Pablo Ariza

Mi despertar tardío, cualquiera diría que estaba de vacaciones, coincidió con la intervención de Fernando Simón. Más bien llegué al turno de preguntas, como buen periodista. El café, compañero imprescindible también en época de cuarentena, coincidió con el dulce tecleo de un texto rápido para la web de EL CORREO. Como si fuera para la web, perdonen. Mi único miedo era salir a la calle a por el periódico y el pan, ya sé que nadie me iba a decir nada, pero el miedo es humano. Y por ahora sigo siendo humano, pese al COVID-19. Ah, mi tarde pasó entre cámaras e intento de vídeos en mi cuarto. De eso ya hablaré mañana, hoy no tengo más espacio.

Karen Pinto

La pandemia lo ha cambiado todo. De pronto se escucha el canto de los pájaros en ciudades grises donde antes parecía que solo había palomas husmeando en las aceras sucias. Los estruendos de la calle han sido reemplazados por las voces de los vecinos que atraviesan las paredes de los pisos, y se oyen las risas, los gritos, los lamentos… Nunca antes he estado tan atenta a los ruidos como ahora, cuando oigo desde mi ventana un silencio sepulcral que viene de afuera. Mientras tanto, aprovecho mi tiempo antes de que se diluya como el agua entre mis dedos al lavarme las manos, tantas veces al día que ya he perdido la cuenta. Y leo sin prisas. Disfruto los libros como si viajara a los momentos exactos de las historias: Estos dos últimos días he estado en Japón a principios del siglo XX, gracias a ‘El amor de un idiota’ de Tanizaki Junichiro. Y quiero más tiempo así…

Cirilo Dávila

Mi despertador no entiende de excepciones. Sigo levantándome temprano. Ante el empuje del coronavirus toca retirada, insisten en la radio. Me despierto con ella mientras preparo el desayuno a la familia. Creo que Niko, un yorkshire de carácter bonachón, oye la lluvia y opta por seguir tumbado. Todo transcurre al ralentí. No hay prisas, pero sí encargos. Pan, periódicos, tareas de clase, paseo con la ‘fiera’, que teme encoger al mojarse, comida… El comentario de la politóloga Martínez-Bascuñán me da algunas claves de lo que está por venir.

Malos tiempos para los flojos de ánimo. Me enfrasco en más deberes del Master y el día, aun cuando me ha cundido, no colma todos mis propósitos. Tampoco hay prisa. Esto va para largo.

Berta Pontes

Hoy me he despertado pronto y hemos desayunado en familia. Lo bueno de esto es que podemos pasar tiempo ilimitado con los nuestros. Llevamos cuatro días sin salir y todavía no ha habido discusiones; eso es bueno.

Desde la ventana no se ve a nadie y he bajado a Ónix a que haga pis. Hace mucho frío.

Gorka Seco

Ya no es fin de semana. El cuerpo pide más actividad, exige más responsabilidades que las que he tenido los anteriores días de cuarentena, los cuales tenían un aroma a descanso y abandonar un poco la rutina. Lamentablemente, la situación obliga a seguir con el hacinamiento, pero no quizás, con el descanso.
La mañana ha servido para hacer deporte y cubrir la rueda de prensa de Fernando Simón y compañía, de la que he realizado una crónica, y un texto para un informativo de televisión de minuto y medio aproximadamente. La tarde la he dedicado a hacer más deporte, en casa por supuesto, y diversas actividades, entre ellas deberes masterianos.

Ana Gil

El día empezaba con un café bien cargado y un tiempo que parecía acompañar a la cuarentena. Lluvia, mucha lluvia, y un silencio sepulcral en las calles. Todavía sigo asimilando el tiempo que tendré que pasar entre estas paredes desde donde escribo. Muchas horas muertas que acabas matando con cosas que nunca tendrían lugar en una rutina acelerada. Pintar una mándala que tu compañero de piso te ha dibujado se convierte en el mejor plan de tarde. Hay cosas que no cambian, el Kanka sigue sonando a todo volumen en el altavoz. A las 20 horas, los vecinos rompemos el silencio de las calles para reconocer el trabajo de los que se dejan la piel. Aplausos, emoción y mucha incertidumbre.

Pablo Sáenz

El día ha sido largo, como el café que me he visto obligado a beber para salir de mi ensimismamiento matutino. Lo cierto es que, a pesar de las previsiones de ser un día pasajero como otro cualquiera, he disfrutado de las pequeñas cosas que me ha dado, empezando por ese café cargado o el aplauso de toda una ciudad a las 20 horas desde las ventanas.

