Diario de cuarentena: Martes 31 de marzo de 2020

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Pablo Ariza:

Si usted sigue más o menos este diario sabrá quién es Luis. Parece ser, él sabrá, que lleva un par de días diciéndome que no se iba a quedar hasta tarde. Por lo de conciliar, supongo. Con la Switch. Tanta charla en el tercer podcast sobre rentabilizar el tiempo ha quedado en agua de borrajas. Mea culpa. Lo entono. Bajito, que no quiero despertarlo. Hay muchas posibilidades de que ya esté dormido. La bondad en persona, lo escribo porque estoy recordando el único concierto al que he ido. El artista dijo: «Agradece lento». Pues eso. He cerrado un reportaje para el Máster con un «mañana será otro día». Cuántas connotaciones en una composición tan simple. Disculpen, esto va sin hilar: he vuelto a ver a mi abuela Paca por videollamada. El brillo de sus ojos me ha llevado a recordar días gloriosos. Ella, zapatilla en mano, dispuesta a zurrarme. Y yo, dispuesto a ver a cualquier precio ‘Carita de ángel’. Sí, yo también recuerdo la melodía.

Karen Pinto:

Hoy ha sido un día en familia. Siempre me pone feliz ver a mis sobrinos, y hace mucho que no hablaba tantas horas con ellos. Algunas veces le damos prioridad al trabajo y a las obligaciones y se nos olvida pasar tiempo con nuestros seres queridos… En mi caso, de forma virtual, mucho antes de venir a este Máster. Sebas, de cinco años, me ha hecho un dibujito durante la videollamada y, mientras lo hacía, yo pensaba en la inocencia de los niños… En cómo, a pesar de todo lo que está pasando, su imaginación les impulsa a filtrar la realidad desde otro ángulo. Incluso en las situaciones más adversas, tienen una sonrisa y son felices por instantes. Tal vez sea la conciencia lo que nos diferencia de ellos. Porque nos recuerda todo lo que hemos pasado y que tenemos una vida llena de experiencias que nos definen. También nos recuerda que somos adultos, que tenemos obligaciones, y que deberíamos responsabilizarnos de lo que pasa en nuestro entorno y más allá de él, aunque muchos no lo hagan. Y, a partir de ahí, no podemos –de forma tan sencilla–, escapar de la realidad. Mientras escribo estas palabras, se me ocurre un ejemplo que justifique lo que digo: los locos. ¿Acaso no viven ellos en su propio mundo? ¿En uno descomplicado? Y, a ratos, cuando recuperan la cordura, ¿no vuelven a caer en el enredo del ahora? Tal vez. Aunque también hay algunos adultos y personas cuerdas inconscientes: privilegiados que no se preocupan por lo que sucede más allá de su vida. Y ahí entra la cuestión de la responsabilidad social y el amor. Pero ese ya es otro tema.

Cirilo Dávila:

En el paseo matinal me he cruzado hoy con un vecino que es bombero. Tener un perro implica entrar en una nueva dimensión de relaciones que amplía la agenda social. Lo que empieza como un compromiso se formaliza con los días. Empiezas hablando del tiempo, como en el ascensor, y vas conociendo poco a poco a la persona. De ahí a ciertas confesiones ya solo resta un paso, que, al parecer, ya he superado en este caso.

Resulta que este bombero, junto a varios compañeros, decidió hace unos días desinfectar por su cuenta y espíritu solidario la entrada a varios locales de personas mayores. Lo grabaron en vídeo. Lo distribuyeron y el efecto viral fue inmediato. Total, que gente de sitios insospechados empezó a llamar a sus ayuntamientos para pedir este servicio ¿Qué servicio? Se preguntaron en los consistorios. Se movió la cadena de mando hasta localizar a estas almas cándidas de Galdakao. «¡Y vaya chorreo nos ha caído!». Ahí la confesión del bombero, que cabizbajo purgaba hoy la pena del confinamiento y la reprimenda.
Es lo que tiene esta crisis, con cierto aroma a régimen cuartelero y que ha rescatado de la hemeroteca lo que ya dijo otro socialista, Alfonso Guerra: «El que se mueve no sale en la foto». Es el mando único.

Berta Pontes:

Valladolid. Hoy ha llovido. Normalmente no es una cosa que me apasione. Todo lo contrario: odio la lluvia. Pero ahora no me importa porque no tengo que salir de casa.

