Pablo Ariza:
He salido a pasear. Con gente. Nos separaban muchos kilómetros, ellos estaban en el centro de Madrid. A decir verdad, estaban cada uno en su casa. Mi primera salida por Antequera ha sido con Íñigo Errejón y el periodista Daniel Ramírez. Ellos estaban a lo suyo con una entrevista, mientras yo intentaba buscar las zonas menos transitadas en mi ruta. Un consejo, el mejor momento para escuchar un podcast es cuando sales a la calle. Llegué al Paseo Real, la zona que esperaba más concurrida, y me sorprendió ver a tan pocos paseantes/runners. El ruido en las calles era mínimo, había muchas mascarillas y caras conocidas. En los pueblos –aunque Antequera es ciudad, yo la considero pueblo–, se divide a las personas entre las que te quieres encontrar y las que no. A mí me ha tocado la lotería y me he encontrado con mi amigo Nacho, ¡qué alegría, oiga! A estas horas, aún me parece increíble que no nos hayamos abrazado. Distancia física. Hemos vuelto los tres, también estaba ‘uno que conozco del fútbol’, una referencia que solemos usar. Un beso, Samu. Lo bonitos que son los paseos, ¿verdad?
Karen Pinto:
Meses atrás, paseaba por el Palacio de Verano, bajo el sol ardiente de Beijing; tomaba fotos, leía parte de la historia de la China imperial, veía desde varios ángulos un mismo paisaje; todo, para grabar en mi mente aquel mágico momento. Pero, irónicamente, de lo que más suelo acordarme de aquella visita no es de nada de lo anterior. Mientras hacía mi recorrido, una niña se acercó a mí, me jaló delicadamente del brazo hacia abajo, y me dijo con una de las voces más tiernas que jamás he escuchado: «Hi, can I take a picture with you?». Inmediatamente le confirmé sonriendo que claro, por supuesto. Sin darme cuenta, en unos segundos, ya se había puesto toda la familia para la foto: los abuelos, los padres y los dos hermanos. Puse un brazo encima de la que creo que era su madre, y rodeé la espalda de la niña con mi otro brazo. ¡Qué felices estaban, y qué feliz me hicieron a mí! La niña hablaba muy poco inglés, se notaba que con mucho esfuerzo me había hecho esa pregunta y, también con mucho esfuerzo, me agradeció. Yo le respondí que me gustaba mucho su país. Lo entendió, creo, y se lo tradujo a su familia. En ese momento vi a su abuelo y me sonrió de forma muy amable, con inocencia. Esa es una de las experiencias más bonitas de aquel viaje. El entusiasmo, con todo, puede explicarse de la siguiente manera: en la China continental hay un enorme turismo interno, sobre todo, de gente de provincias. Es muy raro encontrarse con extranjeros, y muchas personas que no provienen de las grandes metrópolis financieras, se sorprenden cuando se topan con alguien de otro lugar. Para ellos, somos ‘raros’. Me pidieron fotos algunas veces más. Es algo que había leído antes del viaje, pero vivirlo fue sorprendente. Tengo muy buenos recuerdos de ese país. Y recuerdo con cariño a su gente. Claro, dos meses allí dieron para mucho. Algún día volveré.
Cirilo Dávila:
«Una madre nunca debiera enterrar a un hijo. Somos los mayores quienes nos deberíamos ir antes». He intentado en vano acordarme de la película en la que se representaba esa escena. Y ha sido al escuchar a Paqui Murillo, que me ha contado cómo su hijo es una de las víctimas del coronavirus en Bizkaia. Ni siquiera pudo despedirle, aunque tampoco la hubieran dejado. Vive a 700 kilómetros, en Extremadura, y desde la distancia ha seguido el parte diario hasta al desenlace.
Ella y otras muchas personas han llamado este fin de semana para tomar parte en el suplemento que prepara El Correo como homenaje a las personas fallecidas desde que se inició el confinamiento. Un trabajo en el que están volcados el alumnado y profesores del Máster. El resultado será un mosaico de fragmentos personales que pondrán cara a los datos.
La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross estableció hace casi cien años las cinco etapas que se reconocen en un duelo. La última es la de la aceptación, el momento en el que se acepta la muerte del ser querido cuando se aprende a seguir viviendo en un mundo en el que ya no está.