No ha sido un día perdido, ha sido una especie de prólogo a lo que será una cuarentena en la que tendré la oportunidad de retomar aficiones que la rutina me obliga a dejar ‘para cuando tenga tiempo’, de reorganizar ideas o proyectos aparcados en el fondo del cajón de sastre que es mi cabeza, o ¿por qué no? de hablar y estar conmigo mismo a solas. Tiempo para hablarme y escucharme.

Franklyn Amaya

Un día bastante aburrido. Me levanté de la cama a las 9 de la mañana y me puse a cocinar mi desayuno. Luego a las 11.30 empecé a cocer una olla de frijoles, mientras escribía un resumen de las declaraciones de las autoridades sanitarias, que transmitían por la televisión, una tarea que me dejaron en la Universidad. Hacia las 6.30 de la tarde me movilicé al supermercado para comprar un aceite de cocina que me faltaba y me quedé sorprendido al ver las calles casi vacías, ya que no había salido de casa desde que se decretó el estado de alarma. A las 8 de la tarde me asomé a la ventana para sumarme a los aplausos colectivos que se realizan todos los días en agradecimiento al persoanal sanitario que afronta esta pandemia.

Laura Tambo

Seguimos reclutados, así que me levanto y mientras desayuno enciendo la radio para últimas noticias sobre este maldito virus. Son las 11h, pongo la televisión y espero a que comience la rueda de prensa de Fernando Simón. Como periodista, y estudiante del Máster, me toca realizar unos mandados sobre las últimas informaciones del día. La mañana se acaba pasando rápido, aunque todavía queda planear la tarde. Esto parece la programación del viaje de fin de curso. Yo creo que un rato de siesta me va a venir bien. Son las seis de la tarde. Ya estoy más descansada, aunque no sé de qué. Me pongo mi traje de gala: mallas, camiseta y playeras. Una hora y media de ejercicio. Quién me lo iba a decir a mi. Ducha y volvemos al pijama. Una cena bien preparada, unas llamadas con juego entre amigos y… ¡felices sueños!

Luis Ramírez

Hoy el Sol no quiso burlarse de nosotros. El primer fin de semana de confinamiento tocó a las ventanas como invitando a salir, pero hoy ya no, se apiadó de los encerrados. Bilbao volvió a ser la postal viviente de una ciudad con lluvia. Contemplar el cielo, el pasatiempo de los que tenemos tiempo de sobra para ver por la ventana. Por supuesto que en medio hay otras actividades: cocinar, atender ruedas de prensa a la distancia, pasar las páginas de un libro que ya no es tan interesante, jugar videojuegos y ver series hasta aburrirse, hablar con amigos. Leer, escribir, escuchar y vivir la palabra coronavirus como en un bucle infinito.

Iván Benito

Sorpresa. Burgos amanece con los tejados y coches llenos de nieve. Esto ayudará a que la gente se quede en casa, pienso. La mañana ha sido ajetreada. Primero trabajo de campo para conseguir contactos de psicólogos para un trabajo pendiente. A las 11.30 pegado a la tele para seguir la comparecencia de Fernando Simón y rápido a escribir lo que ha dicho. La tarde no se hace larga pero sí pesada. A las 19.45 escucho a mi madre revolotear por los pasillos. Está nerviosa. Deseosa de que lleguen las 8. Quién nos iba a decir hace una semana que lo más emocionante del día sería aplaudir desde la ventana.

Irene Echazarreta

El segundo día de confinamiento ha sido, afortunadamente, bastante corto. Las tareas del Máster han hecho que se me pasara la mañana volando. Después he querido sorprender a mis padres en la hora de la comida con una ensalada bastante inusual en La Rioja: naranja, chorizo, aceite, sal y pimentón dulce. Les ha extrañado, pero oye, parece que les ha gustado porque han repetido. Por la tarde he tenido la oportunidad de ponerme al día con temas gastronómicos y, ya por la noche, he hecho videollamada con mi novio y con algunos compañeros del Máster y nos hemos reído jugando al ‘pictionary’ en directo, algo que se agradece hacer en estos días. A todo esto ayuda que los ánimos en casa están bien. Todos estamos concienciados de que esto irá para largo, pero ya veremos qué es lo que pasa cuando hagan una prórroga del estado de alarma.

