Diario de cuarentena: Martes 14 de abril de 2020

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Pablo Ariza:

La serie ‘Unorthodox’ (Netflix) ha hecho que pierda la noción del tiempo durante seis horas. Relata la historia de una joven que se siente fuera de lugar en una comunidad de judíos ultraortodoxos en Nueva York. Autobiográfica. La cosa cambia, ¿verdad? Nos ponemos en la piel de algo si nos dicen que ha pasado. Basado en hechos reales. Así ya han captado nuestra atención. Como mi amigo Samuel, qué tipo. Ese sí que me tiene cautivado. Una de las personas que mejor entiende que no hay que estar constantemente conectados para consolidar una amistad. O ‘Javito’, que me da como caso perdido a la hora de contestar en Telegram, aunque se siente parte de mi familia. Y yo de la suya, claro. Mi amiga María, otra igual. Sin necesidad de estar pegados a mensajes que se evaporan y que difícilmente quedan en la memoria. La vida en cuarentena no tiene que ser el momento para ponerte al día con tus amigos. Se supone que ya lo estás el resto del año. Los conoces. Un pilar que hay que cuidar. Y no te preocupes si no te he mencionado, me acuerdo de ti. Ah, los mensajes en horario búho sí permanecen, aunque sean por WhatsApp.

Karen Pinto:

Hoy no he hablado con nadie, pero me he acordado de todos. A mi mente han venido recuerdos de la infancia que hace mucho tiempo que no tenía. Y que casi podría decir que no sabía que todavía estaban en mi cabeza. De cuando tenía seis años y mi padre me peinaba como a un niño en las mañanas, me vestía y me ponía los zapatitos para ir al jardín de infantes a empezar lo que nunca he acabado de hacer. Estudiaba hasta el mediodía y la buseta escolar me recogía a la una en punto. Yo era la favorita del conductor, de quien nunca he logrado acordarme el nombre, pero sí de su cara. Iba cantando y le contaba mis hazañas en el aula de clases de sillas y pupitres pequeñitos, tan pequeñitos como todos nosotros.

Luego llegaba a casa y mi padre y mis hermanos, Lorena, Jennyfer y Steven, me esperaban para almorzar. Y pasaba las tardes jugando con Lorena, con ella es con quien más tiempo pasé durante mi infancia y adolescencia, porque solo es un año mayor a mí. Mi papá siempre nos mantuvo ocupadas: cursos de pintura, música, manualidades, inglés, deportes. A los 9 años empecé a jugar baloncesto, hasta alcanzar una categoría semiprofesional, y entrenar dos veces al día, y así hasta los 18 años. Hasta que entré a la universidad y me retiré del juego.

Y desde ahí mi vida se partió en dos, porque luego empieza otra historia muy distinta. Hace mucho que no me acordaba de todas estas cosas, con algo de nostalgia y felicidad, y todavía no sé ni por qué. Pero estoy feliz de ver el pasado, porque estos días lo único que hago es pensar en el futuro. Y, sinceramente, me ha agobiado la incertidumbre conforme ha avanzado la cuarentena, no tanto por mí, sino por las consecuencias que esta distorsionada realidad traerá para toda la gente que conozco.

Cirilo Dávila:

Tanta exposición mediática del Gobierno empieza a producir el efecto contrario al perseguido, a mi juicio. Una cosa es transparencia y otra bien distinta tomar a la ciudadanía por un público infantil, con explicaciones pueriles.
He desayunado con Pedro Alonso, es un decir. Le sigo la pista desde que se reconociera discípulo del colombiano Patarroyo en la búsqueda de una vacuna contra la malaria. Otra enfermedad de los pobres que apenas preocupa al primer mundo. ‘Solo’ mata a 400.000 personas al año. Recuerdo que Patarroyo fue la primera persona que llenó el Aula Magna de la UPV, en Leioa, para dar una conferencia. Asistimos embelesados. La otra persona que también colmó el auditorio fue Javier Clemente, entonces entrenador rojiblanco, por razones bien distintas e igual de dignas. El Athletic, ya sabemos, es una religión.