Una aceptación que es incompleta sin una despedida. Por eso, estos familiares mantienen duelos no resueltos y piden un espacio para intentar resolver cada uno el suyo. Al escucharles, como en esta iniciativa editorial, se aprecia una deuda pendiente. Basta dejarles hablar para darse cuenta de ello porque en la ‘desescalada’ nadie pensó en facilitar la vuelta al cementerio para saldar el duelo.
Berta Pontes:
Valladolid. Hacía días que no veía amanecer. Meses, más bien. Suelo disfrutar del despertar del sol en las fiestas de Pesquera. Cuando entras en alguna peña de noche y sales con la luz cegándote. Esa luz que me acompaña a casa hoy ha quedado retratada en un vídeo que hemos grabado María y yo. Ayer me propuso madrugar para ver el amanecer y lo hemos cumplido. Me he sorprendido a mí misma madrugando sin necesidad, por placer. Ha sido un momento de paz tan genial que creo que repetiremos algún día.
Hemos aprovechado el paseo al amanecer para coger unas cuantas flores y plantas a mi madre a modo de ramo para celebrar su día. Hoy ha sido diferente pero genial, porque hemos estado todos juntos. Adoro a mi madre y la quiero más de lo que nunca voy a querer a nadie. Es mi confidente, mi amiga y mi apoyo fundamental. Ojalá algún día yo llegue a ser igual de buena madre que ella.
Gorka Seco:
Hoy ha hecho un día impresionante. De esos que, seguramente, hubieran sido noticia en las televisiones regionales, autonómicas y, probablemente, nacionales. De no ser por el confinamiento, la gran mayoría de playas de toda la zona norte hubieran tenido una gran entrada. Pero no ha sido el caso.
El aumento de temperatura también lo he notado dentro de casa. Pronto por la mañana ya sentía ese calor sofocante que, a ratos se convertía en una sensación molesta. Han dado las 8 y pico, y hoy sí, he salido a dar una vuelta por Etxebarri. Por cierto, me he cruzado con una grandísima cantidad de personas. Una cuestión que me ha sorprendido, ya que no estoy acostumbrado a ver el pueblo con semejante gentío.
Ana Gil:
Por fin he disfrutado del ansiado paseo. Qué sensación de libertad. Hoy sí. Todas las incertidumbres, miedos y pensamientos negativos, estos días mucho más presentes de lo habitual, se han evaporado. A cambio, una sensación de descanso se ha apoderado de mi cuerpo y mente. Me siento como en una nube. Queen y El Niño de la Hipoteca han puesto la banda sonora a mi caminata. Nada que envidiar a una de esas noches a la fresca de verano. Incluso he podido acercarme a la zona de la ría. A última hora se puede pasear y correr sin problemas. Contaría mil sensaciones, pero por hoy es suficiente.
Hoy es el cumpleaños del señor Ariza y no podía terminar mis líneas sin hacerle un pequeño guiño. Ha sido uno de los grandes descubrimientos de este año. Este señor escondido en un cuerpo de joven ha estado presente en todos mis días desde que empezamos el Máster. Lo admiro a nivel profesional y personal. Tendríais que ver cómo le brillan los ojos cuando habla de proyectos periodísticos y de historias que quiere descubrir y contar. He visto a pocas personas de 25 años con semejante ilusión por comerse el mundo. Estoy segura de que lo conseguirá. Cuando termine esto lo celebraremos recorriendo todos los pueblos de Euskadi. Su mayor obsesión. Felices 25 primaveras, amigo.
Pablo Sáenz:
Y ¿qué pasará cuando acabe el verano que aún está por llegar? Muchos se hacen la misma pregunta. Yo, que soy muy de cuestionarme mi futuro, me la planteo día sí y día también. Siempre me ha gustado hacerme una idea de los escenarios posibles que se me presentan. En mi caso planteo tres: en el mejor de ellos estoy trabajando como periodista en algún medio de comunicación de Euskadi. Si no se da la suerte de encontrar trabajo, está la opción de cursar un nuevo máster que complemente mis estudios y amplíe mis conocimientos (optaría por las relaciones internacionales o la comunicación social). El último escenario –que es el que menos me gusta– es aquel en el que estoy de vuelta al pueblo viviendo en casa de mis padres. Dios no lo quiera. Entro en pánico solo de pensarlo. También hay una palanca de propulsión para casos de emergencia: volar al extranjero y probar suerte como periodista lejos de casa.
