Pablo Ariza:
Terminaba el otro día este suspiro al que llamamos ‘diario de cuarentena’ prometiendo que hablaría de mi abuela Paca. Pues no va a poder ser, la actualidad manda y quiero contar otra cosa. Ha caído en mi mano, nunca revelen fuentes, una historia de un grupo de vascos atrapados en Lanzarote por el COVID-19. Se publicó, la pueden buscar. En EL CORREO, si no quizá no lo pondría aquí. O sí, que a veces soy ‘echao pa’lante’. Estaban desesperados, si es que con la que está cayendo, quién los mandaría salir de Mendiola. No, ni idea de dónde estaba, pero ahora estoy seguro de que Aventura Pueblerina pasará por allí. Actualización del proyecto con Luis: leer diario de ayer. Mañana quiero hablar de búhos. O no.
Karen Pinto:
Me llama mi padre preocupado (otra vez). Para calmarlo le cuento que estoy alimentándome bien y que he almorzado un buen sudado de pescado con arroz. De repente, se le eriza el bigote y me dice con su acentico colombiano: «Hágame el favor, Tatiana, cuídese mucho y no salga. ¡Qué vaina! Dios quiera que la situación mejore rápido». Lo extraño. Y también extraño mi tierrita más que nunca. Escucho vallenatos y canto a todo pulmón las canciones de Diomedes Díaz y Jorge Celedón. Anhelo los batidos de frutas, los tamales, las almojábanas y los buñuelos por las mañanas. Y a la gente… ¡Ay, la alegría de los colombianos! Salir a bailar salsa y cantar mientras la mesa del bar está llena de comida y adornada con una botella de aguardiente antioqueño, eso me hace falta.
Cirilo Dávila:
Desde la ventana del estudio, mientras escribo estas líneas, veo el parque temático que tiene el hijo de un vecino. Más bien una versión urbanita del arca de Noé. Dos gallinas transitan sin norte por el jardín, un conejo afila los dientes mordiendo el tronco de las tuyas, otro descansa, y dos tortugas están, pero no se les ve. El otro día vi a este joven con un armiño en el parque próximo y pensé «la cabra están al caer».
Eso no es todo. Hace unas semanas contaba con un gallo que tocaba diana en horario canario; más de noche que de madrugada, literal. Supongo que hasta su familia le plantearía lo que dijo el compositor Manuel de Falla cuando encontró cucarachas en su cocina: «¡Ya sé que sois criaturas de Dios, pero esto es demasiado!» El gallo se mudó, o le mudaron, no se sabe, y vivimos desde entonces en esta comunidad bien avenida. Hoy, por ejemplo, hemos recolectado dientes de león y se los hemos entregado para incorporarlo a la dieta de los conejos.
Y con estas chanzas paso esos minutos basura, que ni siquiera van al inventario. El resto del Día del Padre ha ido con mayúsculas porque como nadie puede escapar me siento más homenajeado que nunca. Una jornada que, sin embargo, ha tenido un crespón negro. La sanitaria del hospital de Galdakao que ha muerto por coronavirus a los 52 años. Goian bego. Esta noche le hemos hecho un homenaje desde el balcón. Mañana, si el ánimo me acompaña, quizás hable sobre ella.
Berta Pontes:
Valladolid. Hoy hace una semana que me vine desde Bilbao para pasar la inminente cuarentena que venía con mi familia. Hoy hace una semana que solo salgo de casa para lo imprescindible. Pero hoy el día se me ha pasado muy rápido (puede que la siesta de 3 horas haya tenido algo que ver). Hoy también es el Día del Padre y yo tengo la suerte de poder disfrutar del mío. Se llama Antonio y estos días de encierro sigue yendo a trabajar para que el sistema informático que permite el teletrabajo no se caiga.
Por la mañana, mi madre y yo hemos un pastel para celebrar que estamos juntos a pesar de todo y, observando el pedazo que se ha servido, creo que le ha encantado. Agradezco tenerle cerca y contar con su apoyo siempre en todo lo que hago.
Como sé que lees esto día tras día… te quiero y gracias por todo, papá.
