Pablo Ariza:
Perdone la indiscreción, ¿come mucho pan durante las comidas? Si lo tiene que pensar, no es del clan de los ‘paneros’. Yo soy de comer mucho pan, como mis compañeros Dávila y Benito. Parece que han pasado años desde aquellos turnos para ver a quién le tocaba traerlo. Empezamos compartiendo uno pequeño integral que solía llevar yo y acabamos con barras que cada día eran más largas, que no grandes. Pan con pan comida de tontos, dicen. Subánse al carro de los tontos, nunca es tarde. El domingo lo he utilizado para lo importante: aprender a grabar llamadas en directo para los podcasts. También, sin que sirva de precedente, he tuiteado ‘Irresponsabilidad’ junto a una foto donde se veía mucha gente sentada en un paseo marítimo. No todo lo que se ve en redes sociales es verdad, pero esa imagen hablaba por sí sola y la firmaba para AP el fotoperiodista Emilio Morenatti. Mucha gente jugándose la vida durante casi dos meses para ahora arriesgarnos a volver a la casilla de salida. Así que al pan, pan y al vino, vino. Tachando días.
Karen Pinto:
He leído que, probablemente, seremos las últimas generaciones en saludarnos o despedirnos con besos en las mejillas. Es curioso, porque esa siempre ha sido una de las cosas que más me ha llamado la atención en mis viajes por Europa y China, en comparación con Latinoamérica, donde damos uno o dos besos. Desde que vivo en Bilbao, aún siendo consciente de que aquí en el norte se omite dar besos, ese cambio cultural me ha estremecido e inquietado un poco. Incluso, en varias ocasiones, he pasado instantes –largos como minutos–, sin saber si arrojarme sobre alguien para darle un beso en la mejilla y, claro, al final lo he omitido. Pero, todavía, decir hola y adiós, así, sin más, me cuesta. Porque me parece que es una forma ‘fría’, y a mí me gusta mucho la costumbre de los besos. Tristemente, el distanciamiento irá más allá de la pandemia, y quién sabe si podremos expresarnos igual con el tiempo. Aunque también debo admitir que ya me estoy acostumbrando al trato frío de los vascos: sin besitos. Lo gracioso es que yo soy muy cariñosa, así que en las clases del Máster abrazo a mis amigas. Y, alguna vez, una de ellas me dijo: «Bueno, dejo que me abraces porque eres tú, ya sabes cómo somos los vascos» (creo que fue Oihane). Ya les he dejado claro que, cuando nos veamos, nos abrazaremos muy fuerte.
Cirilo Dávila:
Hoy es un día especial en el relato de la pandemia. Este domingo, las calles y parques han vuelto a ser el espacio natural para los menores. Un balón de oxígeno para las familias, que llevaban 42 días con tanta vitalidad encerrada en un frasco de cocina.
Con la disculpa de pasear al perro, he participado de esa estampa. Como si de un día de Reyes se tratara, los niños y niñas han sacado desde primera hora sus mejores juguetes. En la víspera, seguro que le dieron la vuelta a la pregunta que siempre nos hemos hecho alguna vez en la vida: ¿qué te llevarías a una isla desierta?
La novedad de hoy antes era la normalidad. Incluso para los menores. Algunos quizás hayan descubierto que los espacios abiertos también sirven de plataforma lúdica. Vamos, que hay vida más allá del videojuego bajo techo. Como diría el agente Mulder, «la verdad está ahí fuera».
He oído que una madre andaba preocupada porque no sabía si, seis semanas después, los zapatos les valdrían a sus hijos. Y a otros padres reconocer que sus hijos salían un tanto acongojados, porque ya no es el ‘coco’, a secas, quien les asusta, sino un bicho que tiene apellido: ‘coconavirus’. Y como tampoco lo ven, cada uno se lo imagina a mayor espanto.
Quizás por ello, o tal vez por celo paternal, algunas familias se fundían en una sola sombra, tan pegados iban. Es como si temiesen romper con su conversación el silencio que continúa reinando en las calles.
Sea de una manera u otra, el disfrute para mayores y menores hoy ha sido general, tampoco exento de polémica, claro está. Una noticia balsámica entre tanto parte de guerra. Solo ha faltado la llamada de Gila para preguntarle al enemigo a qué hora volverá a atacar.
