Diario de cuarentena: Domingo 5 de abril de 2020

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Pablo Ariza:

‘Oso ondo’ (muy bien en euskera) le decía esta mañana Arya a su abuela por teléfono. Intuyo que vive en la calle de detrás, yo la he escuchado desde el baño. Me ha hecho pensar que siempre que nos preguntan cómo estamos tendemos a decir ‘bien’ o ‘muy bien’. De primeras. Luego ya, si se vuelve a preguntar, aflora la verdad. Según con quién, claro. El problema es cuando preguntas a algún amigo si le pasa algo y te dice: ‘nada. Huye, aún estás tiempo. Tengo uno que odia que le pregunten cómo está. Es una pregunta trampa, más si no se hace mirando a los ojos. A través de emojis todo se magnífica. Para bien y para mal. Anoche me radiografiaron con emoticonos y acertaron casi de lleno. Me lo esperaba. Casi, porque el detallito de no ponerme mochila duele, aunque es algo que todo el mundo conoce y se obvia. Como la formula del agua. Ven, es superior a nuestras fuerzas no pensar ‘H2O’ cuando leemos la frase anterior. Espero que hayan pasado buen finde. Como Arya. Ya pueden tachar un día más.

Karen Pinto:

Qué ironía que ahora necesitemos la rutina para despejarnos. Y quién lo iba a pensar. Dicen que la rutina en exceso es mortal, y no lo desmiento; pero también puede ser mortal estar sin rutina alguna. Y ahora lo estamos comprobando en carne propia. Necesitamos regresar a la normalidad para concentrarnos y disfrutar nuestros pasatiempos sin ser interrumpidos por la tragedia que estamos viviendo. Hay una sobreabundancia de información que nos mantiene intranquilos.

Concentrarse es complicado por el ruido que se desprende de lo que sucede ahí fuera, en todas partes y a toda hora. El primer día que escribí en este diario anoté que la pandemia trajo consigo un silencio sepulcral. Y ahora me doy cuenta de que hay más ruido que nunca. Y es un ruido aturdidor: son los gritos y los llantos por las muertes y las tragedias que están pasando, en tiempo real, en todo el mundo. Necesito taparme los oídos, por lo menos, unas horas al día. Necesito despejarme y, para ello, tengo que dejar de consumir tantas noticias. Mi preocupación no se irá, pero, al menos, por unas momentos conseguiré ausentarme y disfrutar a conciencia. Por eso, ahora me dispongo a ver un capítulo de ‘Ozark’, una de mis series favoritas.

Cirilo Dávila:

Los domingos toca lectura de la prensa en papel. Disfruto con su tacto. Cuando las rotativas estaban bajo la Redacción, incluso llegábamos a casa con olor a taller. El contenido de hoy, un día más, es monográfico. Mi reconocimiento a la labor periodística.

Si esta profesión nunca lo ha tenido fácil, ahora mis compañeros me parecen artistas del alambre. Chapeau.
Por curiosidad, he querido recuperar los titulares de hace un mes, que a ojos de este encierro parece una distancia sideral. Otro síntoma de que la psicología nos está dejando ‘tocados’. Entre otros asuntos, el 5 de marzo la amante del rey emérito, Corinna, aseguraba que recibió una donación millonaria de Juan Carlos.

Al hilo de eso, me he acordado de un encuentro. Más bien, un tropiezo. Fue en diciembre de 2002. Se acercó a Galicia para testar los efectos del ‘Prestige’, aquel petrolero que se hundió frente a la costa, ocasionando un vertido de crudo y uno de los mayores desastres ecológicos de España. Juan Carlos I pasó por Muxia.

Pues bien, en aquella visita, el monarca nos abroncó a los periodistas que cubríamos la catástrofe: «La cosa no está tan mal ¡A ver si contáis las cosas como son!» Nos dejó helados. A pocos metros, el chapapote enmierdaba una playa que días antes era un paraíso.

El tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. El emérito está a pie de los caballos de la historia y aquellas playas, de nuevo lozanas. Sigo pensando que, entonces y ahora, la mayor contribución del periodismo es contar las cosas tal y como son, aunque no sé si todo el mundo quiera contribuir a ello.

Berta Pontes:

Valladolid. El día ha comenzado temprano para no tener ningún plan, aunque tenía el propósito de bajar a por el periódico. No solemos comprarlo porque nos pasamos a la edición online, pero hoy salía un artículo que he escrito sobre la situación de Nicaragua y a mis padres les hace ilusión tenerlo en papel guardado.

