Pablo Ariza:
Los domingos son días de lectura. Un poco tarde comenzó la rutina hoy, el ruido de los búhos me obligó a despertarme dos veces. La primera a las nueve de la mañana, la segunda a eso de la una de la tarde. Mi horario ya ha cambiado, espero que solo sean los nervios de saber que vuelvo a casa en unos días. La escritora Karina Sainz Borgo cuenta en ‘Escribir una novela en tiempos de pandemia’ sus andanzas con un manuscrito en el que lleva trabajando meses. No ha perdido la concentración en estos días y mantiene su rutina de horarios. Alucino, será que yo no soy escritor. Un intento, sí. No sé si a usted le pasa, pero yo no paro de leer entrevistas a divulgadores, expertos y científicos en general, que cuentan cómo llevan tiempo advirtiendo que una pandemia así podía llegar. David Quammen, autor de ‘Contagio’, contaba hoy en El País: «Tampoco hay voluntad para combatir el cambio climático. La diferencia entre esto y el cambio climático es que esto está matando más rápido». Preocupa. También estuve leyendo un artículo sobre los 150 años del nacimiento de Lenin. Si pueden, lean. Ayuda a evadirse
Karen Pinto:
Hace cuatro años, en 2016, sentada en la cafetería Juan Valdez, en el centro de Bogotá, conversaba con mis dos amigos profesores sobre el próximo plebiscito del Acuerdo de Paz. Básicamente, los colombianos teníamos que votar ‘sí’ o ‘no’ al convenio legítimo, entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno, que sería el inicio del fin de una guerra desalmada de más de medio siglo, que dejó a su paso tantos rencores como muertos y desplazados. Hablábamos, mientras tomábamos un café, seguros del triunfo del ‘sí’ a la paz propuesta por Juan Manuel Santos –presidente de la República en ese entonces–, y dábamos por hecho que la mayoría votaría a favor de esa esperada iniciativa. Y recuerdo mis palabras que, desde entonces, quedaron retumbando en mi cabeza y que formularon una de esas frases que una no llega a olvidar nunca en su vida: «Claro que va a ganar el ‘sí’, porque si no estuvieran seguros de que va a ganar, no harían el plebiscito».
Pero semanas después supe que me equivoqué al sentenciar aquella frase, con una noticia que me abofeteó y me dejó anonadada, al igual que a mucha gente dentro y fuera del país: había ganado el ‘no’ al Acuerdo de Paz. No podía creer lo que había pasado, y junto con otros colegas nos preguntamos por qué el 50,2% de votantes decidieron decirle no a la Paz.
Y entonces decidí descubrir la respuesta a esa pregunta que todavía no lograba comprender, pero que con el pasar de las semanas poco a poco la fui esclareciendo. No lo hice con la lectura, ni con las noticias, ni con la razón… La descubrí en la convivencia reflexiva con la gente, con los vecinos, con los meseros, con los taxistas, con los vendedores callejeros… Descubrí que la respuesta a mi pregunta estaba en las mismas calles caóticas de Bogotá, en el Transmilenio abarrotado de gente, en la Candelaria llena de vendedores ambulantes. Descubrí que la respuesta a mi pregunta emanaba del sudor de las personas que sobreviven en Bogotá. (Mañana la continuación de este diario).
Cirilo Dávila:
La base de datos de películas en internet más seguida en el mundo se llama IMDb. Tiene cerca de 100 millones de usuarios al mes. Es una inmensa e insondable biblioteca en línea. Poco después de su estreno, en 2011, la película ‘Contagio’, de Steven Soderbergh, estaba incluida en el género de ciencia-ficción. Se inspiró en un virus que mató a más de un centenar de personas en Malasia.
Ahora, esta producción ha vuelto a la actualidad gracias al coronavirus. Basta con recuperar el trailer para vernos reflejados en esa historia. IMDb ya no la considera ciencia-ficción y ahora la incluye en el género drama. Curioso. Un detalle que muestra, a ojos del cineasta Bayona, cómo hasta hace bien poco no estábamos mentalmente preparados para asumir que una pandemia pudiera ser real.