Gorka Seco:
Día festivo aquí en Etxebarri. Bueno aquí y en toda la comunidad autónoma, entre otros lugares… No ha sido un día cualquiera, se notaba un ambiente de jolgorio que habitualmente no suele haber. Muchas familias han salido a los balcones de sus casas durante la mañana y parte de la tarde. ¿Para qué? Pues para relacionarse, aunque haya tenido que ser a distancia. Música, bailes, cánticos… Parecía un fiestón, pero cada uno desde en su hogar. Mi impresión es que la cuarentena no nos amarga tanto todo el tiempo, o por lo menos la gente sabe sacarle la mejor de las sonrisas, a ratos aunque sea. Hoy es uno de esos días que demuestran que entre todos, podremos.
Ana Gil:
Quinto día de cuarentena oficial y ya se me empiezan a pegar las sábanas. No consigo madrugar si no tengo que salir de casa. Abro la ventana y un estornudo me recuerda que en dos días llega la primavera. El confinamiento no perdona a mi odiada alergia. Un día estupendo para disfrutar de un paseo, pienso. Pero no. Mis compañeros de piso y yo cambiamos el vermut por una verbena improvisada con las vecinas. Hemos cantando el ‘Hola don Pepito’ con el bloque de enfrente, bailado ‘La Macarena’ y coreado viejos temazos. Pero sobre todo, nos hemos olvidado del confinamiento. La vida de vecindario empieza a coger forma y sustituye a nuestra familia y amigos. Los balcones y alféizares se convierten en las nuevas barras de bar para tomar una bocanada de aire fresco en medio de todo este caos.
Pablo Sáenz:
Hoy me he despertado con un mensaje de Iberia en mi bandeja de entrada. ¡Por fin! El vuelo que tenía reservado a Madrid para finales de mes ha sido cancelado por precaución dada la situación que nos toca vivir. Lo cierto es que ya daba por perdidos los 80€ que desembolsé junto con las ganas de ver a mis amigos de la universidad. Ahora me siento como un niño dispuesto a gastar sus 3€ de paga dominical en un sobre de cromos de LaLiga. Así, con este reembolso en mi cuenta, ya estoy planificando mi próximo viaje. Cambio Madrid por Berlín, o tal vez Belfast. No lo he decidido aún. Tengo tiempo de sobra para planificar el viaje y engatusar a algún que otro amigo.
Lo he decidido. Cuando concluya este confinamiento y las calles, libres de amenaza, vuelvan a abrir, lo primero que haré será coger un avión y emprender un viaje que me haga olvidar estos días de crisis.
Franklyn Amaya:
Cada día de confinamiento se vuelve más complicado de sobrellevar, y más cuando en la ventana puedes observar un sol radiante, con una temperatura agradable que se presta para realizar un paseo largo y relajarse en uno de los tantos parques hermosos que posee la ciudad de Bilbao. Por supuesto, no iba a desaprovechar la oportunidad de darle un paseo a Thor, el perro que mi compañera de piso comparte con su dueño, y que solo los fines de semana podemos tener en casa. Este día tuvimos la suerte de que nos acompañara unas cuantas horas. Cómo disfruté esos pocos minutos, viéndolo correr y saltar en un pequeño parque que queda al costado del piso.
Laura Tambo:
Salto de la cama para ir corriendo a felicitar a mi padre. Hoy es su día. Bueno, hoy y todos, pero el 19 de marzo se celebra oficialmente. Teníamos pensada una escapada rural con la que toda la familia estaba entusiasmada, pero la situación nos obliga a cambiarlo por unas partidas de cartas y unos buenos bailoteos al ritmo de Alaska y Dinarama. Ni a mi hermana ni a mí nos apasiona demasiado su música, pero accedemos y nos desmelenamos (en la medida de lo posible) con ‘Perlas ensangrentadas’ y un sinfín de la discografía del grupo. Algunas ni nos suenan, pero oye, tampoco está mal de vez en cuando adentrarse en los 80.