Mi hermana se ha empeñado en ver por la televisión la misa del Domingo de Ramos. No me he quejado pero tampoco le he prestado atención. La Semana Santa nunca ha tenido especial interés para mí y desde hace años veo las procesiones sentada en alguna terraza de bar. Aquí, en Valladolid, son típicas y las imágenes que se sacan son impresionantes. Por eso tenemos el Museo Nacional de Escultura, al que me escapo cuando tengo ocasión para ver las obras de Alonso Berruguete o el ‘Cristo Yacente’ de Gregorio Fernández. Cada vez que lo veo me corta la respiración (y eso que no tengo sentimiento religioso). Pensándolo bien, volveré en cuanto acabe este confinamiento.

Gorka Seco:

Hoy EL CORREO dedica una doble página a todos sus periodistas que están trabajando y manteniendo la actividad habitual del periódico. Muchos de ellos teniendo que salir a la calle manteniendo una serie de medidas de control. Otros desde casa. Me he sentido un tanto reflejado con este segundo grupo. Evidentemente no en la misma escala, pero de una forma u otra, nosotros también estamos generando contenido desde nuestras casas. Me ha parecido un buen detalle por parte de EL CORREO subrayar que detrás de todas esas páginas hay muchas personas trabajando con el país en estado de alarma.

Ana Gil:

«Venga, cariño, cuenta cuántas luces hay encendidas en la Torre Iberdrola». Así intentaba entretener mi vecino a su hijo en el balcón. Un cubículo de un metro cuadrado. Ni llega. A menudo observo a esa familia desde mi ventana. Veo cómo su padre y su madre intentan mantener ocupados a sus dos pequeños. Una niña y un niño de entre 6 y 8 años. En su rinconcito al aire libre montan meriendas, talleres de dibujo y hasta cantan el himno del Athletic en familia. Todos equipados con la camiseta. Siempre reparo en ellos. Son los niños del bloque y me pregunto cómo será esto para ellos. En Italia ya se permite que los más pequeños salgan a dar un paseo respetando las distancias de seguridad. Aquí, nada de eso.

Los perros pueden salir hasta tres veces, pero ¿qué pasa con los niños? Algunos dispondrán de jardín o terraza. A mi mente vienen las familias como esta. Dos niños en un balcón diminuto.

Escuchamos mucho en la tele eso de que el virus no tiene fronteras. Estoy de acuerdo. Pero el virus sí entiende de privilegios y muestra las diferencias socieconómicas.

Pablo Sáenz:

Domingo de kiosko y prensa. Hoy me quedo con la columna ‘Manual de interiorismo’ de Guillermo Garabito en el ‘ABC’ y su frase «Qué mal convive la gente consigo misma en el interior». Me ha hecho reflexionar lo siguiente: la gente no se conoce a sí misma y, ahora que tienen tiempo para hacerlo, emprenden un soliloquio con el que se sumergen en su interior y empiezan a descubrir quiénes realmente son. Esto, a su vez, me hace pensar en todas esas personas que llevan mal el confinamiento. Se aburren. No saben qué hacer. Creo que se debe, entre otras razones, a que no saben estar en soledad y disfrutar de ella. Se han dado cuenta de que ahora tienen que convivir con un desconocido en su cabeza o, peor, con la decepción de haber descubierto quiénes realmente son: alguien que no querían ser; alguien sin inquietudes que no se ha molestado ni en conocerse.

Aunque no lo creáis, hay personas que no se cuestionan nada, ni tan siquiera quiénes son. Es esa misma gente que no sabe disfrutar de la compañía de uno mismo. Esa que no sabe ir al cine sin amigos, disfrutar de un rato de lectura en una cafetería sin que nadie les acompañe en la mesa o de un viaje en solitario.

Es importante interesarse por uno mismo para descubrir tu personalidad, tus gustos, tus inquietudes, tus temores, tus carencias, incluso tus demonios. Por ello, recomiendo aprovechar esta cuarentena para remediar todo esto. Tal vez, así, esos que tanto se aburren encuentren en soliloquios el entretenimiento que andan buscando.

Franklyn Amaya:

Para los hondureños siempre ha sido costumbre comer sopa los domingos a la hora del almuerzo. Ayer junto a mis compañeras de piso –también hondureñas– quisimos mantener la tradición y, nos pusimos a elaborar una sopa de ‘Mondongo’. Y aunque la preparación no es nada fácil, con cuatro pares de manos en un mismo objetivo las cosas se agilizaron. Mientras Sara se encargaba de hacer las tortillas de maíz en la estura, Francy elaboraba el arroz, en la mesa Bessy preparaba la carne y yo ayudaba a pelar las verduras.