Sigo tirando del hilo. El científico David Quammen es el autor del libro ‘Spillover’, editado en 2012. Durante varios años este norteamericano recorrió el mundo buscando los virus que migran de animales a personas. Ahora, cuando le preguntan por su opinión sobre lo que está ocurriendo, contesta: «La ciencia sabía que iba a suceder. Los gobiernos conocían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse».
En estos momentos, a la ciencia se le coloca en primera línea de fuego para que pare la hemorragia de los contagios en los centros sanitarios y que alumbre en tiempo récord un antiviral milagroso. Una situación que recuerda lo que dijo un superviviente al evocar el desastre de Chernobil: «No ha fallado la ciencia, ha fallado el hombre». Ahora, con mucho cuidado y apelando a la épica, nos toca ir recogiendo los platos rotos sin perder la compostura. Humildemente, creo que nos merecíamos algo mejor que todo esto.
Berta Pontes:
Valladolid. Un lametazo en la cara me ha hecho comprender que ya había dormido suficiente. O eso ha pensado Ónix. Quería bajar y lo ha conseguido: una vuelta de 5 minutos a la manzana nos ha servido a los dos para empezar el día con ánimo. El ya típico vermú de los domingos en el salón y el lechazo castellano, para apoyar a los ganaderos locales, han continuado la buena marcha del día.
Por la tarde un taller de costura ha aparecido en el salón como por arte de magia y hemos conseguido hacer un top. La idea ha sido de María y mía, pero la visión espacial la ha puesto mi padre y la buena mano con la máquina de coser, mi madre. El top está listo para ser rematado, pero veremos mañana si lo conseguimos.
La verdad es que no sé cuándo voy a poder ponérmelo si este virus nos roba el verano… Esta es la preocupación que tengo: el verano. Qué va a pasar con todos los planes de prácticas, trabajo, fiestas, festivales y pueblo que ya tenía hechos. Prefiero no pensarlo porque me entra un poco de angustia y no me gusta esa sensación.
Gorka Seco:
He estado recordando ciertos momentos del más de medio curso que viví en Mondragón. Tuve que mudarme por la carrera, que la cursaba en el pueblo vecino, Aretxabaleta. Pasé dos cursos en Eskoriatza, el tercero cambiamos a Mondragón y el cuarto íbamos y veníamos desde Bilbao. Durante esos años fui procesando una gran curiosidad por los pueblos de la zona del Alto Deba. Era una forma de vivir distinta a la que había conocido y una cultura que me llamó mucho la atención.
Durante la carrera mis compañeros bilbaínos y yo divagabamos sobre si la Universidad estuviera en Bilbao la cantidad de cosas que nos hubiéramos ahorrado: viajes, alquileres, buses… Y no nos faltaba razón, seguramente estábamos en lo cierto. Pero también nos hubiéramos perdido muchas experiencias.
¿A qué ha venido todo esto? Los fines de semana suelen ser sinónimo de limpieza en casa. A mí me ha tocado el baño. Y, al escribir este diario, me ha recordado todo lo que significó vivir solo, y en especial aquel piso de Mondragón. Seré de los pocos estudiantes de la historia que ha admitido que prefiere vivir en casa que en un piso de estudiantes.
Ana Gil:
He acabado la miniserie ‘Unorthodox’. Justo hoy, ‘El País’ publicaba una entrevista con Deborah Feldman, la mujer detrás de toda esta historia. La serie está basada en su experiencia. Ella abandonó una comunidad ultraortodoxa con ‘reglas asfixiantes’. Solo son cuatro capítulos de una hora cada uno. Es estremecedora. Algunas escenas son verdaderamente duras. Viene a mi cabeza la de la noche de bodas de la protagonista. Es horrible. Las mujeres son tratadas como fábricas de bebés. Sujetos pasivos sin ninguna inquietud ni propósito que se descarrile del verdadero objetivo: formar una familia y complacer a su marido. Elegido por su familia, claro.
Me propuse no ver contenido demasiado dramático o duro para estos días. Los capítulos de ‘Friends’ son perfectos para distraerme y reírme. Es lo que necesito ahora. Pero esta serie ha sido una excepción. Como explica Feldman en la entrevista, la serie ha desatado todo tipo de críticas. Incluso dentro de las propias comunidades judías. Ese es el tipo de contenido que me gusta. El que hace pensar y reflexionar. Es bueno que la gente hable, bien o mal, pero que hable. Y esta serie lo ha conseguido.