Berta Pontes:
Valladolid. A primera hora he bajado a Ónix y apenas he visto tres niños por la calle. Acompañados de su padre y cumpliendo las medidas de seguridad. «Parece que esto va bien», he pensado. Ingenua de mí…
Tras comer he mirado Twitter y el hasthtag #irresponsables era trending topic. Me he metido a ver qué ocurría y he visto lo que, por una parte, sospechaba y, por otra, no quería creer: niños jugando en grupo, padres compartiendo bancos e incluso bebiendo un botellín de cerveza. Mi enfado ha ido en aumento cuando he seguido viendo fotografías y vídeos con cientos de personas abarrotando las calles y avenidas de ciudades como Valencia o Barcelona. No puedo entender que haya gente tan irresponsable. No puedo entender que utilicen a sus hijos para disfrutar ellos de un paseo y, encima, los dejan jugar con los amigos.
Por otra parte, he de decir que también ha habido padres que sí han cumplido las normas y han vigilado que sus hijos no se acerquen a otros niños. Intentaré quedarme con lo bueno, aunque lo malo me provoque cierta ira y malestar con la gente que es incapaz de tener pensamiento colectivo y responsable.
Gorka Seco:
Durante esta cuarentena le estoy dedicando muchísimo tiempo a recordar momentos pasados. Fotos y música, sobre todo. La música siempre ha estado muy presente en mi vida, por lo que, en muchas ocasiones, son recuerdos musicales los que me emocionan.
Hoy ha sido uno de esos días. Canciones de hace no tanto (5-10 años), pero que al oírlas las he recordado con especial cariño. Sé que es novedad, pero no tengo intención de emborronar este diario con palabras(seguramente erróneas) en relación a la salida ‘masiva’ de los niños y padres. Matizo lo de ‘seguramente erróneas’. Al margen de todo lo que se haya podido ver y oír en vídeos, medios de comunicación y redes sociales, creo que no tengo tanta información de primera mano como para opinar o criticar al respecto. Por eso, más que nada.
Finalizo este diario mencionando una noticia que ha sacado El Correo hoy sobre Etxebarri. Han venido a analizar el primer día de salida de los niños. Y, posiblemente os preguntaréis, ¿por qué a Etxebarri? Pues porque es el municipio con la tasa (por cada 1.000 habitantes) de menores de 14 años más alta de Bizkaia. Ese dato, realmente, no me ha sorprendido nada.
Ana Gil:
Me he estrenado en la repostería. La verdad que nunca había hecho un postre por iniciativa propia. Alguna tarta de oreo medio preparada. No cuenta. En este piso faltan los dos grandes privilegios de la cuarentena: terraza y horno. Con este último me pasa como con los balcones, no lo había echado en falta hasta el maldito confinamiento. Las recetas posteadas en redes sociales se han multiplicado y con ellas mi curiosidad.
El otro día mi amiga Zuriñe me mandó una idea de postre. ¡Ni rastro de horno u otros artilugios!, solo necesitaba comprar un par de ingredientes. Al final, me he animado y he preparado la copa de queso y nata con coulis de fresa. Madre mía, qué cosa más rica. Hasta me he animado a montar la nata a mano. Creo que mañana me dolerá el brazo. Pero ha merecido la pena y mis compañeros han quedado encantados. El sabor era perfecto, suave y con el toque ácido del coulis. También casero. Será una banalidad, pero mi pequeña incursión en la repostería merecía quedar recogida en estas líneas.
Pablo Sáenz:
Irresponsable. Ese es el adjetivo que mejor define a la sociedad española a día de hoy. Calles llenas de familias sin mascarillas. Parques con aglomeraciones. No solo hemos visto desde nuestras ventanas niños jugando juntos tocándose unos a otros, sino también padres que descuidaban la protección de sus hijos mientras disfrutaban de una charleta en corro (golpecitos de complicidad incluídos) con sus vecinos. Esto es vergonzoso. Una cosa es que no se preocupen por la seguridad del resto de ciudadanos, y otra más preocupante es que no lo hagan ni por la de sus hijos. Para colmo, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha dicho que «con carácter general se están cumpliendo las indicaciones, entre las que se encuentran mantener una distancia interpersonal de al menos dos metros». ¿Este Gobierno vive en España? Twitter y el parque que hay debajo de mi casa –el de Ametzola–, han mostrado un escenario completamente antagónico.
