Pablo Ariza:
Punto y seguido a la historia de mi vecina de enfrente. Ahí estaba hoy, aplaudiendo como si nada, sin saber que llegué a llenar de preocupación mi diario durante unos días. Me miró cuando yo salí al balcón, pero otra vez nada. Qué difícil se hace decir lo que nos apetece en cada momento. Autocensura, aunque sea en nimiedades. Cuántas veces nos guardamos un ‘te quiero’ o un ‘te extraño’. Yo suelo decírselo a mis abuelos, a los que me faltan solía hacerlo. No hay nada más reconfortante que no dejar nada por decir a alguien que has querido tanto a la hora de su marcha. La suerte de vivir, supongo. La de veces que me habré arrepentido de no haber entrevistado a mi abuelo Aurelio. Fuente de sabiduría ese hombre. Grabarlo en un audio –algunos tengo, eso sí– que quedara para siempre. Me decía Luis que cómo una persona tan ordenada (veáse en fotografías y calendario, no quiero que mis familiares me linchen) no sepa a qué hora se va a levantar mañana ni lo que va a hacer. Le respondí: ¿Tú crees que Justin Trudeau toma sus propias decisiones? Esa es la forma de responder de un arrepentido que podría guardar más recuerdos para la posteridad.
Karen Pinto:
Descubrí que las respuestas a mis preguntas las tenían las personas que habían sufrido directamente los golpes de la guerra y que no querían que quienes atropellaron sus derechos, asesinaron a miles de hermanos colombianos, y sometieron al país a un llanto prolongado por más de cincuenta años fueran perdonados sin la justicia que, según el pueblo, merecían.
Y eso, simplemente, no lo podíamos comprender quienes no vimos con nuestros propios ojos las atrocidades de la guerra. Qué equivocada estuve aquella tarde en el Juan Valdez del centro de Bogotá, mientras tomaba un café, al pensar que iba a ganar el ‘sí’ al Acuerdo de Paz. Desde luego, a pesar de la estrecha victoria del ‘no’, lo que pasó después es que el acuerdo salió adelante. Para ese entonces el presidente Santos ya tenía adelantado el camino hacia la reconciliación que se ha visto más de una vez amenazada.
Pero también me di cuenta que mi frase llevaba algo de razón por la insinuación de corrupción, y aquello fue demostrado con la abstención al voto del 60%, precisamente porque se cree de antemano que pueden existir, digamos, de manera suave, alteraciones en el proceso o los resultados. Siempre tengo algún motivo para escribir las palabras de este diario y es que ahora estoy investigando sobre Álvaro Uribe, expresidente de la República y la principal figura opositora al Acuerdo de Paz en Colombia.
Cirilo Dávila:
Por fin, hoy he comprado mascarillas, más guantes y gel hidroalcohólico. Casi me acojo en la farmacia a un pago en cómodos plazos. Me han dejado tieso. El Ejecutivo lleva días anunciando que regulará estos precios, pero ya hemos aprendido a estas alturas que los anuncios del Gobierno central son como los huevos Kinder, siempre llevan sorpresa.
En términos económicos, esta crisis no la ganará nadie y la perderemos todos. Pensando en el gremio, cuando los grupos de comunicación vean la factura final se volverán a preguntar qué hacer con los periódicos de papel.
En 15 años (2001-2016) el derrumbe en la venta de ejemplares ha sido de más del 50%. Quizás sea corporativismo, pero sin los periódicos de papel viviríamos en un mundo incompleto. «Algo de vida le queda a este animal», me suele decir un compañero de profesión.
Claro que poco ayuda que el CIS plantee en su última encuesta si habría que «restringir» la libertad de los medios y tener solo una «fuente oficial de información». Si a eso unimos que la Guardia Civil admite que persigue bulos para minimizar el «clima contrario» al Gobierno habrá que concluir que son malos tiempos, no solo en clave sanitaria. Tenemos ya un mando único y esperemos que al BOE no llegue el pensamiento único.
Algunas personas se empeñan en ponérselo aún más difícil a esta profesión, que no solo sobrevive a duras penas, sino que también lucha contra los elementos. Daniel Innerarity escribía hace poco que tras períodos de miedo e incertidumbre la gente sale más preparada para la sumisión. Quizás sea esa la estrategia final y alguien nos está haciendo un traje a medida.
Berta Pontes:
Valladolid. Hoy es 20 de abril y como buena vallisoletana que soy, no he podido olvidar la canción de Celtas Cortos. Escrita a modo de carta para un amor del pasado, cada vez que la escucho me hace recordar el multitudinario concierto que el grupo dio en mi pueblo hace dos años. Unos conocidos bodegueros son amigos de Cifuentes e hicieron que Pesquera sonase a ritmo de los noventa. Yo, pese a seguir confinada en casa, me algro de que aún queden los de antes y de que no hayan cambiado. Seguimos haciendo risas pero ahora no es todos juntos, al menos físicamente. Esa ahora simbólica cabaña de Turmo es la que tenemos cada grupo, la que siempre estará ahí para cuando deseemos volver (para cuando nos dejen, más bien).