Mikel Huerta

Hoy es el tercer día en el que no he salido a la calle, tanto por responsabilidad social como por obligación. Difícil de asimilar. Las dudas sobre cuanto durará esta situación (ya que desde el Ejecutivo admiten que va para largo) revuelan en la cabeza desde la primera ojeada de la mañana al móvil. Las noticias desde China y el humor, en ocasiones esperanzador, con el que la sociedad española está afrontando la situación alivian. Pero el estar confinados en casa, como todo, tiene su lado positivo. El plan de hoy: algo de deporte para no perder la forma. ‘Diario del año de la peste’ de Daniel Defoe. Y despejar la cabeza jugando con los amigos de manera online.

Fernando González

Empieza la cuarentena. Nos encontramos mi pareja y yo, junto con otras dos compañeras de piso, en aislamiento domiciliario. Hasta el momento son risas y actividades divertidas tales como juegos de mesa, rondas de cuentos y algo de deporte frente a la televisión.

Las salidas a por pan o en busca de alimentos como a tirar la basura son prácticamente oro puro, estos días todo mundo quiere bajar la basura con gusto.

Oihane Irazu

Día 2 de encierro completo. Me he despertado sobre las 9.30 (sin necesidad, pero bueno). Después de un café he ido al sofá para continuar mi maratón de ‘Élite’ en Netflix. A las 11.30 he escuchado a Fernando Simón en la televisión para realizar un trabajo del Máster. Después, he seguido con mi maratón particular de Netflix.

A las 15.00, he comido con mis aitites unas ricas patatas a la riojana para después echarme una siesta de casi dos horas. A las 19.00, me he sentado frente al ordenador portátil para realizar una entrevista por teléfono y empezar a escribir un reportaje para un medio de comunicación en el que trabajo desde hace un par de meses (por lo menos, desde casa se puede seguir trabajando). No ha sido hasta las 21.30 cuando varios compañeros del Máster nos hemos unido por videollamada para contarnos nuestro día, un ratito de risas y de consuelo entre todos, mientras echabamos de menos hasta madrugar para ir a clase –y sobre todo, esas cervecitas después de clase que no sabemos todavía cuándo vamos a volver a repetir–. En esta charla en común, Paula y yo comentábamos que preferíamos perder la final de Copa a que todo esto ocurriera. A las 23.00 ya me he ido a la cama, un poco de Netflix y a dormir. A ver si mañana al despertarme, todo esto ha pasado ya. Qué tortura.

Alba Rodríguez

Los días cada vez se me hacen un poco más largos, sobre todo porque he decidido empezar a madrugar para poder tener una rutina a la que aferrarme. Esas dos o tres horas de más se han ido haciendo bola a lo largo del día, pero por lo menos tengo la suerte de estar encerrada con mis compañeras de piso. Hay gente que no tiene tanta suerte y que tiene que pasar por esto sola, no creo que yo fuera capaz. A pesar de todo no ha sido un mal día. He cogido el ukelele que llevaba un par de meses acumulando polvo en una esquina de mi habitación y hemos creado un grupo de Skype con algunos amigos. Entre todos hemos decidido que cada día tomaremos juntos el café a las 6 de la tarde para amenizarnos un poco el día. Espero que seamos constantes y no nos cansemos de hacerlo en dos días. A ver qué nos depara mañana.

Paula Soroeta

La verdad que este día de cuarentena se me ha pasado bastante rápido. Por la mañana he estado limpiando la cocina y preparándolo todo para volver a mi casa, en Donosti. Después, he ido a la estación de autobuses, donde he estado esperando dos horas para coger mi bus. El viaje a casa, de 1 hora y 15, se me ha pasado bastante rápido. He llegado y me he reencontrado con mis padres, me moría de ganas de abrazarlos, qué raro ha sido no hacerlo. Por la noche he cenado con ellos y he hecho una videollamada con algunos compis del Máster.

Javier Cuesta

Dos días encerrado, dos días sin respirar aire puro, dos días sin tocar a un amigo, dos días de quince que nos esperan por delante. Cuanto más pienso las largas tardes que acechan en los próximos días, más me agobio. Intento evitar pensar en lo que queda y centrarme en el presente, distrayendome con banalidades que amenicen mi día.

Para mi suerte, cuento con la familia. Aquella con la que hoy siento más cerca que nunca, literalmente. Las amistades siguen presentes, aunque ahora es la conexión del Wifi quien marca la fluidez de la conversación

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020.

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