Dice mi padre que aquella era una época irrepetible, a nivel musical, pero a nosotras que no nos quiten el reggaetón. Hemos terminado agotados, así que para reponer fuerzas preparamos una de las meriendas que más le gusta al hombre de la casa. Un chocolate bien caliente acompañado de churros. Yo creo que ya solo por esto, ser padre ¡COMPENSA!.
Luis Ramírez:
Anoche soñé que abría el cajón del armario de una casa ajena y salían ratas a raudales. En serio, era físicamente imposible, como ocurre en los sueños, que de un espacio tan reducido brotaran tantos roedores a la vez. Y yo con mis brazos sin fuerza, como ocurre en los sueños, intentaba sostener sin éxito la manilla de la gaveta para detener el frenesí mamífero. Junto a mí había un hombre cuyo rostro no correspondía a la persona que se supone debía representar en mi escenario onírico, como ocurre en los sueños, y se limitaba a atrapar las ratas y a reventarlas contra el suelo, donde explotaban como globos repletos de agua. En uno de sus lanzamientos uno de los animales rebotó y terminó aferrado a mi mano de un mordisco. Intenté gritar, pero no podía, como ocurre en los sueños. Cuando me di cuenta eran las 3:45 a.m., había abandonado la casa infectada de ratas y me encontraba en mi habitación con una comezón que me recorría todo el cuerpo. Se supone que en este diario debo relatar lo que ocurrió durante el día (lo que pasa cuando estoy despierto), pero ya se están acabando las novedades y lo más emocionante sucedió mientras tenía los ojos cerrados.
Iván Benito:
Mañanita de niebla en Burgos, pero sin tarde de paseo. El consuelo ha sido encargarme de todas las compras diarias. Mientras hago cola, pienso lo difícil que tiene que ser trabajar en estas condiciones. Con lo que le gusta hablar a Joaquín, el del estanco, y está solo, con guantes y mascarilla, despachando a los clientes en apenas 10 segundos. No se le ve feliz. Eva, la panadera, al menos bromea. «A ti el fin del mundo no te va a pillar sin pan». Mi fama de ‘apanarrado’ siempre ha circulado por el barrio. Imagino que los bocadillos con los que salía de casa tendrán la culpa. Precisamente a la hora de merendar comienza mi rato de videollamadas. Sirven para recordar grandes momentos y tratar de trazar los que vendrán.
Irene Echazarreta:
Logroño. Hoy hemos celebrado el Día del Padre. Ha sido una situación atípica entre nosotros. No por nada, sino porque gracias al coronavirus hemos tenido la suerte de coincidir –a falta de mi hermana que reside en otra comunidad– los tres en casa.
Y digo coincidir –y no haber pasado tiempo juntos– porque en estas ocasiones ambos sabemos que resulta más prudente que guardemos las distancias entre nosotros. Y no me preocupa. Sé que esta cuestión no te ha ofendido ni lo más mínimo, sino que más bien lo has preferido incluso por tu propia salud.
De todas maneras, quién hubiese dicho que tendría algo que ‘agradecer’ al dichoso virus por estar en casa, pero sobre todo, con lo más importante que puedo tener cerca en estos días de confinamiento, vosotros.
Mikel Huerta:
Santurtzi. Espero que todos hayáis disfrutado de un feliz Día del Padre. A mí me ha venido de cine. El día de hoy en familia ha sido como una inyección de energía después del duro día de ayer. Parece mentira que ya haya pasado una semana desde que las universidades cesarán la actividad. Nosotros estábamos haciendo un periódico. ‘Orain’. Me atrevería a decir que con una de las redacciones de más futuro (y presente) del periodismo actual.
Pero, por suerte o por desgracia, el día de hoy, con cuarentena o no, hubiese seguido mismos patrones. Poteo, comida y post-comida. Pero todo en el balcón de casa, lo más cercano a la ‘libertad’. Por suerte la tecnología hace posible que un aislamiento no sea tan duro gracias a videollamadas o juegos online. Pero la reunión masiva de las 8 es lo que más anima. Hoy no se si ha ido cosa mía pero he notado más entregados en los aplausos a los vecinos santurtziarras. Tanto que desde mi casa (justo pegada a San Juan de Dios) he visto por primera vez asomarse a los enfermeros y aplaudir. En definitiva, el tiempo pasa, más lento sí , pero pasa. ¡Muchos ánimos y muchas felicidades a los aitas!