Un trabajo en equipo que terminó con una suculenta sopa, se la recomiendo.

Laura Tambo:

Buscando entre los antiguos archivos de mi ordenador he encontrado unas palabras que escribí durante mi paso por la Universidad. «A aprender a escribir se aprende escribiendo. O eso nos ha dicho una profesora de la facultad aparentemente sabia. Habrá que creerla. Total, no perdemos nada. Me gusta el reto que nos ha planteado. Escribir una especie de diario que nos ayude a profundizar para ser capaces de mejorar en la redacción. Y a mí como al resto de compañeros todavía nos queda un largo camino de aprendizaje para ser buenos redactores y transmisores de nuestros escritos. Pero creo que lo mejor de esto será abrir un cuaderno (en este caso un blog) dentro de diez años, poder leerme y sentir cómo he ido creciendo.»

Y mira cómo es la vida. Unos años después, tras abandonar uno de los mejores proyectos en los que me he embarcado, me encuentro escribiendo precisamente esto. Un diario, de cuarentena, pero diario al fin y al cabo. De alguna manera las cosas que podrían haber sido pero no fueron vuelven para recordarnos que siguen ahí. Que alguna vez hubo un principio, y que esto solo era el tiempo de descanso. Ahora empieza una segunda parte.

Luis Ramírez:

Miro mi maleta en la esquina de la habitación. Ese ha sido su sitio desde que llegué a Bilbao. Después de arrastrarla por Madrid la primera vez que llegué a España y sentir esa inquietud, no como la que tenemos ahora injertada en las costillas, sino una movida por los deseos de aventura. También fue la misma que me acompañó a Berlín en enero pasado, la ciudad donde extravié mi pasaporte y donde la incertidumbre me carcomía las entrañas. Era la que iba a acompañarme a Portugal con mis amigas ticas, quienes tuvieron que cancelar el viaje que ahora solo quedará guardado como una ilusión inconclusa. Esa que en estos días asumió el rol de una pesa dentro del gimnasio improvisado de mi encierro. Ahí está la maleta, azul e inerte como siempre, como un recordatorio de que algún día volveré a salir de aquí.

Iván Benito:

¿Se sabe cuando se alcanza el pico bajo del estado de ánimo? Igual lo he tenido hoy, y me gustaría asegurarme. Domingo de resaca, mismos síntomas. No por el alcohol, que de momento solo cae una cerveza al día. Viendo cómo vuelan en los supermercados, hay que dosificar. Los esfuerzos también, no nos vayamos a quedar sin fuerzas a medio camino. Igual por eso mi cuerpo hoy no estaba dispuesto a moverse del sofá. Todo el día en pijama, sin gustarme nada de lo que he visto en la tele. Sin Semana Santa. Pero mañana hago torrijas, lo prometo.

Irene Echazarreta:

Logroño. Agradezco los días en los que me levanto bien de ánimo y, sobre todo, poco cansada. Y es que no hay peor cosa que encontrarse una cansada cuando apenas se ha hecho algo, como cuando tengo el día tonto. Son momentos en los que no apetece ni moverse de la cama, pero que luego pesan en nuestra cabeza por no haber hecho aunque sea 15 minutos de ejercicio. Pero hoy he tenido la suerte de tener el día productivo, de poder sentarme delante del ordenador y que las palabras fluyeran para el reportaje que tenemos que entregar sobre el impacto de la suspensión de la Semana Santa. ¿Y por qué no hablamos del perjuicio que supone pasar este periodo ‘vacacional’ en casa confinados? Podrían salir historias curiosas.

Mikel Huerta:

Santurtzi. El de hoy será un Domingo de Ramos que nadie olvidará nunca. Lo triste es que no será por las típicas celebraciones que deberían haber tenido lugar y que tantos y tantos devotos presencian en diferentes lugares de España. Me da pena porque aunque yo no crea o no despierten nada en mí esas celebraciones, para muchos significa, para que os hagáis una idea, como para mí ver ganar algo al Athletic. Esta misma semana charlábamos con la tía de Oihane, gaditana y creyente, y nos confesaba que era muy duro no poder celebrar la Semana Santa. En estos días homenajea a su madre cada año desde su pérdida siguiendo tres procesiones como le inculcó y este, por culpa del coronavirus, tanto ella como sus vecinos no podrán disfrutarla.

