Diario de cuarentena: Jueves 14 de mayo de 2020

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Pablo Ariza:

Caballo e3-c2. Jaque Mate, ‘luisraysa’. Así empezaba la noche de ‘el club de los jueves’. El resto de la noche, Seco se dedicó a ganar partidas de ‘Uno’. Entiendo el crecimiento de este tipo de juegos durante la cuarentena. Qué buenos ratos. El profesor Coca ya desveló ayer nuestro antepenúltimo ‘podcast’ de ‘RTP’. Un programa dedicado al binomio pandemia y literatura. He comenzado a leer el libro recomendado por Zaratiegui, ahora parece que poco a poco podemos ir concentrándonos un poco más en la lectura. Llevo ya casi una semana sin salir de casa. No es obligatorio salir, por si a alguno se le ha olvidado. Nuevo repunte, el virus está en la calle. Vivimos una pandemia. La OMS sigue alertando día tras día. Mueren más de 200 personas al día y nos acercamos a los 30.000. Podría seguir diciendo frases obvias, porque quizá sea la única manera de que capten el mensaje. La humanidad es egoísta, no vamos a ser mejores después de esto. Disculpen el tono, simplemente tengo miedo de la estupidez humana.

Karen Pinto:

He empezado una novela que tenía pendiente. La compré en el Casco Viejo de Bilbao, en una noche de lluvia de diciembre. En esa ocasión adquirí cinco libros: tres de la editorial Satori, que se especializa en la literatura japonesa, uno de Ferdinand Céline y ‘2666’ de Roberto Bolaño –el que leo ahora mismo–, que no pude encontrar por mí misma en las estanterías. Me acerqué al hombre de la caja y le pregunté si tenía 2-666, así, con esa separación, e inmediatamente me ayudó. Proseguí con mi búsqueda entre el mar de portadas y, cuando por fin me dirigí a pagar, él me preguntó si yo era chilena. Evidentemente lo dijo por Bolaño, pero también fue una forma indirecta de preguntarme de dónde soy porque no se atrevió sin alguna excusa. Al contestarle, sonreí como siempre lo hago cuando me preguntan de dónde soy, y charlamos por unos minutos, aunque en mi mente parece que fue la parte más larga de la noche. Ese es el recuerdo que tengo de aquella noche, ni siquiera me acuerdo del nombre de la librería, pero será fácil de encontrar, parecía que es muy conocida aquí. Algún día volveré. La novela está bien, pero ha empezado algo aburrida y tiene casi 1.200 páginas, así que espero engancharme rápido. A medianoche, he hecho una pausa a mi lectura para jugar un parchís con Javi. Como hemos estado un poco pesados cuando nos hemos ganado el uno al otro, me ha dicho: «Karen, qué tienes, ¿cinco años?» Como siempre, fue muy divertido.

Cirilo Dávila:

Doce años después de que Martín Zabaleta hollara el Everest, hazaña que hoy cumple cuatro décadas, fuimos invitados varios medios de comunicación a Barcelona para conocer los resultados de unos análisis efectuados a un grupo de sherpas, vitales para cualquier expedición que visite el Himalaya.

Estos porteadores nepalíes siempre han sido escrutados para conocer su adaptación a la altitud. Allí donde la montaña hace una selección natural entre quienes aspiran a coronarla. Susto o muerte, aunque en juego está la vida.

Aquella cita en Barcelona me permitió conocer al mítico Apa Sherpa, también conocido como ‘Super-sherpa’. De corta estatura, tez morena y piel fibrosa, Apa observaba todo el trajín su alrededor como el animal agazapado, que no sabe muy bien si defenderse o dejarse acariciar. Roto el hielo de las presentaciones y de abierta sonrisa, Apa se prestó a las preguntas. Nos contó que parecía haber sido tocado por el dedo del destino cuando ascendió por primera vez el Everest con el hijo de Edmund Hillary. Una pincelada en su biografía que adornaba la leyenda.

Aquel estudio médico nos mostró que los sherpas tienen una fisiología especial. Consumen menos oxígeno para hacer el mismo trabajo. Su sangre es menos espesa y, con ello, someten al corazón a menos presión. Dicho sea de forma resumida.
Hoy, al leer los reportajes sobre Zabaleta, me he acordado del encuentro fugaz con Apa. Nos reímos al hablar de la leyenda del Yeti o del abominable hombre de las nieves y aún recuerdo cómo resumía enfrentarse a la muerte allí arriba, más cerca del cielo que de la tierra, con un proverbio budista: «Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora».