Franklyn Amaya:
Qué sorpresa tan agradable la que me he llevado luego de regresar de hacer ejercicio en horas de la noche, al recibir una llamada por parte de mi exentrenador del equipo de fútbol de mi universidad en Honduras, en la que unió a varios de los compañeros que integramos ese equipo. Fue bonito recordar muchas de las experiencias que vivimos como grupo durante varios años, entre las que salieron a relucir unos juegos universitarios centroamericanos realizados en Nicaragua en 2014, donde nos llevamos el susto de nuestras vidas, al tener que abandonar el país de emergencia por motivos de un seísmo que sacudió la ciudad de Managua. Como es mormal, en aquel entonces fue frustrante tener que dejar la competencia sin haber podido jugado la final, pues teníamos mucha ilusión de llevarnos esa medalla de oro a casa, ahora es una anécdota que todos recordamos con gracia, porque recordar es volver a vivir.
Laura Tambo:
Segundo día de escapada y ya he presenciado un altercado entre dos matrimonios por un enfrentamiento entre sus perros. Cada pareja tenía uno. Desde mis pocos conocimientos sobre razas perrunas, creo que uno era un pitbull marrón y el otro un dálmata. El primero ha debido de abalanzarse sobre el segundo mordiéndole una de las patas y provocándole una pequeña cojera, por lo que he podido percibir desde la lejanía. Eso ha llevado a que los dueños se enfrentaran, montando un espectáculo de lo más concurrido. Tras unos largos minutos de intercambio de palabras poco amigables han llegado a un acuerdo (o eso parecía) y se nos ha acabado el entretenimiento. Por lo demás, el día ha sido de lo más tranquilo. No he parado de ver felicitaciones por las redes sociales por el día de la madre y os tengo que confesar que me ha emocionado un poco. Una madre es insustituible, y yo, no he podido tener más suerte con la mía.
Luis Ramírez:
No me dan ganas de salir a la calle. No tengo motivos para hacerlo. No me malinterpreten: quien lo ha hecho, genial, qué dicha que han podido ver otro paisaje diferente al de las paredes de una casa. Yo, simplemente, no siento la necesidad. Sí he de confesar que me da un poco de miedo echar a la basura dos meses de confinamiento, pero son cosas mías, insisto. Espero que no se trate de algún síndrome de rehén que se me haya pegado durante la pandemia.
Iván Benito:
No sé si será por cosa de las agujetas o de la pérdida de emoción de ‘la segunda vez’, pero hoy las aceras y paseos de Burgos parecían más anchos y preparados para cumplir con el distanciamiento social. Me hace especial ilusión ver más bicis que nunca. Me hace pensar que esto del coronavirus bien podría servir para que los ciclistas diéramos un paso al frente. Empecemos por dar ejemplo, que también tenemos muchos irresponsables. Pero a la sociedad no le sentaría mal girar de las cuatro a las dos ruedas. Mi tío, el que me transmitió esta pasión, ha regresado hoy del pueblo para volver a trabajar. Su cara viendo la música y aplauso de los balcones quizás sea lo más cerca que esté nunca de ver el rostro de un náufrago al llegar a la civilización. A partir de ahora, aunque fuera a través de la pequeña pantalla, nos quedamos sin la posibilidad de ver a mi abuela. Hasta el día 25.
