Pablo Ariza:
Trabajando en un reportaje sobre los efectos del aislamiento en la conducta humana, me he dado cuenta de que tengo síntomas de encierro. Falta de concentración, trastorno del sueño y del hábito alimenticio. A pequeña escala, no se vaya a preocupar la familia. Estoy a 833 kilómetros de casa en plena pandemia mundial. Permítanme la licencia de no estar concentrado en cosas que no palpo a diario. Lo virtual no sustituye a lo real. Nunca. ¿Qué leches hago yo ahora mismo en Bilbao? Si todo el mundo quiere estar con su familia. Aunque uno no pueda ver a sus abuelos, reconforta más tenerlos a tiro de piedra. Si no puedo pasear por la ría, ni irme con mi mochila a seguir la Aventura Pueblerina, que me perdone el destino, pero me vuelvo a mi casa. Disfruten de los mensajes de sus seres queridos, mañana ya habrá tiempo de preocuparse por la vida.
Karen Pinto:
Me equivoqué. Javi no es el único que se quedó impactado por mi historia. Oihane también. Ha soñado sobre lo que me sucedió: ¡y en su sueño aparece mi padre! Lo más curioso es que nunca había visto una foto de él –hasta hoy, que le he enviado una–, pero lo imaginó muy parecido a como es en la vida real. ¿Será porque cumple con el estereotipo del colombiano promedio? Moreno y con bigote, ja, ja, ja. O quizá porque hace unos días escribí en este diario el rasgo más característico de él. Sea como sea, me parece increíble que incluso haya soñado con eso. A decir verdad, es una historia impactante, pero, ¿que la sueñe? Me ha dejado atónita, como mi historia a ella.
Lo sé porque hoy ha sido el día de contar lo que hemos soñado. Paula ha contado el más extraño: de ancianas y ascensores que hacían de refrigeradores para humanos (este confinamiento nos está afectando a todos la cabeza). Javi nos contará otro día el suyo. Y yo he soñado con alguien del Máster. En fin, hoy he pasado trabajando todo el día. Quiero relajarme más, a ver si lo consigo.
Cirilo Dávila:
Hoy me he desayunado con la noticia de que el Ministerio de Sanidad devolverá 9.000 test rápidos comprados en China porque no cumplen los estándares de calidad. La Embajada china fue la que levantó la liebre (se habían comprado a una empresa sin licencia) y a última hora se supo que eran más de 50.000.
En el grupo de amigos que compartimos afición acudimos al mercado chino para comprar componentes. No nos ha ido mal. Conozco algún caso aislado de estafa. Sin embargo, en el puesto de mando de Sanidad ya es otra cosa, al parecer.
Llegados a este punto, me fui a la cama con esas dudas que un amigo elevó a la categoría de ‘grandes enigmas de la Humanidad’:
1) ¿Por qué los niños nunca rodean los charcos?
2) ¿Cómo es posible que zoquetes manifiestos alcancen rango superior?
Sigo sin respuestas, aunque la Reina de Corazones de Lewis Carroll ya proponía una para la segunda interrogante: «¡Que les corten la cabeza!» Y con respecto a la primera, dejemos en paz a los benditos niños, aunque nos salpiquen.
Berta Pontes:
Valladolid. Ayer aseguré que hoy tocaría la flauta e intentaría sacar alguna canción: mentí. Bueno, no mentí, pero me pasó eso que se dice por Castilla de «qué bien se madruga de noche». Me suele pasar bastante. A la hora de acostarme, mi cabeza da vueltas, pienso en cosas para hacer y las añado a una lista para hacerlas al día siguiente. Lo que pasa es que cuando llega ese día siguiente no tengo tantas ganas o no considero que sean tan necesarias esas cosas.
Pues eso me ha pasado con la flauta hoy. La he visto encima de mi mesa pero me ha pasado lo mismo que los últimos siete años: la he obviado. Mi madre dice que estoy desperdiciando un don. Yo no creo que sea para tanto. Simplemente sé tocar la flauta y ya. Y sé tocarla porque de pequeña me entusiasmaba. Bueno, de pequeña y hasta los 15 años. La cosa empezó a complicarse cuando la flauta pasó de ser un hobby a una obligación que acaparaba muchas horas de mis semanas. Y claro, la Berta de 15 años pensaba que tenía cosas mejores que hacer.