Berta Pontes:

Valladolid. Hoy estoy realmente molesta. Parece que a algunos ya se les ha olvidado que hemos estado más de dos meses en casa y que, muchos de nosotros, seguimos en la fase 0. Siento que mucha gente ha decidido que la vuelta a la vida que tenían antes es obligatoria y que no pueden estar sin ver a sus más allegados, aunque se salten las normas. Me fastidia que, aun sabiendo que esto no ha hecho más que empezar, sean los que más lecciones dan y los que menos cumplen las normas para realizar sus propios intereses. ¿No os entra en la cabeza que el virus sigue ahí? Que no ha muerto tanta gente para que ahora, vosotros, con vuestros caprichos de niño pequeño malcriado, vayáis de botellón, de compras o de viaje. No lo entiendo y me enfurece ver las redes plagadas de imbéciles (sí, me permito el lujo de insultarles) como si esto nada tuviese que ver con ellos. Cada día tengo más claro que esta situación tan dura que nos ha tocado vivir, en plena incorporación al mundo laboral, no ha conseguido que muchos se bajen de su nube de «yo yo yo yo». Y qué pena…

Gorka Seco:

Tengo un problema con las mascarillas que hay en casa. Creo que me quedan pequeñas, bastante de hecho. Las uso cuando voy a salir a la calle durante un tiempo prolongado. La cuestión es que cuando hablo o bostezo, se me suele caer. Y claro, ya la hemos armado, porque se supone que no se puede tocar. ¿Cómo me la vuelvo a colocar?

Según he visto hay que hacerlo desde los extremos, pero se me hace muy complicado.

Mi padre me ha enseñado un truco para que se me caiga menos. Y sí, funciona, pero… no es 100% fiable. Creo que la solución pasa por comprar más grandes. Aunque no sé ni si habrá tallas en este mundo de las mascarillas…

Ana Gil:

La felicidad de volver a comer una buena hamburguesa. El momento más feliz del día. Ursúa y yo hemos decido pedir en un local muy pequeño del barrio que hace unas hamburguesas brutales. La conversación con el dueño también me ha animado. Al parecer, el apoyo de los vecinos está siendo increíble. «El barrio se ha volcado, chapó». Decía que necesitaban muchas semanas así para remontar estos dos meses cerrados. Su sonrisa ha sido como un símbolo de esperanza. Suena cursi, pero la alegría de ese señor me ha trasmitido positividad. Quizás pensar en la hamburguesa que me iba a meter entre pecho y espalda también ha influido. De vuelta a casa, parecía una niña con zapatos nuevos. La comida ha volado. Después hemos continuado ‘Vis a Vis’. Hace unos años vi una temporada, pero la dejé a medias. Qué raro en mí. También he terminado con los encargos para el homenaje de El Correo. Apunten, el domingo 17 de mayo en sus quioscos.

Pablo Sáenz:

Hoy he recorrido 6 km en una hora a ritmo de Berri Txarrak. Podría ser peor. Últimamente me exijo mucho en todo lo que hago. Tengo la sensación de no ser lo suficientemente bueno o de no hacerlo tan bien como se espera. Consciente de esta psicología he acudido a San Google, he tecleado y he leído sobre ello. El ‘Síndrome del impostor’ lo llaman. Consiste en tener la sensación constante de que no vales para lo que haces. Este pensamiento surge por el hecho de autoexigirse a uno mismo demasiado y no superar nunca un nivel de satisfacción con el resultado. Se aplica a todos los ámbitos: profesional, personal, familiar… y a mí últimamente me pasa con todo lo que hago. Supongo que todo está en mi cabeza y es cuestión de autoestima o de actitud, así que intento convencerme de que ‘podría ser peor’ y de que cada día que pasa soy un poco mejor.

Franklyn Amaya:

Me genera mucha alegría saber que pude ser parte de un proyecto tan noble como los homenajes para las víctimas del coronavirus, en una iniciativa de diario El Correo. Ha sido una experiencia muy gratificante, porder escuchar las historias de personas que en su momento lo entregaron todo por su familia, aunque también da tristeza el sufrimiento que están pasando sus familiares por perder a un ser querido en estas condiciones. Ayer justamente he terminado de gestionar la última de las historias, después de estar pendiente por más de una semana del correo electrónico para verificar las mejoras de los textos que cada persona sugería, hasta que estuvieran conformes para su publicación.