Irene Echazarreta:
Logroño. Estoy feliz. Por fin han publicado en el ‘Boletín Oficial del Estado’ la norma donde se reconoce la posibilidad de practicar deporte ecuestre de manera individual. Ya no eso, sino que se permiten los desplazamientos hasta el lugar donde estén estabulados los caballos. Ya he dicho en alguna que otra ocasión que los animales no se pueden desplazar desde el lugar desde donde están y por eso hemos de ser nosotros, los propietarios, quienes nos movamos para encargarnos de ellos. Y es que la hípica conforma toda una excepción. A diferencia de otros deportes, por ejemplo, el fútbol, los centros ecuestres se encuentran situados en las afueras de las ciudades. De ahí que necesitáramos que se nos reconociese el derecho de poder salir del municipio. Ya era hora. Ahora podré ver y encargarme de More durante tres días a la semana: martes, jueves y sábado, porque somos muchos propietarios y la franja para hacer deporte es demasiado limitada. Es un comienzo. Me conformo con poder subir y, al menos, cerciorarme de que está bien. En casa ya están todos avisados de que toca comer melón para poder llevarle a More las cáscaras, porque le encantan. Ahora solo cuento las horas para poder verla. Vaya alivio.
Mikel Huerta:
Santurtzi. Día 2 del paulatino desconfinamiento y la verdad que el ánimo está ya por las nubes. La rutina cambia, la monotonía va desapareciendo, los días tienen más sentido con eso de poder salir a las 8. Hasta en la concentración me ayuda. Mis ganas han vuelto. Hacia tiempo que no sabía nada de ellas. La pereza les había ganado la batalla, pero con esto del aire fresco, mis ganas se han vuelto a imponer. Aunque sea un ratito, la libertad que te da el hacer deporte al aire libre rompe con lo establecido. Además el ver diferentes caras, por el momento, relaja. Sin embargo, la falta de costumbre de deporte, de ruido, de gente,… ha cambiado mi rutina nocturna. De mi lucha contra el insomnio, a dormirme más pronto que en toda la cuarentena estos dos últimos días. Como ya os decía, vuelvo a empezar a sentirme feliz, consciente de lo que todavía nos acecha, pero feliz. Seguramente sea porque cada vez veo más cerca el poder ver a Oihane. Un día más, un día menos.
Fernando González:
Definitivamente el ánimo cambia cuando hay buen tiempo. Hoy fueron más de 25 grados los que registró el termómetro en Pamplona.
Tras más de cuatro meses sin sentir un buen tiempo verdadero, hoy volví a vivirlo. El ambiente cálido, con una brisa que me recordaba a mi Guadalajara. Llevo cuatro meses sin estar en mi tierra y la extraño. En especial a la familia y amigos, pero también todo el arte culinario que hay en mi país. Al parecer toda la semana tendremos temperaturas similares y eso es buena noticia para el fin de esta cuarentena. Se viene el verano y el calor en España, espero no extrañar las bajas temperaturas del invierno por allá de julio.
En mi rutina diaria, he salido casi a las diez de la noche para dar un paseo de poco menos de 60 minutos. Aunque había gente en las calles, no se asemejaba a la cantidad que deambulaba por los parques ayer. Hoy éramos solo unos cuantos las que recorríamos las vialidades calurosas de Iruña.
Oihane Irazu:
Ay, Javi, te echaba de menos. Cincuenta y cuatro días después de estar precisamente en el parque Etxebarria aquel 14 de marzo, hoy por fin nos hemos vuelto a ver. No soy de dar abrazos la verdad, pero al verle me han dado muchas ganas. Jo, qué guay. Ha sido como volver hasta hace dos meses, y es que Javi ha sido durante todo el Máster mis mañanas y mis tardes, incluso las tardes noches de Pozas o Somera también. Y de estar tanto tiempo de lunes a domingo a no vernos en 54 días pues ha sido un shock raro.
Ya estamos planeando nuestra rutina más próxima, que como hemos hablado, con tal de que nos dejen sentarnos en el parque y/o abran una terraza de cualquier bar nos conformamos. Tampoco pedimos tanto. También Laura ha vuelto a vestirse con su ‘outfit’ más deportista para pasear en un parque con menos gente que ayer. Pero con las mismas ganas de presenciar una discusión tras un pequeño conflicto entre dos perros (lo que le gusta a Laura un suceso…). Muchas ganas de juntarnos en una terraza con calma y muchas cosas que contarnos, sin pantallas de por medio.