Gorka Seco:
La máxima categoría del baloncesto nacional ha informado que pretende jugar una fase final de la competición en una sede todavía sin definir. El Bilbao Basket está dentro de los equipos clasificados, que en total serán los doce primeros en la tabla. Parece que se aclara un poco el futuro incierto que tenía la ACB, aunque de momento habrá que esperar a analizar cómo se desarrollan los acontecimientos y, sobre todo, la enfermedad.
La otra cara de la moneda son los equipos de ligas inferiores. Todavía no se sabe qué ocurrirá con las ligas autonómicas vascas, pero la capital puede ser un buen ejemplo. La federación de baloncesto de la comunidad de Madrid ha dado por desiertas todas las ligas. Como si no se hubieran jugado. Ni ascensos, ni descensos. Puede ser un buen espejo donde mirarnos.
Ana Gil:
El dolor está muy cerca. Esta semana he recibido otra mala noticia. Una amiga ha perdido a un ser querido. Ya es la segunda persona de mi entorno más cercano a la que el coronavirus le dejará una huella imborrable. Perder a alguien ya es una situación delicada como para añadirle el no poder vivir el duelo. Ni saber cuándo podrás hacerlo. Se me ponen los pelos de punta. Familias enteras sin poder compartir y aliviar ese vacío. Ni tan siquiera llegan a ser conscientes. Su vida sigue igual. Están encerrados y el choque de realidad parece estar amortiguado por una cuarentena interminable. No han podido experimentar el dolor y la ausencia. Encender una vela o escribir una carta se convierte en su pequeño alivio. Algo a lo que agarrarse. Estos días son complicados, pero como me decía una muy buena amiga: el verdadero golpe llegará cuando salgamos a la calle. La vida volverá a correr a ese ritmo vertiginoso que ahora parece lejano. Y ese será el mayor reto, el precipicio al que muchas familias se asomarán. El dolor también se desprenderá del confinamiento, pero no de las personas.
Pablo Sáenz:
20 de abril. Resulta casi imposible no reparar en la canción de los Celtas Cortos, en la que Jesús Cifuentes recuerda «aquella noche en la cabaña del Turmo». A mí el tema de 1991 me lleva a Madrid a vivir un recuerdo que no es mío: estoy en la habitación 210 del Colegio Mayor Juan Luis Vives. Mi tía Ester tiene la pared de su cuarto llena de pegatinas y fotografías (Decoración al más puro estilo CMU). Es el año 2002 y es un día que fotografió para el álbum de recuerdos de su vida como universitaria en Madrid. Yo tenía cinco años por aquel entonces.Solía ir con mis abuelos a la estación de autobuses de Logroño a recoger a mi tía al inicio de las vacaciones. En el coche nos contaba sus últimas anécdotas y yo le preguntaba por Madrid. Me hablaba de la Plaza de Castilla y las Torres Kio (entonces no estaban las famosas cuatro torres). Yo alucinaba imaginándolo todo. Me encantaba oír sus peripecias universitarias. Siempre quise vivir algo parecido. Catorce años después ahí estaba yo, viviendo mi experiencia en Madrid. Han sido los cuatro mejores años de mi vida y ahora que ya he cerrado esa etapa, como dice ‘Cifu’ en su canción: «Me había puesto a recordar. Me entró la melancolía».
Franklyn Amaya:
Vale más que el estrés del confinamiento solo me afectó el domingo, pues este lunes me he levantado con un poco más de ánimos. Por la mañana le dediqué media hora a los ejercicios, lo que me ayudó a reactivarme. ¡Es increíble! pero el ejercicio me funciona como una píldora mágica que me proporciona energías durante todo el día. En la tarde un poco de lectura, para luego terminar con algunos trabajos retrasados del Máster. Mientras que en la noche he comenzado a ver en Netflix la segunda temporada de ‘Vivir sin permiso’, que me tiene bastante enganchado.
Laura Tambo:
A veces las cosas más absurdas son las que más felices nos hacen. Como el vídeo que le he enviado cantando a todo pulmón el ‘Zorionak Zuri’ a una buena amiga que hoy cumplía años. Ella prefería la versión en castellano, porque no entiende ni papa de euskera, pero yo para hacerla rabiar y como buena bilbaína, he considerado lo que me ha venido en gana. Cosas del manual de la amistad. También le he dedicado unas bonitas palabras (o eso me ha parecido a mí) en una felicitación conjunta con los más allegados. Este año no ha habido regalos, ni besos, ni tirones de orejas y sin embargo, me ha confesado que ha sido el cumpleaños más especial que ha vivido hasta ahora. Tengo que reconoceros que me ha emocionado escuchar cómo nos agradecía cada pequeño gesto de amor y dedicación hacia ella. Ojalá el mundo supiera el verdadero valor de los pequeños detalles y aprendiese del conformismo. A veces, no necesitamos más, aunque nos cueste creerlo.