Aquí nadie da ejemplo. En vez de tomar cartas en el asunto y mostrar firmeza, parece que este Gobierno prefiere mirar para otro lado y barrer bajo la alfombra. Si en EE UU los ciudadanos beben detergente o lejía porque lo aconseja Donald Trump, en España, ciudadanos y políticos prefieren hacer como si nada. «Desescalada», dirán mañana. Espero un toque de atención en la rueda de prensa. Ya lo dijo Winston Churchill: «Cada pueblo tiene el gobierno que se merece».
Franklyn Amaya:
Qué alegría ha sido salir a la ventana y poder ver caminar muy tranquilamente a madres y padres con sus hijos nuevamente, después de acostumbrarse a observar calles casi desérticas a causa del confinamiento. Escuchar las risas y los llantos de los pequeños en las calles me ha devuelto la tranquilidad, me ha hecho sentir como si ya estuviéramos de vuelta en la normalidad que conocíamos antes de que existiera el virus. Si bien es cierto que todavía no podemos salir a recrearnos un poco en uno de los hermosos parques de Bilbao, pero esto ya es un primer paso que motiva a seguir resistiendo, que devuelve la esperanza al saber que pronto volveremos a retomar nuestras vidas, que pronto dejaremos atrás ese temor que nos provoca salir y contagiarnos de la enfermedad.
Laura Tambo:
¿Se puede vivir en una constante montaña rusa de emociones? Mi cuerpo en modo cuarentena dice que sí. Y a mí las atracciones que dan tantas vueltas nunca me han gustado. Me marean. Creo que aprovechando los contactos de psicólogos que he conseguido para una tarea que nos han encargado en clase voy a hacerles una consulta en los próximos días acerca de mi situación. Mientras tanto, me río y me deprimo a partes igual. Para compensar un poco la balanza. Cómo cuando esta mañana he visto en carne y hueso a mi prima desde la ventana. Por eso de que los niños ya podían pisar hoy las calles. Creo que un mismo cuerpo no puede experimentar tantas sensaciones en un periodo de tiempo tan corto. Bueno, no sé si es lo que creo o es lo que quiero evitar que suceda. Mientras tanto voy a aprovechar este momento de chute que me está dando para seguir leyendo la novela que tengo entre manos. Bueno no, que ya se me ha pasado, o no, no sé.
Luis Ramírez:
La fotografía de una niña que salió a pasear con su muñeca, ambas con mascarilla, me generó una melancolía extraña. Como que va a pasar algo que aún no me creo, aunque hace rato he estado esperando que suceda. No me quiero desilusionar. Me alegra que hoy los más pequeños pudieron salir a jugar, a disfrutar de la primavera (¿será tan cruel la vida que en verdad no llegaré a conocerla?). También me enojo con los irresponsables que se toman a la ligera estos pequeños pasos que hay que dar para volver a nuestras vidas fuera del encierro. El problema es que, si se resbala uno, el golpe nos lo llevamos todos.
Iván Benito:
El desengaño. Así lo titularía. El confinamiento no va a servir para cambiar y mejorar como sociedad. Fuera vendas. Lo dejan claro la cantidad de irresponsables que han sido fotografiados en todas las ciudades de España incumpliendo las normas. Son menos de los que han actuado bien, pero son millones y se hacen notar. Y a partir del sábado, no habrá suficientes fuerzas del orden para contener a la tropa. Si es que al final podemos salir.
Porque si el confinamiento ha sacado lo mejor de nosotros, lo ha cogido y lo ha tirado a la basura. Ayer hablaba de la falta de coherencia. Apuesto que muchos de estos … (inserten ustedes el adjetivo) han aplaudido a las 8. Insoportable, como el bajón del domingo por la noche desde el que escribo estas líneas. No falla.
Irene Echazarreta:
Logroño. Hoy quería daros mi opinión sobre la primera medida del desconfinamiento: la salida de los niños, de la que no estoy del todo de acuerdo, pero pospongo este tema a mañana. Tengo algo más importante. Y es que por fin Karen y yo hemos comenzado con nuestras sesiones de deporte. Todo surgió porque hace unos días subí una foto con el ‘outfit’ para hacer pilates y me dijo que ella también debía moverse –ya que estamos todos en casa–. Por eso le propuse si quería unirse a hacer ejercicio conmigo a una hora concreta. Hoy ha tocado ejercicios sueltos, mañana nos sumamos al reto de ‘ffitsilla’, que consiste en hacer ejercicios de pilates combinados con una silla. Espero que sea la segunda clase de muchas juntas. Qué ilusión.
