos Marx.

César Coca:

Todo el mundo dice que no saldremos de la pandemia como hemos entrado. Que nuestros valores cambiarán, que valoraremos otras cosas, que nada será igual. No sé qué pensar. No hay precedente histórico de nada de eso. La pandemia de la mal llamada gripe española, que llegó a matar a casi 40 millones de personas en un solo año (para una población mundial muy inferior a la actual) desembocó en… los locos veinte. También se decía que de la crisis financiera de 2008 saldríamos con otra mentalidad y no lo he visto por ninguna parte.

Por lo demás, el sábado no ha sido malo. Durante la tarde he estado leyendo en la terraza aprovechando que hacía un día de escándalo. Me he leído enterito ‘Dos hermanas’ de Foenkinos. Luego, otras sesión de cine clásico: ‘El Gatopardo’ de Luchino Visconti, sobre la novela de Lampedusa. Ya sabéis: hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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