No me arrepiento de haber dejado los estudios musicales porque en ese momento era lo que quería y lo hice completamente convencida. Puede que en unos años lo retome o simplemente lo mantenga como un hobby, pero no puedo adelantar acontecimientos que ni yo conozco.
Gorka Seco:
Hoy se cumplen dos semanas desde el día que se conoció el cierre de universidades, medida que, como Máster y parte de la UPV, nos afecta a nosotros también. Hoy, tras varios días sin haberlo hecho, he salido de casa a comprar el pan, bueno, los panes en este caso. Trataremos que nos sirva también para mañana y así no tenemos que volver a salir.
Por lo demás he continuado con algunos textos de esos que nos piden los profesores y que hay que entregar más adelante, en algún caso solamente aclarando las ideas y en algún otro redactando algunas líneas más.
Ana Gil:
Mi casa cada día es más pequeña. El piso de estudiantes que parecía ideal para vivir se ha convertido en una caja de cerillas. De las pequeñas. Tengo la sensación de que mi cubículo de 70 metros cuadrados va a desaparecer en cualquier momento. Y claro, las videollamadas con mi madre no ayudan. Lo que daría por un ratito en mi terraza de Sangüesa o por un desayuno en el balcón. Con vistas al río y a la montaña incluidas. Aquí solo dispongo de unos pocos metros cuadrados que se han convertido en sala polivalente. De las vistas ni hablamos. Ahora mi cuarto es: dormitorio, despacho, sala de videoconferencias y gimnasio. Bueno, he de confesar que esto último solo un par de veces. Que no es poco. Seguro que en el amplio salón desde el que me habla mi madre me hubiera animado a bailar un rato. O hacer unas sentadillas. Siempre podré decir que cuento con el beneficio de la duda.
Pablo Sáenz:
Lo que más miedo me da de esta cuarentena es que los días pasen inadvertidos. No quiero salir de este confinamiento con la sensación de haber perdido los días no haciendo nada. No sin haber aprovechado esta oleada repentina de días libres. Por ello, me he propuesto descubrir algo nuevo cada día: un poema, un libro, un autor, un reportaje, una película de culto, un cantautor dando sus pinitos, una banda alternativa… algo por lo que, al echar la vista atrás, me haga sentir que, por lo menos, saqué algo de provecho. Hoy, por ejemplo, he dado con la banda The The y su tema ‘Uncertain Smile’. Directos a mi lista de favoritos de Spotify. ¿Alguna recomendación para descubrir mañana?
Franklyn Amaya:
Todas las mañas al levantarme me siento agradecido por el sitio donde estoy viviendo. Tengo la oportunidad de apreciar un hermoso panorama que me permite observar a través de la naturaleza lo que representa la estación de la primavera y, es que justo enfrente de mi cuarto se encuentra un árbol, que en unos pocos días pasó de ser solo un tronco y sus ramas a un hermoso árbol lleno de hojas que adorna el entorno. En cambio, a mi amiga y compañera de piso Sara es la estación del año que menos le agrada, pues se queja que, al esparcirse el polen por la zona, le provoca alergia e irritación en los ojos, además de un fuerte dolor de cabeza. ¡Qué mal por Sara!
Laura Tambo:
Hoy no vengo a hablaros de mí, ni de mi día. Solo quiero mostraros estas palabras de dolor que hace unos días una amiga me hacía llegar. Es el dolor desgarrador de una nieta que acaba de perder un trocito de ella, para ganar una estrella.