Mikel Huerta:
Santurtzi. 42 días después los niños pueden salir a la calle. Y eso inspira buenas vibraciones. Las voces de los más txikis en el patio de mi casa han sido las que me han despertado. Lejos de mirar el móvil nada más abrir los ojos, he salido al balcón a ver otra vez gente en la calle.
Envidia sana me han dado y me han hecho recordar los buenos momentos que he vivido junto a mis vecinos ahí abajo. Pero esa buena fe de los niños, los mayores la corrompemos. Sin entrar en si la medida es adecuada o no, las imágenes que se han visto durante el día de hoy de parques repletos son vergonzosas. Desde luego, qué falta de responsabilidad y una manera de poner en peligro el esfuerzo de todos ya es. Y en unas días, seguramente, podamos salir a correr. La que se avecina.
Fernando González:
Pamplona, día 43 de confinamiento.
Las cosas empiezan a mejorar, el panorama es alentador y quizá en unas semanas todo este mal sueño terminará. Hoy los niños volvieron a la calle. Qué alegría por ellos, aunque yo, desde que comenzaron las quejas de los padres por la falta de libertad de sus hijos, dudaba de que las críticas fueran por los pequeños. No sé si fue la medida más oportuna, pero ante cualquier decisión siempre saldrán los ventajistas. Hay que poner el ejemplo cuando podamos salir a la calle. Somos los que sufriremos un nuevo confinamiento en caso de no tomar las medidas preventivas necesarias.
Quizá en un mes volvamos a estar todos encerrados por mucho más tiempo y con menos libertades, ¿es eso lo que queremos?
Hoy tocó el turno de una película que narra los hechos de un atentado terrorista que sucedió en Noruega. Se llama 22 julio y está disponible en Netflix. Es una película muuuy dura. Otra película que también es buena, dura, pero al mismo tiempo bonita, es ‘Milagro en la celda 7’. Si tienen oportunidad, véanla.
Oihane Irazu:
La trama de la infidelidad de Alfonso Merlos con Alexia Rivas ha hecho un poco más amenos estos días. Pero sobre todo, el ‘Deluxe de ayer’. Tanto, que por una vez en la vida, Telecinco dijo algo con sentido: «Aunque pases una mala racha, no te tires a un facha».
Amén. Y eso que he hecho prácticas en Telecinco y poco o nada me gusta su línea editorial, pero esta frase es para enmarcarla. Estuvo maravilloso JJ.
Y otra cosa. Magnificar la irresponsabilidad de los padres a la hora de salir a la calle con los niños no creo que sea una buena idea. Desde el mediodía he estado observando desde mi ventana a padres con hijos, y tengo que decir que no he visto nada raro. Nada. Pero por las redes sociales parecía otra cosa. Y tengo una teoría. Muchos de los que desde primera hora han estado criticando el mal comportamiento de los padres coinciden en ser personas sin hijos ni perros, que lo que sienten es envidia de no salir a dar una vuelta un domingo soleado. Y lo digo con pruebas. Ya veréis cómo a partir de mañana, que ya empieza la gente a trabajar y nos acompañará el mal tiempo, nadie se queja de si cumplen o no cumplen los padres la distancia de seguridad.
Y no digo que haya habido cuatro tontos que sí que se hayan comportado mal, pero esos coinciden en ser los que piden la dimisión de Sánchez haga lo que haga, diga lo que diga.
¿Casualidad? No lo creo. Los tres millones y medio de votantes de Vox tienen que hacerse oír por alguna parte. Y aquí están, haciendo lo que quieren y después criticando que toda la culpa la tiene Sánchez. De dar de comer aparte.
Alba Rodríguez:
Deusto. Después de lo de hoy empiezo a pensar que nos merecemos todo lo que nos pase. Por irresponsables, por inconscientes y por egoístas. Sé que lo que ha ocurrido hoy en ciertos parques y lugares públicos de España no ha ocurrido en todo el territorio, y que no todos los padres han hecho caso omiso a las restricciones en los paseos a sus hijos sino que las han cumplido a rajatabla, como era de esperar. Pero las imágenes de playas llenas de gente y de niños jugando mientras sus padres hablaban sin respetar ningún tipo de distancia de seguridad no han dejado de inundarme hoy, y estoy enfadada. Porque sí, nos lo merecemos. Si sigue así la cosa no puedo esperar a ver las caras de los irresponsables que han hecho lo que querían cuando Pedro Sánchez tenga que volver a cortarles las alas para poder proteger al resto. Más de cinco semanas encerrados para que vengan ahora a fastidiar todos nuestros esfuerzos en dos días. Con gente así de esta no salimos ni hasta septiembre. Qué rabia y qué impotencia.