Con el tiempo, Patarroyo y Alonso dejaron de ser amigos. Hay mucha literatura sobre ello, pero, bueno, esa es otra historia que no entra en este cuaderno de bitácora.

Alonso, ahora epidemiólogo de la OMS, ha reconocido en una entrevista radiofónica la dificultad para obtener en España datos fiables sobre el coronavirus. Escucharle ha sido como una bocanada de aire fresco frente al soniquete ministerial. Que España tenga la mayor tasa de mortalidad del mundo por cada 100.000 habitantes no deja margen a la autocomplacencia.
Apagada la radio, me he acordado que un día como el de hoy se hundió el ‘Titanic’. Y siguiendo el símil, no he podido evitar pensar cómo será la parte del iceberg que aún no vemos, pero sentimos. Ignoramos datos para conocer la dimensión real de nuestro drama. Así que cada día me despierto preguntándome qué versión llegará hoy desde el atril ministerial.

Berta Pontes:

Valladolid. El día de hoy comenzaba con ánimo, con ganas de hacer cosas y con una cita para una entrevista a las 12. Pues bueno, entre pitos y flautas, que se dice por aquí, la persona citada me ha cancelado la entrevista y todo el plan se ha ido al garete. Tenía cierta ilusión porque iba a ser mi primera entrevista seria, por decirlo de alguna manera. Pero bueno, otra vez será.

Por lo demás, ya no estamos tan preocupados por Ónix porque lleva dos días sin temblores. Estamos empezando a pensar que todo fue a causa de una intoxicación, ya que le bajamos a hacer pis justo después de que un tractor fumigase nuestra calle. De momento, seguimos a la espera de los análisis, pero la preocupación se ha reducido considerablemente en casa.

Nunca digo nada del coronavirus, pero es que no me gusta estar pendiente de cifras y datos en estos momentos. Sin ser necesario para mí conocer más que las cifras oficiales básicas de fallecidos, contagiados y altas, prefiero no tener obsesión por ello.

Gorka Seco:

Este 14 de abril ha sido como volver a la normalidad, dentro de lo que acepta como ‘normal’ esta cuarentena. Quizás no tanto por las tareas del Máster, ya que en los días previos también le he dedicado tiempo a adelantar algunos apartados de los trabajos pendientes. Sino por el ‘directo’ de la asignatura de Informativos.

He centrado el tiro en Alemania. Básicamente por no repetirme con todos lo datos que están bombardeando los informativos sobre el coronavirus en nuestro país. Allí están planteando medidas para volver en un futuro cercano a los centros educativos y retomar parte de la actividad económica. Las medidas que quieren tomar, grosso modo, no distan demasiado de las que se quieren adoptar otros países. Pero parece que Alemania se va a pensar retornar a la actividad en poco tiempo.

Ana Gil:

He visto Venus desde mi ventana. Pequeñito y muy brillante lucía en un cielo sin apenas estrellas. Ursúa ha sacado la aplicación Starwalk2, un atlas del cielo, y lo hemos corroborado. Allí estaba, era el protagonista de la noche. El silencio era absoluto. Solo el camión de la basura y dos coches de la Ertzaintza interrumpían ese vacío. Desde nuestro particular mirador hemos disfrutado del aire fresco, estos días la temperatura es de lo más primaveral. Apoyada en el alféizar observaba a mis vecinos pasadas las diez de la noche. Una hablaba por teléfono en su balcón. Dos niños revoloteaban por el salón y una mujer mayor del bloque de enfrente revisaba las plantas de su terraza. En la calle, un par de personas paseaban a paso ligero con sus mascarillas y guantes. La conversación con mi compañero resonaba en un barrio desolado. En este confinamiento estoy descubriendo. Y no me refiero solo a mi barrio. Es tiempo para reflexionar y recaer en detalles de mi entorno que, sin tiempo, no había reparado en ellos.