Luis Ramírez:
«Gracias por darme ánimos. Por dicha durante los últimos días he tenido muy buen humor. No sé qué pueda contarte que no sepás ya. Lo único que se me ocurre es que siempre actúo pensando en que vos podás estar en paz. Hago la tarea hoy para quitarte el peso de encima mañana. Para que podás vivir tu presente. Tal vez debería aprender esa lección y tratar de vivir mi propio presente. Siempre espero de vos lo mejor y espero que cuando mirés hacia atrás te sintás orgulloso. Decís que todo pasará. Me aferro a esa esperanza, así que no me queda más que seguir tu consejo. Seré paciente». Telegrama a mi yo del futuro
Iván Benito:
Imposible evadirse del temazo de Celtas Cortos en un día como hoy. Lo mejor que ha aportado Valladolid a la historia. Treinta años desde que La Cabaña del Turmo saltara a la fama. Lugar precioso en el pirineo oscense que recomiendo visitar. Yo la verdad es que Turmo lo he cantado pocas veces. Turco, turbo… pero siempre con risas. Canción de buen rollo por excelencia, de las que hacen falta estos días. Si me preguntaran, creo que la música sería la última cosa a la que renunciaría para estar en casa. Un chute de ánimo al despertar y afrontar otra reedición del día anterior. Espero que como los Celtas, lo que falte de confinamiento sea Corto.
Irene Echazarreta:
Logroño. Qué felicidad me da pasar un pequeño espacio de tiempo en mi rinconcito. Es ponerme los cascos, reproducir mi lista favorita de música y que el estado de ánimo cambie en un ‘clac’, casi de manera instantánea. Y ya si al buen ritmo le sumas una presentación de fotografías y de vídeos viejos o de viajes recientes, ni te cuento. Cómo me gusta hacer un repaso de cada uno de ellos y rememorar los momentos que me hicieron disfrutar y, sobre todo, crecer como persona. Anécdotas y momentos en los que estábamos totalmente ajenos a las circunstancias que tenemos ahora de coronavirus. Y es que quién se iba a pensar que, casi de un día para otro, su libertad se viese condicionada y restringida. Solo queda recordar aspectos del pasado que nos han hecho felices y seguir, que esto terminará, no sé cuándo, pero lo hará.
Mikel Huerta:
Santurtzi. Pese haber tenido otra mala noche, con pesadillas y durmiendo poco y mal, las noticias con las que hemos amanecido han condicionado un espíritu positivo. Y es que la reducción de contagios y sobre todo el descenso del número de fallecidos son datos alentadores que ayudan a empezar otra semana más confinados e invitan a la esperanza.
Sentimiento que contrasta con la llegada de ese proceso de ‘desescalada’ que se ve muy cercano. Una de las palabras más controvertidas y que, sin duda se ha convertido en una de las palabras del momento. Aún así las noticias desde China han manchado el día con eso de un nuevo brote. Y al final, lo habitual con este maldito virus, una de cal y otra de arena.
Fernando González:
Estos días grises, templados y nublados en Pamplona, me gustan. Siempre me ha gustado la lluvia, en México es mi temporada favorita. Eso sí, que llueva cuando estoy en casa o en un lugar cerrado porque al menos, en Guadalajara, todo se vuelve un caos cuando llueve. En este clima un poco frío pero agradable, unas gotas por la mañana y por la noche siempre caen bien. Lo que extraño son aquellas tormentas torrenciales con truenos y mucho viento que provocan miedo. Creo que aquí pocas veces las he visto.
Las noticias de ayer en el ámbito económico no son nada alentadoras. El precio del petróleo se derrumba en México y Estados Unidos, llegando a niveles negativos por primera vez en su historia. ¿Cuál es el futuro de este hidrocarburo?
Hoy, sin duda será un día negro para mi moneda y seguramente sufra otra devaluación importante.
Oihane Irazu:
Ahora ya el hastag de las cadenas de televisión no es ‘Quedatencasa’, es ‘LoEstamosConsiguiendo’ y eso creo que es un paso muy grande. Otro día menos.