Pablo Sáenz:
Historia de un día que no llegó (parte 3/3).
Día 3: la resaca.
San Sebastián. Hora de cenar. La resaca emocional va a durar días, puede que incluso semanas. Es lo que tienen estos partidos. La intensidad con la que se viven pasa factura. Sevilla era una fiesta (parafraseando a Hemingway). Y qué fiesta. Celebramos goles, lamentamos otros; cantamos, bailamos, bebimos, unos cuantos nos dejamos la garganta en algún bar de Sevilla; perdimos la paciencia en algún que otro minuto: «No me jodas…», «hostia árbitro, ¡saca la tarjeta!»; también aplaudimos con gritos de emoción: “¡Vamos, hostia!», «Venga chavales, se puede». Una pena no haber podido disfrutar más del día en la capital sevillana porque, al parecer, la victoria nos supo a poco y hemos traído la fiesta a Donosti. También la Copa.
Vuelta a la realidad. Fin de la historia de un día que no llegó.
Franklyn Amaya:
Con el correr de los días he sentido que el confinamiento lo llevo mejor. Recuerdo que al principio fue bastante difícil adaptarse, la primera semana no me la pasé nada bien, pues mi mente no terminaba de asimilar lo que estaba pasando. No fue hasta la segunda semana que comencé a superar esa sensación de ansiedad que provoca el encierro. Sin embargo, este domingo volvieron los fantasmas de esa difícil primera semana. Espero que solo haya sido un mal día.
Laura Tambo:
Sigo trabajando con mis compañeros en algunos proyectos que nos traemos entre manos. Creo que en algún post anterior del diario mencionaba algo. Y como no todos los días son igual de productivos, hoy que me he levantado con las ganas de comerme el mundo, aunque he empezado por comerme una tostada de nutella, tenía que aprovechar. Me he pasado tantas horas delante del ordenador que cuando me he querido dar cuenta había anochecido. Otro día más. Pero el de hoy muy bien invertido. Ojalá el estado de ánimo se pudiera regular con un botón para que siempre fuéramos igual de eficaces. Igual algún día lo inventan. Yo, después de haber visto los vídeos de unos posibles ovnis, empiezo a creer en cualquier cosa.
Luis Ramírez:
«Todo salió bien. Los miedos ya no están, aunque ahora son otros porque los temores nunca se van del todo. Lo que pasó quedó en el pasado. Lo que no quedó en el pasado fuimos nosotros, los que logramos avanzar. Eso sí, no volveremos a ser los mismos. Podés salir, sudar en los días de sol, enojarte con los días de lluvia. Ahora, podés intercambiar sonrisas en persona, ver las calles vivas de nuevo, pasear entre la gente. Abrazar, podés abrazar de nuevo. Así que, ¡ánimo! Todo pasará. No puedo decirte cuándo, solo tenés que ser paciente». Telegrama de mi yo del futuro.
Iván Benito:
El General del JEMAD dijo que ahora todos los días son lunes, pero los domingos siguen siendo domingos. Es acabar de comer y se convierte en la España de 2008-2012. Te aburre con la pelota y al final te aplasta. Y el resto de la semana es la España del 2012 en adelante. Te aburre pero al final la acabas venciendo. Sí, echo de menos el fútbol. El de los domingos, el de toda la vida. El de, según te acercas al estadio, acelerar el paso cada vez que doblas una esquina. En el asiento de siempre, con nuestra gente de siempre. Ganando, perdiendo; es igual. Con bufanda al cuello, el domingo, por unas horas, dejaba de serlo.