Pablo Sáenz:

Hoy se me ha hecho tarde. Son las 5:02 horas de la madrugada. Está siendo mi primera noche de insomnio. La primera batalla y la estoy perdiendo. Gran parte de la culpa la tienen las redes sociales. Hoy se me han desbordado. Desde que estoy en dieta digital solo cojo el móvil 15 minutos a la mañana, otros 15 después de comer y manga ancha antes de dormir. El problema es que cada noche me enfrento a una veintena de conversaciones abiertas en Whatsapp y unas cuantas notificaciones en Instagram, Twitter y Facebook. La presión de tener que revisar todo y contestar a todo el mundo me produce cierta ansiedad. Por ello he tomado medidas que ya he anunciado a mis amigos y familiares: nada de audios de más de un minuto; no reviso ni fotos ni vídeos; y si hay una urgencia o una necesidad, entonces que me llamen. Tenemos móviles y hacemos de todo con ellos menos llamar. Irónico. Y por si no tuviera poco me he hecho LinkedIn. ‘Bienvenido Pablo’, me saludaba. Ya lo veremos.

Franklyn Amaya:

Un día más de confinamiento. Y lo he aprovechado para hacer mucho ejercicio, no porque me pusiera la ropa deportiva y haya tomado mi acostumbrada ruta para correr. En este caso fue porque he realizar las compras en el supermercado, ya que casi no tenía alimentos y, me tocaba abastecerme de bastantes cosas. Esto nunca ha sido un problema, pues siempre he contado con el carrito de las compras, pero en esta ocasión, Sara, mi compañera de piso, se lo había llevado desde la mañana a su trabajo. Por lo cual, me ha tocado cargar dos bolsas bastante pesadas en 500 metros de trayecto que hay desde el supermercado hasta mi casa. No estoy seguro de cuantas veces me tuve que detener durante el recorrido, ya que solo podía caminar unos cuantos metros mientras cargaba las bolsas, porque no soportaba el peso. Creo que es la única vez desde que inició el confinamiento que sentí el deseo de llegar pronto a casa. Hahahahahhahaha.

Laura Tambo:

Ayer os hablaba del periodo de reflexión que ha supuesto este alto en el camino. Charlaba con algunos de mis compañeros acerca del miedo que en un primer momento suponía dejar el Máster presencial por un tiempo. Habían sido muchos meses de trabajo y convivencia juntos y de pronto, sin quererlo ni esperarlo, nos volvíamos a casa con la incertidumbre de cuándo sería nuestro próximo encuentro. Pasamos del todo a nada. Sin embargo, ha sido precisamente durante todo este tiempo cuando hemos trabajado más unidos que nunca. Es gratificante compartir las mismas inquietudes con la gente a la que quieres. Aunque hayan llegado hace poco a tu vida. Y eso es precisamente a lo que hemos dedicado una parte de nuestros días de confinamiento. A enseñarnos todo aquello que el otro desconocía y a sumergirnos en los mismos proyectos. Lo que suponía una especie de descanso se ha convertido en toda una unión para sacar el lado más periodístico y humano de algunos masterianos. ¡Y agradecida por ello!