Alba Rodríguez:
Deusto. ¡Por fin hemos aprovechado la terraza! Para poner en contexto, en mi piso hay dos balcones: uno en el que da el sol durante la mañana y otro en el que brilla por la tarde. En las cinco semanas de cuarentena que llevamos no habíamos salido a ninguno de ellos, exceptuando para los aplausos de las ocho. Sin embargo hoy, después de comer, hemos decidido salir a tomar el sol. Elena y yo odiamos esta actividad (los que nos conozcan un poco lo sabrán) pero nos hemos quedado en la terraza hasta las nueve de la noche, cuando el sol ya se empezaba a esconder. ¡Hasta hemos dado una de sus clases online de guion a la intemperie! Mañana vuelve el mal tiempo, así que puede que pasen unos cuantos días hasta que podamos volver a pasar toda una tarde relajadas al sol. Por lo menos hemos podido exprimir al máximo la de hoy.
Paula Soroeta:
Últimamente sueño unas cosas muy raras.He oído que a mucha gente le está pasando en este confinamiento. Esta noche he soñado que mañana me iba a Berlín con dos amigas, pero que al final no podíamos ir. Parece que ni en los sueños podemos salir de casa. Todo parecía tan real y tan cercano.
Mis padres y yo seguimos con ‘Presunto culpable’. Amazon Prime Video nos está haciendo la cuarentena con todas las series y películas que estamos viendo. Además yo estoy volviendo a ver por no sé qué número de veces ya ‘Friends’, mi serie favorita. Siempre es buen momento para verla.
Javier Cuesta:
Comienza una nueva semana y lo hago con las pilas recargadas. Estoy en el ‘mood’ adecuado para afrontar los días que vienen. Por suerte, cada vez queda menos y ya no me cuesta tanto. Hemos vuelto a recuperar en casa la costumbre de jugar una partida de cartas todos los días, ya que ha estado aparcada durante un tiempo. Lo que peor llevo estos días es comer; estoy sin apetito y cada vez me cuesta más. Aunque por las noches, para no perder la costumbre, me entran a traición esos antojos que me hace asaltar el armario de los dulces.
Pedro Ontoso:
Hoy he vuelto a salir a la calle para comprar mascarillas y enviárselas a mi hija Elisabeth a Madrid para que puedan salir a la calle, a partir del lunes, con mis nietos. Ellos viven en Tres Cantos y no hay en ninguna farmacia. En vez de ir hacia el centro de Getxo, he caminado hasta Andramari y ha sido un recorrido con mucha nostalgia. He pasado junto a la iglesia de Santa María, donde se casó mi hija y donde pensamos bautizar a Laia en cuanto se pueda. Luego he bordeado el batzoki, un viejo caserío en cuya terraza me solía sentar a menudo, y me he asomado hacia el Polideportivo, que ahora acoge a menores extranjeros sin techo: parecía una plaza de Marruecos con jóvenes al sol, los conocidos como ‘sujetaparedes’ que sestean en espera de nada. Había un silencio increíble, sólo roto por los albañiles de dos chalés, que los había dejado en esqueleto antes del confinamiento y ahora tienen ya forma de casa. El suelo de las estradas estaba mojado y olía como si hubiera llovido lejía. Acababa de pasar un camión desinfectando las calles.
He dado un pequeño rodeo para pasar junto al molino de Aixerrota y la cafetería del Cubitas. Todo cerrado a cal y canto. Como el parque infantil cercano, el favorito de mi nieto Mario, que el llama ‘el parque del mono’, desde el día que le llevé y le dije que era para que se le quitara ‘el mono’ después de varios días lloviendo.
En Algorta había más animación. Me ha llamado la atención el autobús de los donantes de sangre, vacío, en espera de ciudadanos altruistas y generosos. Cuando he llegado a Correos, la oficina estaba cerrada. Eran las 12.30 y sólo abren tres horas al día. Funcionarios. Y luego quieren competir con Amazon. Me he parado un momento frente a la persiana de El huerto, el pequeño bar de mis amigos Jesús y Pili, donde he pasado momentos agradables, catando vinos desconocidos. Nostalgia de los buenos ratos. De regreso a casa he parado en el vivero de Ana, muy preocupada porque se le están marchitando las flores y las plantas. Le he comprado un montón, para animarla y para que se entretenga mi mujer reponiendo los tiestos. Mañana volveré a Correos.
César Coca:
He estado pensando en eso que se llama ‘suspensión de la incredulidad’ y que afecta a la literatura y el cine (o las series de TV). Tengo una compañera de trabajo que dice que si un relato, en el formato que sea, no puede creérselo, lo deja. Eso no significa que no acepte un cierto grado de fantasía, pero no los excesos que tantas veces se ven. Esto viene a cuento de los episodios de la cuarta temporada de ‘La Casa de Papel’, en los que los protagonistas lo mismo toman decisiones estratégicas de tipo militar que operan a una compañera para extraerle una bala de un pulmón. Me parece que los guionistas han exprimido al máximo lo de la suspensión de la incredulidad. Claro que hay otras series ambientadas en la Edad Media en las que de pronto aparecen dragones voladores. ¿Un poco de realismo? ¿Quién pide semejante vulgaridad?