Laura Tambo:

El buen tiempo sigue sin dejarse ver por Bilbao. Y si lo hace suele ser siempre antes de las ocho de la tarde. Qué raro. A veces pienso que el universo nos está mandando una especie de señal. ¿O será la ley de Murphy?. El caso es que por una cosa o por otra siempre acabo saliendo a pasear con el paraguas en la mano.

Por lo que al día respecta, sin ningún tipo de novedad. Sigo trabajando en las tareas que tenemos entre manos y poniéndome un poco al día con algunas que había dejado más arrinconadas. Como escuchar los nuevos lanzamientos de canciones en cuarentena. Me gusta descubrir temas nuevos cuando estoy preparándome para salir, mientras me maquillo o cuando viajo en el autobús. Ahora como todo eso se ha visto reducido a prácticamente nada me he dedicado a cantar las que ya conocía creando mis propios videoclips.

Luis Ramírez:

Me imagino que andará alguno por ahí diciendo que me ganó en una partida de ajedrez. Si el jaque mate fue pura suerte, pensé que mi reina era mi rey. Confundí las coronas. Qué sé yo de monarquías. En fin, acepto la derrota, espero que me acepten la revancha. Lo que de seguro no cuenta mi rival, el de las piezas negras, es la paliza que le dimos Gorka y yo en el Uno. Pero bueno, gran costumbre hemos instaurado en el itinerante club de los jueves, que lo mismo se instala un miércoles que un lunes, lo importante es el buen rato.

Iván Benito:

Las fases del desconfinamiento están logrando sacar a la luz un odio territorial que solía canalizar el fútbol. Solo así se explica la malas caras en Jaén cada vez que escuchan algo relacionado con Vitoria. El fanatismo está adueñándose de nuestros comportamientos y nos deshumaniza. Se nos educa bajo el prisma de que somos imprescindibles, que podemos conseguir todo lo que nos propongamos, cumplir nuestros sueños. Pero la realidad es otra. Lo normal es perder, no ganar. Cada uno quiere que sus localidades pasen de fase, y ya no parecen importar mucho las consecuencias. Los políticos no están dando la talla y eso se nota en las calles. La gente ya habla de normalidad mientras mueren más de 200 personas cada día. 200 familias que se desgarran de dolor y que lo único que no necesitan es ver todo lo que está pasando estos días en el país. Más las que ya lo han tenido que sufrir, más las que todavía faltan por sufrirlo. Porque lo normal es perder.

Irene Echazarreta:

Logroño. No me gusta irme a dormir sabiendo que tengo un compromiso al día siguiente. Es algo que me inquieta. No sé si al resto le pasa. Pero me impide dormir del tirón. De hecho, se podría decir que incluso me paso casi toda la noche dando vueltas. Despierta. Sin pegar ojo. Todo porque lo que más me mantiene en velo es el miedo o la angustia a quedarme dormida y no responder con mis responsabilidades.

Mikel Huerta:

Santurtzi. La rareza de la situación va desapareciendo a medida que pasan los días. Las mañanas para el Máster y las tardes para el ocio y el deporte son el ‘planning’ de todos los días. Y el de los días venideros en los que parece que las sorpresas serán escasas. Lo único que puede cambiar ya esa rutina es que llegue el 25 de mayo y Urkullu anuncie que pasamos a la Fase 2. Entonces podremos dar un cambio drástico si permite ir a segundas viviendas. Por el momento habrá que conformarse con la libertad que tenemos. Un día más, un día menos.

Fernando González:

Este fin de semana vuelve el fútbol profesional y no tengo idea de cómo haré para poder ver los partidos de la Bundesliga… Tras dos meses sin juegos profesionales a nivel mundial, el campeonato alemán vuelve y es el primer experimento para saber si se podrán seguir jugando partidos de fútbol en medio de esta pandemia.

En toda Europa cruzan los dedos para que todo salga bien en los primeros partidos alemanes, para que otras ligas se planteen una vuelta rápida.

Ayer en el paseo del día sentí una alegría inmensa al pasar por una zona de bares y observar las terrazas con vida. La gente mantenía la distancias y no estaban a reventar.
Fue agradable ver esta nueva normalidad.