Luis Ramírez:

¿Quién iba a creer que el optimismo iba a sonar como una lijadora eléctrica? Pues así fue como me desperté este día. No voy a echarle la culpa al ruido de la herramienta por tirarme de la cama, pero sí me acompañó durante los últimos minutos del trance entre el sueño y la vida a ojos abiertos. Me recordó por un momento a un día cualquiera en la casa de mi infancia y adolescencia, la cual tenía justo al lado un taller mecánico. El concierto de martilleos, chirridos, tintineos y cualquier otra onomatopeya que pudiera hacer aquel montón de tiliches era parte de nuestras mañanas y tardes, a veces de las noches también. Me volví a explayar, como es habitual en nosotros los hipertextuales, vuelvo de nuevo al presente. El asunto es que el tallercito mecánico frente al edificio volvió a levantar las cortinas de hierro y está trabajando nuevamente. Eso anima, ¿no? Vamos poquito a poquito levantando las cortinas de hierro que le pusimos a nuestra normalidad y abrimos de nuevo nuestros locales, eso sí, con alguna remodelación, por esos rumores que andan diciendo que ya no seremos los mismos.

Iván Benito:

Estoy borracho. Esta es la sensación que tengo desde hace días. Es muy difícil no ser pesado durante el confinamiento, como ese amigo que empieza a incordiar tras haberse bebido varios litros de kalimotxo. O como Pedro Sánchez en sus conferencias. Estar encerrados no quiere decir estar dispuesto a hablar por el móvil en cualquier momento. Esto ya debería haber quedado claro. Otra cosa complicada se la leí a Enrique Ballester: no escribir ni al ex ni al crush de turno, como el otro amigo al que le entra el bajón a media noche. Incluso me molesta la luz al salir al balcón como cuando me golpean los primeros rayos del alba al salir de un bar. Y la resaca de después… esa sí que va a ser dura. Pero no, no estoy borracho. Porque solo pienso en lo que vendrá y porque esto no se disfruta.

Irene Echazarreta:

Logroño. Hoy ha sido un día lleno de altibajos, las cosas como son. La mañana ha empezado bien, como otra cualquiera. Sin embargo, la tarde ha estado caracterizada por emociones que subían y bajaban como si de una montaña rusa se tratase. Os preguntaréis por qué. De manera resumida, puedo deciros que tenía un compromiso entre manos con unas compañeras de hípica. Tras más de un mes sin poder ver a nuestros caballos –solo teníamos acceso a ellos mediante imágenes de WhatsApp cuando nuestros profesores podían enviárnoslas– hemos querido hablar con ellos para proponerles que nos dejasen subir, al menos, un día a la semana al centro ecuestre. Todo porque en los días anteriores se publicó en la página de la Real Federación Hípica Española –la federación más importante a nivel nacional– un comunicado que decía que los propietarios podían subir siempre y cuando los responsables de las instalaciones no pudiesen hacerse cargo de todos los animales. Queremos ayudar, pero, sobre todo, queremos ver en persona a nuestros equinos y encargarnos nosotros de unos cuidados que, cuanto menos, son insuficientes. Aún con tanto sufrimiento por nuestra parte, los particulares, la respuesta ha sido que no. El argumento principal ha sido que tenemos que tener paciencia y esperar a que haya un documento oficial que acredite que podemos subir. Estoy segura de que llegará. Ya se ha emitido un comunicado de parte de la RFHE al Consejo Superior de Deportes para que aborde esta cuestión. Lo siento. Me estoy pasando de extensión. Demasiada angustia y frustración sobre estas líneas.

Mikel Huerta:

Santurtzi. Con la vista y la esperanza puesta en que relativamente pronto volveremos a la normalidad, hoy he decidido elaborarme un horario. No se si seré demasiado optimista, pero soy de los que cuando se quieren dar cuenta, se les ha echado el toro encima. Y lo que viene después de la cuarentena requerirá un alto nivel de exigencia. Por ello he decidido cuadrar horas con la vida pre, y espero que, post-Covid19.

Por la mañana levantarme a una hora prudente y aprovechar para hacer cosas del Máster, como si estuviera en clase. Por la tarde tiempo para el ocio y el deporte, como si de ir a entrenar se tratara. Además cuento con que retomemos los partidos de liga que nos quedan y el equipo no está en situación como para llegar fuera de forma. Después de cenar, lectura o alguna película, lo que el cuerpo pida. Y así, antes de que quiera darme cuenta, ya estaremos otra vez como hace más de 30 días.