Fernando González:
El sol y el aumento de temperatura por la mañana indican que no será un día tan largo y triste como los pasados tres. El desayuno sin prisa es algo raro y anormal en mi caso. Se inicia una serie nueva, ‘The Witcher’, y la brujería y la magia se apoderan de la pantalla.
Después de terminar las lentejas con chorizo que se han preparado en casa, recibo una llamada de mi hermana desde México, nos ponemos al tanto de la situación en ambos países y sufrimos repentinas interrupciones por los sobrinos que buscan entablar con balbuceos y alguna frase entrecortada una conversación con el tío que está a más de 9.000 kilómetros de distancia. Comienzo la lectura de la biografía del que ha sido uno de los mejores futbolistas de la historia, Johan Cruyff. En las primeras páginas deja claro por qué llegó hasta lo más alto del balompié mundial. El día termina con un par de quesadillas y una cerveza helada.
Oihane Irazu:
Día 5 de encierro. Quizás seré egoísta por no pensar en la gente que está peor que yo –con enfermedad, sin familia o sin hogar–. Ya. Pero es que el aburrimiento también es malísimo, y lo siento pero no estoy acostumbrada a estar encerrada 5 dias consecutivos. 22° durante todo el día –estoy segura que no llegamos a vivir esta situación y no hace bueno hasta junio–. 22° que solamente puedo disfrutar en la hamaca de la terraza de mi quinto piso. Y por la mañana, que por la tarde ya no pega el sol. Mi nivel de no saber qué hacer llega a tanto, que hasta me he puesto el uniforme del gimnasio –de cuando iba al Metropolitan Begoña–, para subir 12 pisos con un pulmón fuera. Cualquier persona que me conozca un poco, sabe que pasa algo grave para que retome mi rutina de hacer deporte. Lo más interesante de hoy ha sido ver el capítulo final de ‘Cuéntame’ en la televisión. Qué mayores están todos. Ah, y mi aitite me ha propuesto una buena excusa para que pueda pasear sin que la policía me diga nada. «Puedes bajar a los jardines de la urba y dar un paseo mientras miras los arbustos, si te dice algo alguien, le sueltas que se te ha escapado el gato y lo estás buscando. Nadie puede negar que sea verdad». Un genio mi aitite. Ya le he dicho que no lo descarto después del día 10 de encierro. Mi gata, se cayó hace dos años por un 5° piso y no se rompió nada, pero de eso ya hablaremos otro día. Y para terminar, algo que me alegra es que mañana sale otro reportaje mío en papel (y en la web del periódico). Qué guay es trabajar en algo que te gusta joé. Aún así, lo que describe mi día es: ME ABURRO.
Alba Rodríguez:
Deusto. El día ha pasado sin pena ni gloria, completamente desperdiciado. Cierto es que ninguno de los otros días de cuarentena han sido los más productivos de mi vida, pero hoy ha sido especialmente aburrido. Lo único destacable ha sido que era el Día del Padre. Qué concepto tan extraño en tiempos de cuarentena, y más aún si no tienes a tu padre cerca para poder celebrarlo en condiciones. Le llamo para felicitarle y oigo cómo mi madre le da los regalos y él los desenvuelve. Una caja de bombones y el disco ‘Come Fly With Me’ de Frank Sinatra, la voz que marcó su infancia y, unos años después, la mía. Me alegro de haberle comprado los regalos con antelación por primera vez en mi vida (soy una procrastinadora crónica), como si hubiera sabido que no se los iba a poder dar si no lo hacía. Me lo agradece y me dice que ojalá estuviera allí con él. Créeme, a mí también me hubiera gustado, papá.