«Mi abuelo superó una posguerra y empezó a trabajar con ocho años. Se quedó sordo por trabajar más de 40 años en una empresa. Me enseñó a respetar a los animales, cuidar del campo y lo que es la nobleza en una persona. Me enseñó a nadar tirándome al río ‘o nadas o te ahogas’. Corrió delante de la Policía y le llamaban ‘rojo’. Nos pegábamos por ir en su coche donde no había reglas: se podía cantar e ir con el bañador mojado. Nunca me levantó la mano, ni a ninguno de sus hijos. Trabajó toda su vida para darles una mejor infancia a todos. Y hasta el último momento cuidó de mi abuela con amor y devoción. Y hoy se ha muerto por coronavirus, solo, en una habitación después de diez días de aislamiento. Sin que nadie le sostuviese la mano. Y eso es lo más triste».
Luis Ramírez:
Siempre tengo estas discusiones internas de si es saludable convertir los pasatiempos en tu forma de vida. A mí me encanta cocinar, y he pensado que, si me devolviera a mis 17 años justo al momento en el que decidí estudiar Periodismo, tal vez hubiese optado por la gastronomía en su lugar. Pero luego vuelvo a la realidad y creo que en aquel instante fue la opción correcta. Tampoco me malinterpreten, amo mi profesión, la satisfacción que da un artículo terminado, el hablar con la gente, el contribuir en la construcción de una sociedad más igualitaria y justa. También me he peleado en muchas ocasiones con esta y he querido dejarlo todo botado. Al final, terminamos reconciliándonos. Hasta estos cuestionamientos vocacionales tienen cabida en el encierro. En fin, yo sigo escribiendo y cocinando con lo que tengo a mano.
Iván Benito:
Es solo la segunda semana de confinamiento y ya estoy harto de la canción de ‘Resistiré’. Lo mismo que cuando escucho que los que nos quedamos en casa somos héroes. ¿Entonces los que están ahí fuera, trabajando más horas de lo normal, con peores condiciones, sin casi material… esos que son? Hay que apelar más al sentido de la responsabilidad y no tanto premiar a los que no lo merecemos. Pierde valor, como escuchar la misma canción varias veces al día. Por último, una reflexión. Me resulta poético que el confinamiento pueda terminar el 14 de abril. El día de la República acaba con algo relacionado con Corona. Una tontería, lo sé. Pero Felipe, por favor, ponte las pilas.
Irene Echazarreta:
Logroño. Esta mañana me he llevado una bonita sorpresa porque mi profesor de equitación me ha mandado un vídeo por WhatsApp. En él aparecía Morenita –More para quienes ya la conocéis– revolcándose y restregándose al sol como si de una croqueta se tratase. No podría haberme hecho más ilusión.
Resulta complicado estar alejada de ella estos días, ya no por no poder montarla, sino por no poder asegurarme en persona de que ella está en perfecto estado. Lo bonito es que en el vídeo he podido ver que está bien, tranquila y feliz, ajena a todo, como si fuera todo estuviese bien. No lo está, pero tranquila que pronto lo estará.
Mikel Huerta:
Santurtzi. ¿No estaba muy difícil la adivinanza de ayer, no? Hoy hablando con Oihane me ha reconocido que no sabía a qué me refería. Bueno por si a alguno más os ha pasado, que soy mucho de liarme en las explicaciones y el horario búho , como lo denomina algún compañero, no ayuda, mi nueva lista de palabras que odio son: Quédate, En y Casa. Eso sí, en casa estoy y en casa voy a estar luchando contra este epidemia.
Por lo demás, mi concentración sigue yendo y viniendo, como si de una mala conexión de Wifi se tratara. Hablando de Wifi. Hoy mientras hacía las labores del Máster, me ha llegado un vídeo, por parte de un amigo muy preocupado, sobre los 10 minutos finales de la conferencia que dio el Dr. Thomas Cowan en la Cumbre de Salud y Derechos Humanos de Arizona, el pasado 12 de marzo. Culpa al 5g de esta pandemia. Su discurso parecía convincente y mi falta de concentración me ha llevado a contrastar la información. Traduciendo noticias en otros idiomas e informándome sobre el citado en el discurso, el filósofo Rudolf Steiner, al final he echado la tarde. Todo para descubrir que a quienes defienden ese discurso los podríamos denominar como ‘amantes de los virus’. En un vídeo que recomiendo de TechMagnet, el discurso fue desacreditado y acusado de utilizar ‘noticias falsas’.