Fernando González:

El tiempo no me alcanza. Entre una y otra cosa, el día termina por pasar de forma repentina frente a mis ojos. Los libros, series, películas, algunas actividades escolares y el paso por la cocina para elaborar las tres comidas del día terminan por convertir el día en un flash. Me agrada que se diluya rápidamente.

He iniciado un nuevo libro, se trata de la ‘Trilogía de la noche’ de Elie Wiesel; son tres historias distintas pero vividas por la misma persona. La primera parte es dura y deprimente a más no poder.

Me ha dado por ver documentales sobre vida salvaje durante estas últimas dos semanas. Es un secreto, pero algún día me gustaría trabajar en un equipo de documentalistas y dedicarme a hacer videos y películas de la naturaleza, en especial de los grandes animales de las sabana africana.

Oihane Irazu:

Hoy se cumple un mes de confinamiento, quien lo diría. Qué relativo es el tiempo, que rápido se me pasaron tres meses en Madrid, y qué despacio se me está pasando este encierro en Bilbao. Un mes cumplimos, y 89 años desde la proclamación de la II Republica.

Tengo muchas ganas de dejar de oír ‘quédate en casa’, de verdad, esas palabras me atormentan. Hoy no ha salido el sol, pero mañana se prevé que si, y ya tengo el bikini preparado para tumbarme durante horas en la terraza. Habrá que salir con color de este confinamiento –aunque siendo tan blanca y rubia me es difícil coger color normalmente–.

Ah, y posible prórroga hasta el 10 de mayo. A ver cuando llegamos a los penaltis que este partido se me está haciendo ya un poco bola.

Alba Rodríguez:

Deusto. Día extraño el de hoy, de esos en los que no pasa nada pero que cuando te das cuenta ya ha acabado. Lo único reseñable es que en mitad de la mañana han llamado al timbre. En otras circunstancias no nos alteraríamos, pero en plena cuarentena nos ha dado un buen susto. «Chicas, ¿habéis pedido un paquete de Amazon?», ha gritado desde la cocina Ana, que es quien ha respondido al telefonillo. «Dicen que es un paquete para Inés Segura», ha continuado. Nos ha sorprendido escuchar el nombre de nuestra amiga y excompañera de piso, pero cuando hemos ido a comprobar por nosotras mismas lo que ocurría y al coger el telefonillo nos hemos dado cuenta de lo que pasaba: era la propia Inés gastándonos una broma. «Salid a saludar», nos ha gritado antes de colgar. Y así, nosotras en un balcón en el séptimo piso y ella en la plaza de nuestra comunidad de vecinos, hemos hablado ‘cara a cara’ por primera vez en más de un mes con una de nuestras mejores amigas. A mí se me ha saltado una lágrima y todo. Qué ganas de que se acabe todo, poder verla de verdad y darle un buen achuchón. Qué ganas.

Paula Soroeta:

Se me agolpan las ideas, los pensamientos. Todo es tan incierto, que ahora mismo prefiero no pensar en esta situación, no ahora. Me pregunto cómo será el momento en el que salga fuera, cuando todo vuelva a la normalidad. Ahora el silencio es abrumador en las calles, solo roto por los aplausos de las ocho de la tarde. 26 de abril, 10 de mayo, son las fechas que he leído en los periódicos y visto en TV en las que irá acabando el confinamiento de forma escalonada, poco a poco. Sinceramente yo ya prefiero no pensar en ninguna fecha. No ahora. ¿Qué pasará cuando todo esto acabe? ¿Habremos aprendido algo de esto? A veces pienso que sí y a veces no. Y es que las personas somos expertas en tropezar una y otra vez con la misma piedra. Pero bueno, ya digo hoy que prefiero no pensar en eso. No ahora.