Irene Echazarreta:
Logroño. Cuando piensas que ya lo has visto todo, coge la vida y te sorprende. En este caso, por el comportamiento de ciertas personas. Tengo claro que es imposible congeniar con todo el mundo. De hecho, ni mucho menos es mi intención. Soy consciente de que cada uno tiene su personalidad, su forma de pensar y de actuar. También sé que hay veces que es mejor evitar pensar que te van a responder de la misma manera que tú lo harías, o bien, ser consciente de que no todo el mundo respeta aquello de ‘no hagas lo que a ti no te gustaría que te hicieran’. Parece ser que hay gente que no es así. Hay quienes prefieren destacar por el mero hecho de pisotear al resto que luchan en el mismo camino, acción que me parece cruel y que dice mucho de cómo es dicha persona. Pues bien, soy de las que prefieren alejarse de este tipo de ‘individuos’ –por llamarlos de alguna manera–, y tratar de intentar tener un trato cordial solo si me tocase trabajar en el mismo espacio. No soporto la falsedad. Es algo que me irrita, y mucho. Así que por favor, si sabemos que no nos llevamos, apártame de tu lado, no mires mis publicaciones y deja la sonrisa para otro momento, que yo, al menos, no la necesito. Y si, nos tocase trabajar en un mismo lugar, seamos profesionales.
Mikel Huerta:
Santurtzi. Otro domingo más en confinamiento. Y el día no ha diferido mucho de los anteriores. Levantarse sin prisa, poteo en familia antes de comer en el balcón, una comida en condiciones (hoy ha tocado paella, que por cierto, riquísima le sale a mi ama) y una buena siesta en honor a una buena comida. Después ha tocado ayudar a la amatxu en algunas tareas como pasar la aspiradora y arreglar algún que otro desperfecto de la casa. Cuando me he querido dar cuenta, la luz del día ya se había ido. Otro día más ha pasado. Otro día menos de lucha que nos queda.
Fernando González:
Pues ha llegado el día de bajón. Por primera ocasión, a lo largo del confinamiento me he achicopalado. Una sensación extraña. Poca ambición y ganas de que el día tenga 24 horas. Tampoco me meteré tanto en esto porque no tiene caso.
Todo el día lo dedique a elaborar los planes para el rancho. En esta propiedad estamos trabajando para mejorar las condiciones e instalaciones, se está preparando un proyecto en tres bandas para poder realizar la remodelación adecuada. Esto va desde equipo técnico, material esencial, hasta mejoras arquitectónicas para la propiedad. Esto llevará algunos años, pero seguro que lo conseguiremos y será mejor en un futuro.
Por la noche, la ya infaltable película del día. En esta ocasión fue ‘Su último deseo’ de Dee Rees, una adaptación de la novela de Joan Didion. Siendo sinceros, una película palomitera, pero que pierde a medida que avanza y en ocasiones baja mucho el ritmo. Si quieren verla, está en Netflix.
Oihane Irazu:
Hoy ha sido un día raro. Raro y malo. Mi jefe del periódico y yo hemos estado hablando sobre los reportajes que se han cancelado y tenia previsto que los cubriera yo, como los del Ibilaldi, San Pedro, San Juan… pero bueno, alternativas para seguir trabajando quedan, y cuando acabe esta pandemia estaré hasta arriba de trabajo –y lo prefier–.
Con esto de que los niños salgan, me pregunto si podré salir yo. Y es que, el pasado mes de febrero fui a Mungia a entrevistar a una mujer para unas páginas sobre el 8M, y decidí desayunar en un bar. Al ir a comprar tabaco en la máquina, el señor me dijo: «Txiki, cuántos años tienes?» Sorprendida, le dije que 24. No me creyó, así que tuve que enseñarle el DNI y me comentó que habría puesto la mano en el fuego que era menor de edad. Supongo que en el futuro agradeceré que me echen menos años. Mientras tanto seguiré enseñando el DNI en bares, estancos y supermercados, qué se le va a hacer.
Alba Rodríguez:
Deusto. Día aburrido por estas lindes, como solía decir mi abuelo cuando una jornada se le pasaba sin haber ocurrido nada reseñable. No puedo escribir sobre nada porque, sorpresa, no he hecho nada más que sentarme todo el día delante de la tablet. Así que rellenaré las líneas de hoy con un poema que mi padre me ha mandado del gran Calderón de la Barca. Me ha dicho que le recuerda mucho a la situación que estamos viviendo, y yo no podría estar más de acuerdo, así que aquí va: «Yo sueño que estoy aquí/ de estas prisiones cargado,/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi./ ¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño:/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son».