Esto me va llevado a reflexionar sobre la labor tan esencial y, más en momentos como este, que cumplen los periodistas con la ciudadanía. Mi más profundo ánimo a ellos, quienes tampoco descansan, ni asolados por una pandemia, para transmitir la mejor y más veraz información a los ciudadanos. Mi cabeza ha concluido, sin ninguna duda, que yo también quiero ese compromiso. ¡Mucho ánimo a todos!
Fernando González:
Todos los días a las cuatro de la tarde, reciboun mensaje de mi padre «que onda mi fey, ¿cómo estás?» Es el único mensaje que se repite día tras día. Mi padre está preocupado por la situación que está viviendo el mundo y en especial España con el Covid-19. Días antes de que se decretara el estado de alarma me pedía que volviera a México, para ante cualquier problema de salud estar juntos en mi país; al final, cuando intenté irme, ya era demasiado tarde y que fuera a mi tierra representaba un riesgo, para mi familia y seres queridos. Mi hermano me ha comentado en repetidas ocasiones que está preocupado. Por más que busco tranquilizarlo, no lo consigo, si no respondo en una hora a su mensaje comienzan los nervios en mi padre.
El día transcurrió con normalidad y tranquilidad, sin grandes novedades. En el piso, acudimos a Netflix para que nos hiciera compañía mientras cenábamos. Hemos visto uno de los últimos capítulos de ‘Black Mirror’. Mi único pensamiento es lo preocupante de las verdades que cuenta esta serie acerca de la tecnología y todo lo que dependemos de ella. Así como los problemas que puede llegar a generar.
Hasta mañana, viernes de fiesta en casa.
Oihane Irazu:
Bilbao, día 12 de encierro. Hoy he leído un tweet con el que me he sentido totalmente identificada: «Me autofelicito porque pasan los días y todavía no me he tirado por la ventana». No sé qué más escribir. Todos los días son iguales y no veo un final. Quiero pedir a la gente que deje de repetir que vamos a estar así hasta mayo, junio o quien sabe cuando, no anima NADA. Deprime y mucho. Hace dos días decidí desinstalarme la App de El Correo (del que soy suscriptora desde 2015), para no enterarme del minuto y resultado del monotema que ya me tiene saturada (pero sigo siendo suscriptora eh). Y decidí también twittear y retwittear solamente datos positivos sobre el p… temita. Basta ya de amargar a la gente. Parece que muchos disfrutan en casa y cuantos más días mejor. Pero yo lo estoy pasando MAL, ME ABURRO MUCHO. Puede sonar egoísta, pero nadie de mi familia está enferma ni nadie que conozca, por lo que puedo decir alto y claro que ME ABURRO. Y echo de menos a mi pareja, y mucho. Nos consuela planear el viaje que haremos en cuanto podamos; sol, playa, mojitos y nuestra compañía. Pa’ qué más.
Alba Rodríguez:
Deusto. Primera llamada por Skype con mis padres. Hemos tardado un rato pero al final lo han pillado. Aunque la capacidad de encuadrar de mi padre no tiene parangón pero bueno, se ha hecho lo que se ha podido. No hacíamos una videollamada así desde hace casi tres años, cuando me fui hasta Seúl un cuatrimestre. Ya me han dicho que a partir de ahora, que ya letienen «cogido el tranquillo», quieren hablar siempre así y no solo por voz. Me parece bien, echaba de menos ver sus caras, aunque la conexión a veces hacía que parecieran dos píxeles andantes.
Es curioso, cada vez uso menos el móvil. Hoy he leído un tuit que venía a decir ‘si tus amigos no te responden al teléfono es que pasan de ti, porque ahora estamos todos pegados al móvil’. No podría estar más en desacuerdo. Tantas llamadas, tantos mensajes, tantas notificaciones del cineclub online al que me he unido (puedo hablar más extensamente de esto otro día) solo hacen que me abrume coger el móvil. ¿El resultado? Cada vez lo utilizo menos. En cambio me he enganchado a mi Nintendo DS, pero eso es un cuento para otro día, que ya no me quedan líneas.