Rabia, coraje, pena, … Por lo menos buenas noticias nos acompañan para dormir: nuestra vecina Cantabria acaba el día sin ningún fallecido. Esperemos que lo que vislumbra sea la luz de la libertad, y no la del tren viniendo de frente como sugiere alguno de nuestros profesores.

Fernando González:

Un domingo más confinados en casa. Son ya tres semanas que estamos encerrados, con apenas unas pocas salidas a la calle y sin contacto con otras personas. Hoy en día no veo la fecha del fin de esta situación. No lo paso tan mal, pero nunca había estado tanto tiempo sin que los rayos del sol pegarán en mi piel.

He arrancado con una nueva historia, se trata de un libro ensayo de John Hersey, que habla y cuenta la perspectiva de las víctimas de la primer bomba atómica que se usó en el mundo. Historias desgarradoras, pero también historias de héroes que hicieron todo lo posible por salvar vidas. Me ha entrado un gusto por enterarme de historias de la Segunda Guerra Mundial desde libros hasta un par de series que hay en distintas plataformas.

Para terminar el día nos enviciamos a ‘La Casa de Papel’, una producción que consigue ponerte los pelos de punta y mantiene la atención y la tensión durante toda la temporada.

Por la tarde noche fue momento de conectarme con mis mejores amigos, nos divertimos bastante y conseguimos sacarnos unas risas a pesar de estar encerrados. Hay alguno por ahí que todavía no entiende lo que es quedarse en casa y es triste ver que muchos no ven la importancia de mantener un aislamiento social. Hoy el presidente de México hará anuncios importantes o por lo menos eso se espera. Ojalá que al fin tome buenas medidas en todos los sectores.

La cocina descansó de mí este fin de semana. La gran mayoría de las comidas las ha preparado mi pareja y, bueno, tampoco me quejo de que me mimen un poco.

Oihane Irazu:

Día 22. Otro día más. Hoy hace un mes que estábamos en el Zurich, viendo la vuelta de semis. Segunda parte de un partido que tendré grabado en mi memoria para siempre. Pero sobre todo, los ánimos de Alba (persona que ni le va ni le viene el fútbol), al verme tan perjudicada por el 2-0 que nos dejaba fuera de la final vasca. Un mes, y parece que ha pasado un año. Cuando mi única preocupación era pasar a la final para que Paula no se riera de mí durante las cuatro próximas reencarnaciones. En fin, la vida, ojalá hubiéramos perdido 4-0 la final y no hubiera pasado todo esto. Lo firmaría ahora mismo. Pero bueno.

Por otra parte, tengo constancia que en este diario hay libertad de expresión, y me gustaría pedir justicia. No es cuestión de ideologías, es cuestión de humanidad. Justicia por un chaval de 28 años que hoy hace 8 le quitaron la vida sin motivo alguno. Beti zurekin, Iñigo.

Alba Rodríguez:

Deusto. Ha llegado el momento. La hora que temíamos desde que hace más de tres semanas empezó esta locura. Aquello que sabíamos tenía que ocurrir… en el piso nos hemos quedado sin papel higiénico. Tuvimos suerte al inicio de la cuarentena, ya que antes del encierro mi compañera de piso Ana compró un paquete enorme que ha durado hasta ahora. Ya no da más de sí. Con dos rollos restantes hemos decidido que mañana habrá que intentar conseguir más.

Ya sé que lo del papel higiénico agotado en las estanterías es un meme de hace ya más de 20 días, pero lo cierto es que las pocas incursiones que hemos hecho al supermercado han revelado que sigue siendo muy real, que la gente sigue temiendo la perspectiva de quedarse sin este producto y que sigue siendo difícil conseguirlo. Parece de risa pero es una realidad que ahora a nosotras nos afecta. Mañana intentaremos recorrer los establecimientos que quedan abiertos por el barrio en busca del papel higiénico agotado, como si fuéramos una película parodia de Indiana Jones. Esperemos que nos vaya tan bien como le suele ir a él. Deseadnos suerte.