Un día menos, ocho, para la ‘semilibertad’
Alba Rodríguez:
Deusto. Quiero hacerme un tatuaje. Llevo años pensando en ello pero nunca acabo de decidirme debido a una mezcla de miedo y falta de dinero. Ahora no tengo excusas; en cuanto se pueda iré a un estudio y me tatuaré. Tengo muchas ideas que me gustaría marcar en mi cuerpo y no sé cuál elegir para que sea la primera. Elena, que ya tiene bastantes tatuajes, dice que quiere marcar en su piel ‘19:58’ en honor a los aplausos que siempre empiezan dos minutos antes en nuestro barrio y que han marcado nuestra cuarentena. Yo no sé por qué diseño empezar o dónde situarlo, pero sí sé que estoy decidida a hacerlo. A veces hace falta una pandemia para pegarnos el empujón que necesitamos y hacer cosas que llevamos retrasando años.
Paula Soroeta:
Ha llegado el día, hoy por fin he salido a la calle. He estado andando unos 40 minutos que se me han hecho muy cortos. Y la verdad, no sé si es porque he ido con mi música para distraerme de todo o por qué, pero no he tenido la sensación de haber estado tanto tiempo encerrada. Eso sí, mientras caminaba no paraba de pensar: «Estoy andando, estoy en la calle». También he imaginado cómo se sentía la gente, qué pensarían, he visto sonrisas dibujadas en los rostros de muchas personas. Ya va quedando menos.
Javier Cuesta:
Hoy he podido ver, por primera vez tras el confinamiento, a Oihane y Laura. Mis compañeras estaba igual, exactamente como las recordaba. El día alentaba a pasear, hablar y disfrutar de él. Ha sido una maravilla. Me siento tremendamente feliz, casi se me había olvidado la sensación de algo tan simple como quedar con los amigos. Ahora solo quiero más y más, sobre todo con este tiempo de verano que nos está haciendo últimamente. Mi próximo objetivo es ver a Karen y Alba, desde la distancia y sin abrazos, claro. Y de juntarnos todos ni te cuento, va a ser épico, sin fallos de wifi que interrumpan la conexión y pudiendo brindar como es debido.
Pedro Ontoso:
Para evitar las aglomeraciones de ayer, hoy he cambiado de hora y de dirección. A las 8.30 ya estaba paseando por la playa de Arrigunaga, con todos los poros abiertos. Muy poca gente, con espacio de sobra, aunque la tendencia es caminar junto a la orilla. Nadadores embutidos en trajes de neopreno, surferos cabalgando, paddelsurferos remando, piragüistas en canoa, perros refrescándose y embarazadas al sol dejándose acariciar los pies por las olas. Era otro ambiente. He recuperado sensaciones por el olor penetrante del salitre y el aroma de las algas, que en este arenal son muy frecuentes. Me he sentido un privilegiado por poder disfrutar de este entorno. El único’ pero’ ha sido la ausencia de mi nieto Mario, al que suelo llevar a las rocas para coger cangrejos y quisquillas en los pozos que deja la bajamar. Y el chiringuito cerrado, donde el pequeñajo se embadurna con un helado de chocolate mientras yo meto el bigote entre la espuma de un jarra de cerveza junto a un plato de aceitunas. Ya lo dijo la gallega, todo llega. Mientras, los días van y vienen, como dice la letra de la canción ‘A Vava Inouva’, del argelino Idir, la voz de la Kabilia, que ayer murió en París. Es una canción mítica, inspirada en un cuento del pueblo bereber. La escuché y la escuché, cada vez en una lengua distinta, aunque en árabe y francés tiene un especial encanto. Merece la pena recuperarla estos días.
César Coca:
Día de descanso, de tomar fuerzas porque ahora me esperan al menos once seguidos de trabajo; doce si no hay suerte. Así que nada de madrugar para ir a pasear. Y luego, por la tarde, me he acordado de las multitudes del día anterior y he decidido quedarme en casa. Tiempo habrá de salir.
Otro domingo extraño. Día de la Madre con felicitaciones a distancia, sin regalos, sin nada demasiado especial. Algún día, espero, recuperaremos algo de lo que nos hemos perdido en estos casi dos meses. Por la tarde, un rato de videollamada con amigos. Es curioso, pero antes de la pandemia hablábamos siempre por teléfono y de uno en uno. Quizá en el futuro mantengamos esta costumbre de las videollamadas conjuntas porque vivimos a centenares de kilómetros de distancia.