Paula Soroeta:
Cada día recibimos información de un lado y de otro. «Esto va a durar hasta después de Semana Santa», es la frase que ayer retumbaba en mi cabeza. «Por favor, no», pienso. Y es que es precisamente la incertidumbre lo que más tensa me tiene. A estas alturas ya me sé los telediarios de memoria. El coronavirus se ha convertido en monotema y aunque todavía llevo bastante bien la cuarentena, ya empieza a pesar.
Javier Cuesta:
Hoy hace una semana desde que toda mi realidad se vino abajo. Hace a apenas siete días madrugué, como cada jueves, para enfrentarme a otras doce horas de estrés, agobio y satisfacción haciendo nuestro periódico ‘Orain’. Lo que parecía que iba a ser un día más terminó con la suspensión de las clases apenas se acercaba el mediodía. Inocente de mí, que todavía ni imaginaba un encierro de tal calibre, pasé aquel jueves pensando en todas las posibilidades que dos semanas enteras me ofrecían.
Poco después, el presidente Pedro Sánchez decretaba el estado de alarma en todo el país y la verdad me golpeaba de frente en la cara. No iba a ser un tiempo de descanso. Y hasta hoy, días más tarde, sigo asimilando esta nueva realidad en la que yo, junto a millones de personas, estoy obligado a vivir durante lo que se espera sea más de lo previsto. Crucemos los dedos.
Pedro Ontoso:
Hoy ha sido el Día del Padre. Mis hijas han madrugado para felicitarme y me han creado un cuento muy emotivo, pero no hemos podido compartir el tradicional cordero. Tiempo habrá. Han aprovechado para rogarme que no salga a la calle ni a por el pan. La carga viral acecha y cada jornada es como una ruleta rusa. ¿Quién será el próximo? A mi amigo Emilio Alfaro, un gran periodista, ya le ha cazado el patógeno. Lo cuenta él mismo en un emotivo artículo en ‘El País’. Me ha impresionado la noticia de su contagio. Aprecio mucho a Emilio, al que sustituí al frente de la sección de Opinión en EL CORREO. Hemos compartido muchas horas juntos, como cuando fuimos en mi coche a unas jornadas de la UGT en Zaragoza sobre los medios de comunicación y el terrorismo. Allí descubrimos los caldos del Somontano. Volveremos a descorchar un buena botella cuando salga y todo vuelva a su ser. Ahora toca una vida al ralentí.
Otro amigo, Carlos García de Andoin, me envía su comentario matinal en Radio Popular en este día de San José. Habla de la vida monástica a la que nos han obligado ese enemigo silencioso e invisible, pero terriblemente destructor, y anima a adaptar la mente a los nuevos hábitos, aunque la sensación sea de irrealidad. También insta a no dejar de tomarnos un ‘pote’ digital con los nuestros. Le hago caso y acepto la invitación de mi hija Ane y de Borja, su pareja, para tomarnos un vino mientras nos vemos las caras por Face Time.
Aprovechando que el sol se abre paso entre la densa niebla que envuelve Getxo, recojo los últimos pétalos de mi querido magnolio. Lo hago sin prisa, mientras reflexiono sobre estos tiempos de acero.
César Coca:
He trabajado muchas veces el Día del Padre (como tantos colegas y profesionales de otros sectores) pero esta vez ha sido una jornada especialmente extraña. A mí, venir cada día a la Redacción de EL CORREO me da la posibilidad de ver la calle, recorrer la ciudad y tomar el pulso a la ciudad, aunque sea desde mi coche, pero tampoco sé si esto va a durar mucho. Cuando regreso a casa, pasadas las diez de la noche, Bilbao tiene un aspecto fantasmagórico. No hay apenas tráfico y no veo a un solo peatón. Me he acordado de un día de alguna manera parecido: el 26 de agosto de 1983. Aquella noche, recorrí con otros compañeros en el coche de uno de ellos una ciudad fantasma, sin luces en muchas calles, con el Casco Viejo cubierto por las aguas y bajo un aguacero bíblico. En el coche sonaba la música que Vangelis escribió para ‘Blade Runner’ y todos teníamos la sensación de vivir dentro de una película de catástrofes. Hoy me ha pasado algo similar.