Paula Soroeta:
Un día especial el de hoy. Mi aita ha cumplido 60 y sin duda este ha sido un cumpleaños que jamás hubiera imaginado tener. Ya son dos los cumples que hemos celebrado en esta situación. Como dije ayer, hoy he hecho galletas de coco y chocolate blanco. A mis padres les han encantado. Ya se están acabando ¡Qué buenas están! El día ha transcurrido con normalidad y por la noche, videollamada con mis tíos para celebrarlo. Además, hoy hace 39 años desde que la Real ganó la Liga contra el Sporting con gol de Zamora en el último minuto. Por supuesto, hemos visto el gol mientras cenábamos y lo hemos celebrado al máximo. Ya queda menos para volver a celebrar mas goles y victorias.
Javier Cuesta:
Domingo, se termina otra semana más, la sexta concretamente. Aunque a estas alturas casi ni se note, sigo viviendo este día como antes, con su pereza, las ganas de estar viendo una peli en el sofa… Y, mucho más, si llueve, como ha hecho hoy. Un día tranquilo que he pasado leyendo junto con una taza de café a la tarde y jugando a las cartas con la familia.
Nuestro juego favorito es el chinchón, podemos pasar horas intentando hacer menos diez. Hoy me ha tocado perder en la final junto a mi padre, todo un honor. Llevo una muy mala racha últimamente. Eso de ‘desafortunado en el juego, afortunado en el amor’… conmigo no funciona, comprobado.
Pedro Ontoso:
Cuando me he asomado a la ventana a primera hora de la mañana parecía que había llegado la Navidad tras el olentzero o el día de Reyes, tras la noche de los magos de Oriente. El paseo estaba lleno de niños con juguetes: patinetes, bicicletas y balones, muchos de ellos con casco como un ejército de hormigas atómicas. La verdad es que me he alegrado, aunque pronto me he acordado de aquello que nos vendían de que los menores eran los vectores más importantes del coronavirus. Esto es la ceremonia de la confusión y la gente lo que necesita son certezas. A mediodía, el paseo de Aixerrota parecía la Gran Vía de Bilbao el día del desfile de la ballena. No cabía un alfiler. Me parece que muchos padres no han estado a la altura de la circunstancias. Algunos niños corrían ingobernables a más de medio kilómetro de sus progenitotes. Se juntaban con otros compañeros de clase. Los padres habían quedado con amigos de la cuadrilla y se reunían en corrillos. Los niños iban con sus dos padres, no solo con uno de ellos. Esta es una zona en la que no hay tantos niños, lo que significa que muchos se habían alejado más de un kilómetro de su domicilio. Y que pensaban estar más de una hora en la calle. Es verdad que la gente está hasta el moño del confinamiento y en cuanto se ha abierto una portezuela se ha venido arriba. Pero me parece peligroso este relajamiento de las normas por lo que significa de retroceso. No quiero pensar qué puede pasar a partir del día 2 cuando nos dejen salir a los demás. Esto no ocurre en Alemania o en los países nórdicos. Ahí también nos diferenciamos.
César Coca:
Pedro escribía ayer de su paso por el Instituto Social León XIII, donde está la Facultad de Sociología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Yo no estudié allí sino en la Complutense, pero el León XIII formaba y forma parte de un complejo, una especie de pequeña urbanización integrada por cuatro edificios, en la que también está el de la biblioteca y el salón de actos, una residencia para estudiantes de Doctorado y opositores y un colegio mayor. El mío. No somos del mismo curso pero coincidimos varios años en Madrid, así que es seguro que más de una vez nos cruzaríamos en la pequeña plaza que forman los cuatro inmuebles, en la biblioteca, en la cafetería o incluso dentro del León XIII, un edificio al que tampoco entraba mucho pero por el que pasaba de vez en cuando. Quién nos iba a decir que luego íbamos a pasar tantos años trabajando codo con codo.