Paula Soroeta:

Otro día más que no se bien qué decir. El tiempo pasa. Llevo desde el 16 de marzo sin pisar la calle y aún así todavía me cuesta creer que esto esté pasando. Así es, me cuesta creer que algo así, digno de un capítulo de ‘Black Mirror’ esté ocurriendo. Bueno, para ser más sincera, me cuesta asimilarlo más que creerlo. Como imagino, nos pasará a todos. Las series y las películas que cada día vemos nos muestran acontecimientos increíbles que nunca hubiésemos imaginado vivir . Lloramos, reímos y sentimos con ellas. Las hacemos tan nuestras que hasta son parte de nuestra vida. Pero al fin y al cabo son eso, ficción. Ficción que termina cuando apagamos la tele, nuestro iPad, ordenador o teléfono móvil. Y volvemos a nuestra realidad. Esta realidad. Somos los protagonistas de uno de los episodios más largos, duros e intensos de nuestra vida. Y por una vez en la vida, me gustaría que me hicieran ‘spoiler’ del final. No soporto ser una de las protagonistas de un capítulo con tanta incertidumbre

Javier Cuesta:

Los domingos son los días más sencillos. La costumbre de pasarlos en casa con una mantita y una buena peli hacen que, ahora, no se me haga pesado. Parece casi un día normal y corriente. Lo único que me distrae es el solazo que hace ahí fuera. Dios. Qué maravilla de día, el cielo está precioso sin apenas nubes. Es por eso que las cortinas han estado todo el día abiertas hasta que el último rayo de sol ha atravesado los cristales. La primavera ya se ha asentado y se nota. Me siento bien, todo lo que se puede, e intento alejarme lo posible de la negatividad. Me niego a ser arrastrado hacía ese bucle infinito otra vez.

Pedro Ontoso:

Hoy es Domingo de Ramos, un día de júbilo, así es que me vengo arriba y salgo de casa a por el pan y los periódicos. Salgo muy pronto de casa bajo un cielo teñido de rojo, que anuncia que viene algo de viento sur. No hay ni un alma en la calle. Bueno sí, ertzainas y policías municipales, que ya están patrullando para que se cumpla el confinamiento. Las chicas de la panadería ya están a pie de horno. Bueno, en realidad es La Croisanterie, que vende de todo. Pido dos barras ‘provenzales’ y dos ‘francesas’. ¡Qué tiempos en La Provenza! He estado y pasado en varias ocasiones, pero tengo pendiente una escapada para recorrer en bici los campos de lavanda en el Luberon. Mi viaje imaginario lo interrumpe Goio, mi quiosquero, que sigue al pie del mostrador, aunque con mucho estrés. Escucho el traqueteo del metro. La vida sigue.

Regreso por los acantilados de Aixerrota y veo a lo lejos varios petroleros, fondeados en El Abra exterior, en espera de que el lunes puedan entrar a los muelles de Petronor y descargar el crudo. El combustible nuestro de cada día… La maquinaria no se detiene.

Antes de entrar en mi casa me saluda una abubilla (también se le conoce como cuquillo), que ha bajado del pinar cercano. Es preciosa. Siempre me ha llamado la atención su exótico colorido y su pico largo y curvado, como el de los médicos venecianos en tiempos de la peste. Tienen una cresta de color ocre con puntos marrones, que cuando la despliegan se convierte en un vistoso penacho de plumas, como los indios iroqueses de Canadá. Me encantaba verlas cuando salía de caza con mi padre, Amancio, por los campos de Castilla. No éramos escopeteros, disfrutábamos de la naturaleza. Lo mejor era cuando parábamos a comer y asábamos unas chuletillas de cordero que llevábamos en el morral sobre unas tejas de barro en una hoguera de sarmientos. Con buenos tragos de la bota de cuero, cosida con sus propias manos en la guarnicionería de Gerardo, un navarro conversador de Cirauqui. Le visité en Tierra Estella y se me quedó grabada la ermita octogonal de Santa María de Eunate y sus leyendas de templarios. ¡Qué recuerdos!

El día, como siempre, lo he pasado escribiendo. Hasta las ocho de la tarde, que he salido a la ventana a aplaudir. Hoy se han unido los buques amarrados en el puerto de Santurtzi, que en realidad es el de Bilbao, con el sonido de sus sirenas. Secas, pero solidarias. La vida sigue.

César Coca:

Hay días que el tiempo parece estar abolido. Las horas se arrastran como si no quisieran avanzar y da la impresión de que no va a anochecer nunca. Hoy ha sido uno de esos. Siempre había pensado que necesitaba varios fines de semana de tiempo disponible para hacer unas cuantas cosas (organizar fotos, por ejemplo) y ahora que los tengo no me apetece nada en absoluto. Es más, estoy seguro de que acabará el confinamiento y esas tareas seguirán sin hacer. Es la diferencia entre vivir una situación buscada o que no tengas más remedio que encerrarte.

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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