Paula Soroeta:
Desde hace cinco años hago teatro. Todo aquel que me conozca sabe que es una de mis aficiones favoritas. Me encanta tanto actuar como ir a ver una obra y siempre que lo hago todas mis preocupaciones desaparecen por un instante. Es algo mágico. Mi afición y amor por este hobbie comenzó gracias a mi madre, que también está en un grupo. Creo que solo aquel que se ha subido alguna vez en un escenario a actuar sabe de qué sentimiento hablo. Hoy jueves, mi grupo de teatro y yo tendríamos que haber actuado, me da mucha pena no haberlo hecho pero volveremos más fuertes ¡Viva el teatro!
PD. Oihane, podrás celebrar muchas cosas cuando acabe la cuarentena pero la Copa no, la Copa se vendrá a Gipuzkoa.
Javier Cuesta:
La última tontería de la ‘influencer’ de turno me ha alegrado el día. Bueno, siempre lo hacen. Es curioso la de cosas que llegan hacer por unas cuantos seguidores, ¿acaso les compensa? A lo tonto, he terminado investigando (que no cotilleando, seamos serios) todas sus redes sociales, así que parece que la táctica, por lo menos conmigo, ha funcionado.
Me gustaría culpar al confinamiento pero ¿para que nos vamos a engañar? Siempre caigo. ¿Lo peor? Que hay demasiadas y se hace imposible estar al día, pero ahora, por suerte divina, tengo tiempo de sobra… ¡Qué alegría, la cuarentena!
Pedro Ontoso:
Hoy me he levantado a las siete de la mañana porque los primeros rayos de un sol potente se han colado en mi habitación y me han despertado. Siempre amanece. También en tiempos oscuros. Me asomo por la ventana y veo que las máquinas de limpieza ya están rastrillando la playa de Arrigunaga. Va a quedar impoluta, como cada mañana, pero nadie la va a pisar. Solo las gaviotas, que juegan con las olas, como los niños en verano. Las máquinas oxigenan la arena. Oxígeno es lo que les falta a los millones de afectados por el coronavirus. Oxígeno es lo que nos falta a muchos de nosotros para purificar nuestra alma.
Hoy también es el cumpleaños de mi hija Elisabeth, que vive en Tres Cantos (Madrid). Son ya cuarenta. Llevábamos varios meses preparándole una fiesta sorpresa en un pub del Club Deportivo de Getxo, pero la tuvimos que suspender. Otra cita para la agenda. Por la tarde hemos hecho un ‘face time’ a cuatro, con más familiares, y hemos soplado las velas desde la distancia. Estaba feliz, junto a su marido, Mikel, y sus hijos, Mario y Laia, mis nietos. El ‘zorionak zuri’ lo hemos cantado con más fuerza que nunca.
Nosotros tenemos que dar gracias a Dios. Leo relatos tremendos que me estremecen. Ancianos que mueren solos, hijos que no saben nada de sus padres, familias que son abucheadas porque han sacado a respirar a sus hijos o hermanos que tienen autismo o alguna enfermedad mental. Sí. Es cierto que necesitamos oxígeno para purificar nuestras almas
César Coca:
Primer día de trabajo en casa. Lo había hecho antes, claro, pero se trataba siempre de escribir, no de hacer páginas, corregir textos o planificar un suplemento. Todo ha ido lento pero sin problemas. Eso sí, he echado muchísimo en falta a la gente. A todos esos compañeros sin los que el trabajo vale de poco o de nada, porque cada uno de ellos mejora lo que haces. Siempre he estado muy orgulloso de pertenecer a este equipo. Ahora, en la distancia, lo estoy aún más.
A lo largo del día he mantenido infinidad de conversaciones con gente de varias secciones. Nos hemos despedido de la misma forma en todos los casos, deseando volver a estar juntos de nuevo. Eso incluye a la gente del Máster. Echo en falta las clases de primera hora de la mañana, el barullo en el pasillo, las risas, los cafés de las once y el ‘potemáster’ de los jueves. Y me acuerdo de algo que ya escribí aquí: ‘También esto pasará’.