Paula Soroeta:
Acabamos de terminar la que ha sido una de las cenas más curiosas de la cuarentena; hemos tenido a dos invitados en casa. Virtualmente hablando, claro. Hemos hecho una videollamada a mis tíos y la verdad es que a pesar de estar separados por una pantalla los hemos sentido muy cerca. Al final ha sido casi casi como si estuviéramos personalmente con ellos. ¡Hemos estado dos horas! Decían mis padres al acabar: «Dos horas que se nos han pasado volando». Esta reunión virtual nos ha servido para ponernos al día y para echarnos muchas risas. La verdad es que se agradecen estos momentos en situaciones así. Con todo lo que nos queda repetiremos. Seguro.
Javier Cuesta:
Termina otra semana, lo que significa que cada vez queda menos. Llevamos tanto tiempo encerrados que hoy me he dado cuenta por primera vez de lo tarde que se hace ahora de noche. Me encanta. La calle se ha convertido en estos tiempos en mi mayor objeto de deseo. Es un amor platónico al que observo desde la distancia, esperando el momento en el que nos volvamos a reencontrar. De momento me conformo con los pequeños ratitos que compartimos cuando bajo a por el pan o a la compra. Nos vemos pronto, querida amiga.
Pedro Ontoso:
Dice un amigo mío que hay que levantarse por las mañanas con ilusión. Hoy la recupero porque acabo de ver varios pesqueros de Santurtzi que vuelven a salir a a faenar. También hay alguna barquita que bambolea en busca del txipirón. Me parece un buen augurio. Con ese buen humor ayudo a mi mujer a grabar un videoclip. Los de su grupo de teatro, como muchos de ese mundo, van a montar un trabajo sobre la canción ‘Déjame’, de Los Secretos. Mi chica, que es muy ingeniosa, ha fabricado un Covid-19 que está muy logrado, y la grabo estirando las manos hacia el bichito y alejándose, cantando ‘déjame, déjame, déjame’. Este grupo de pop asociado a la ‘movida madrileña’ dio el campanazo con un álbum que se tituló ‘Adiós tristeza’, en oposición, supongo, a ‘Bonjour tristesse’, la novela de Françoise Sagan, inspirada en un poema de Paul Éluard. Todo es una metáfora de nuestro tiempo.
Como la película que vi por la tarde, ‘Timeline’, basada en la novela ‘Rescate en el tiempo’, del exitoso Michael Crichton, que tiene libros con títulos como ‘El hombre terminal’ y ‘Estado de miedo’. Todo nos conduce a nuestra época. Es una película de aventuras, así que me lo pasé muy bien. Además, arrancaba en un pueblecito francés del valle de la Dordoña, una zona que me encanta. De hecho, la he visitado más de una docena de veces. He llevado a amigos a conocerla y he montado rutas para compañeros del periódico. Périgueux, Sarlat, Beynac, La Roque Gageac, Rocamadour, un poco más lejos. Es un territorio plagado de cuevas, bosques y castillos. El de La Roque da nombre al de la película, asaltado en el siglo XIV. Incluye una historia de amor de una pareja, cuyas siluetas aparecen reproducidas en un sarcófago medieval cogidos de la mano. «Algo insólito para aquella época», asegura un Gerard Butler, reconvertido en un arqueólogo. Cogerse de la mano también es algo insólito en este tiempo de coronavirus.
César Coca:
Hablo a media tarde con unos amigos y me preguntan de broma si he sacado el reportaje sobre Lenin de la nevera. No les falta razón. El texto no estaba escrito pero la materia prima informativa para el mismo la trabajé hace… 35 años. En realidad, lo que cuento está todo en el primer capítulo de mi tesis doctoral. Escrito de otra manera, plagado de notas a pie de página y referencias bibliográficas, con mucho más detalle en todo, pero la información ya estaba allí. Así que me he limitado a repasarla y darle forma de reportaje, destacando los datos más novedosos para alguien no experto en el tema y dejándolo en alrededor de 150 líneas en total. Creo recordar que ese primer capítulo, en el libro que luego publiqué, ocupa algo así como 40 páginas de letra apretada.