Javier Cuesta:

Mi vida actual es eso que pasa entre el tiempo que tardo en poner el siguiente capítulo. Las series, y en menor medida las películas, me están ayudando a sobrevivir durante el confinamiento. Distraerse es obligatorio durante estos días. Con lo que sea. Cocinar es algo que cada vez hago más, por ejemplo. La última receta que probé en hacer fue un risotto de setas y estaba buenísimo, aunque está claro que con la ayuda, mínima, de una madre estaba asegurado. Lo que más me está costando es el ejercicio, me supera. Intento todas las mañanas hacer algo de ejercicio, pero nada, siempre fallo en el intento.

Pedro Ontoso:

Hoy ha salido un día radiante, así que me he pasado un buen rato trasteando en el jardín. He cortado el césped, he arrancado las malas hierbas y he saneado un poco el seto. Mi mujer ha pintado un par de puertas. Y como teníamos toda la casa abierta, se nos ha colado el petirrojo que nos visita todas las primaveras. Mi nieto Mario y yo mantenemos la teoría de que es el mismo porque se nos acerca y no se asusta. Infinidad de veces, cuando hacemos el ‘face time’, me pregunta por el pájaro. Hace un par de semanas, incluso, dibujó uno en un folio y le prometí que se lo iba a enmarcar para tenerlo aquí, en Getxo. Un hecho anecdótico se ha convertido en todo un acontecimiento en la rutina del enclaustramiento. Grabamos un vídeo y le sacamos una fotos para enviárselas a Mario, que estaba entusiasmado con la aventura. Lo quería ver en carne y hueso, pero ya habíamos abierto las ventanas para que se escapara. A él no le afecta el confinamiento. Mi mujer, que es mucho de dichos populares, dice que si te entra un pájaro en casa trae buena suerte. Ya veremos. Yo no soy supersticioso porque trae mala suerte. De momento, el petirrojo se ha cagado en el sofá del salón.

Estos días he aprovechado para ver películas atrasadas. He visto ‘El hoyo’, ‘Joker’, ‘La trinchera infinita’ y ‘Parásitos’. La primera no me gustado casi nada. La segunda, un poco más. La tercera, me ha entretenido Y la cuarta, me ha divertido. Las cuatro tocan temas que hacen pensar. y, en cierta forma, tienen elementos comunes. También con aspectos de este infinito confinamiento.

César Coca:

Me he acordado de un debate que tuve en la Facultad con una alumna que se quejaba de que los periódicos dediquen mucho espacio a un accidente con un par de muertos aquí al lado y no digan nada (o poco, o menos veces) de las personas que fallecen a diario en África, Asia u otros lugares. Le expliqué que siempre nos interesa más lo que tenemos cerca, física o mentalmente. La muerte de un vecino o de alguien de nuestro barrio, o un siniestro en esa ciudad que visitamos el último verano, nos afecta más que un accidente en Japón si nunca hemos estado allí ni tenemos amigos de esa nacionalidad. Me dijo que le parecía injusto que así fuera. Y le contesté que es humano; lo inhumano sería que nos doliera igual el sufrimiento o la muerte de una persona próxima que la de un desconocido que vive a 15.000 kms. No sé si lo entendió.

Viene esto a cuento de que me han impresionado unas imágenes con calles de ciudades italianas vacías. Más que si fueran de ciudades de China o de Sudáfrica. Hay cuatro países por los que siento debilidad y eso me acerca mentalmente a ellos y cuanto allí sucede: son Francia, porque encarna la libertad, la revolución democrática que nos ha traído hasta aquí; Alemania, porque es el pensamiento, el arte y porque todo es tan racional y funciona tan bien que es imposible no admirarlo; Rusia, por su música y su literatura y por lo que tiene de enigmático; e Italia, porque es el caos más admirable y por su enorme imaginación. Por supuesto, son países con ciudades bellísimas en las que es casi inevitable verse afectado por el ‘síndrome de Stendhal’.

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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