Oihane Irazu:

Tengo ocho páginas de periódico para hacer, más de 30.000 caracteres y bastante prisa. Hoy por la mañana he intentado finalizar con los obituarios del homenaje para empezar cuanto antes con el trabajo. Y a la tarde, cinco horas en Santurtzi han sido pocas en muy buena compañía, aunque la lluvia no haya acompañado. Qué ganas de que nos dejen ir a segundas residencias. Ya hemos pensado y acordado, el siguiente confinamiento que se espera en otoño, lo pasaremos en Mundaka desde el primer día.

Alba Rodríguez:

Deusto. El aburrimiento ha llegado a tal nivel que he empezado a hacer punto. Hace años, cuando vivía en Madrid, mi amiga Raquel me enseñó lo básico para poder empezar, ya que ella es una experta en lo que a tejer se refiere. Seis años después me dispongo a empezar un proyecto yo sola (lo que auguro que no va a salir muy bien): una simple bufanda a rayas. Seguramente me salga torcida, me salte más de un punto o incluso me canse antes de acabarla, pero con tal de hacer algo nuevo por el momento me conformo. Aparte de eso, el día de hoy ha pasado entre trabajar en el homenaje a las víctimas de coronavirus que saldrá el domingo y ver películas. A ver qué me depara mañana.

Paula Soroeta:

Estos días estoy retomando la lectura. Hacía tiempo que no me sumergía tanto en un libro. Ayer me quedé hasta altas horas leyendo ‘El misterioso señor Brown’ , de Agatha Cristie, y me hubiera quedado más tiempo, si no fuera porque ya se me estaban cerrando los ojos. Es una buena manera de salir un poco del mundo tecnológico en el que estamos sumergidos las 24 horas del día. La verdad es que a veces me gustaría no estar tan apegada a la tecnología; pero ya sea por ocio o por trabajo hay veces que no lo puedes evitar.

Javier Cuesta:

Mi vicio al parchís no se ha detenido. Es más, va en aumento. Hoy he vuelto a jugar con Karen y contra Karen. En equipos hemos ganado, en el duelo he salido derrotado, dos veces. Bochornoso. Puedo culpar a la suerte, pero la espinita sigue ahí. Le he pedido la revancha, aunque no sé si será peor. Para llevar poco más de un mes jugando, Karen ha aprendido muy rápido. Habrá tenido un gran maestro… Pero no he sido yo, os lo aseguro. Cuando creo que le he pillado el truco, termino perdiendo cuatro veces seguidas. Lo mío no es el parchís, está claro.

Pedro Ontoso:

Hoy he cambiado de pareja para el paseo. A las 8.30 de la mañana ha venido a buscarme José Luis Galende y hemos ido caminando, a buen paso, hasta la playa de Aizkorri y luego hemos regresado por el interior. Galende es un amigo, antiguo compañero en el periódico, que nos prejubilamos casi el mismo día. Le considero uno de los mayores expertos en asuntos laborales. Dominaba las estadísticas y los números tras años de analizar decenas de informes. Era un auténtico especialista en el tema pensiones. Todo un ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas, muy reacias a las cifras y a los porcentajes. Sus informaciones eran originales y exclusivas por lo que a menudo abrían el periódico en portada. Ahora se ha ganado un descanso para disfrutar de sus nietos y de su querida Zamora. Hablamos de todo eso y más en nuestra caminata sobre los acantilados en una mañana fría, sin apenas gente. Hemos quedado para repetirla. Por la noche me he cabreado mucho con las concentraciones en la milla del oro. Mañana os cuento una experiencia que tuve en la calle Nuñez de Balboa de Madrid, epicentro de esas protestas ideológicas.

César Coca:

¿Puede una novela de casi 1.400 páginas de letra apretada hacerse corta? Puede. Hay más de una, pero me he acordado hoy de ‘Un buen partido’ de Vikram Seth, un autor indio del que hablé con Pablo y Luis el miércoles. A ellos les cité ‘Una música constante’, que es una novela posterior, de dimensiones convencionales. Algo, lo del convencionalismo, sorprendente en un autor cuya primera novela la escribió… en verso. La segunda era la citada ‘Un buen partido’. Hace un tiempo, una editorial le ofreció un jugoso anticipo por escribir una segunda parte de esta impresionante novela-río. No parece que la haya entregado aún. Daba vuelta a todo esto y he decidido que esa será mi recomendación semanal para los lectores de elcorreo.com este domingo. De vez en cuando me salgo del carril de las novedades y recupero títulos más antiguos. Espero que alguien se anime (la dimensión es disuasoria) porque estoy seguro de que le gustará.

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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