Cuando decidí mudarme a Bilbao para hacer el Máster lo primero que pensé fue que tendría que convivir con ella. Dicen los de allí que cada vez llueve menos, que este año no ha llovido nada. Creedme si os digo que para mí, castellana como soy, sí ha llovido y demasiado. Sobre todo en noviembre. En mi tierra, a pesar de que caen heladas que te dejan la nariz congelada (pero literalmente), casi siempre se ve el sol. Las nubes no son densas y el viento las arrastra sin problema. Eso hace que incluso en el día más frío del invierno disfrutemos del cielo azul y del sol, aunque no caliente.

Estar en Bilbao me ha hecho recordar los meses que viví en Irlanda. Allí sí que llueve como es debido. Madre mía, qué horror de lluvia y qué mal lo pasé los 28 días que estuvo sin salir el sol. Si algo bueno tiene estar confinada en casa es que para cuando vuelva a Bilbao ya será casi verano y podré disfrutar del sol. Confío en que en verano haga sol allí arriba.

Gorka Seco:

Yo sigo dándole vueltas imaginando cómo será la vuelta a la ‘normalidad’. Evidentemente, no me refiero a que será de una forma paulatina, salir para ciertas obligaciones y para casa. Me refiero a cómo se va a organizar el final del curso, las prácticas, qué va a ocurrir con las competiciones de las que soy jugador y entrenador.

Quizás sea pronto para empezar a intentar buscarle una fecha y una forma de retomar todas las actividades que tenía antes de que comenzara el encierro. Básicamente porque tengo la sensación que cualquier teoría que me plantee no se va a asemejar a la posible situación que nos encontraremos cuando se levante el estado de alarma. Toca esperar y analizar cómo se desarrollan los acontecimientos. A parte del Máster, que lo he considerado mi principal tarea este curso, hay una cosa que si pudiera elegir no me perdería y es poder volver a entrenar a mis jugadores esta temporada, de una forma o de otra. Ojalá.

Ana Gil:

Siempre he odiado hablar por teléfono. Cuando era una niña me daba vergüenza coger el fijo de casa. Y de no tan pequeña. Ahora las llamadas a la noche en horario de búho se han convertido en un pequeño refugio. Los días pasan sin problemas. Algunos mejores que otros, pero consigo mantener la mente ocupada. Incluso aburrirme. Saber disfrutar sola me parece una cualidad infravalorada. Pero las noches pesan y el cansancio llega invadiendo mi cabeza con pensamientos negativos. Es inevitable. Ya son casi tres semanas y el pesimismo a veces asoma. Las conversaciones de dos horas por teléfono me salvan. Como una boya en medio del mar. Y qué bonito. Salvarse a través de la palabra. Reconozco que estas noches he bajado la guardia y la parte más frágil sale a la luz. Esa que no me gusta mostrar. Pero qué necesaria es a veces.

Pablo Sáenz:

Sigo con mis descubrimientos. Hoy he dado con una banda country procedente de Madrid: Club del Río. Me han levantado el ánimo con su tema ‘Remedios’. Escuchadla.

Hoy me han llegado varias noticias de La Rioja. Ha nevado. Mi padre me ha enviado una fotografía del pueblo cubierto por un manto blanco y una boina de niebla que oculta la cima (Ausejo es una montaña). Solo el campanario de la iglesia sale a flote. Hoy me toca echar de menos el pueblo. ¿Remedios para la nostalgia?

La otra buena noticia es que siguen trabajando. Son autónomos, ese colectivo tan vulnerable en estos días llenos de ERTEs y negocios que dejan de ser rentables. Se dedican al cultivo del champiñón y a la vinicultura. Siguen al pie del cañón. Nieve o llueva, con o sin virus, los viñedos no se trabajan solos, tampoco los champiñones se cultivan por arte de magia. ¿Remedios para la incertidumbre?

Ahora las malas noticias. Hoy ha muerto tío Paquito a sus 82 años. Por COVID-19. El virus ya ha entrado en mis círculos. A estas alturas imagino que todos tenemos un conocido contagiado o, en el peor de los casos, fallecido. ¿Remedios para la pérdida?

Supongo que el mejor de los remedios está por llegar. «Remedios para la esperanza» piden los chicos de Club del Río. «La música como religión, como remedio para cerrar del todo la cicatriz o prevenir una herida dormida», dijo Laura Piñedo para ‘El País’ en 2018. Otro descubrimiento.

Franklyn Amaya:

Parece mentira que ya estamos cursando la tercera semana de confinamiento. En un principio, parecía difícil pensar que soportaría tantos días de encierro; sin embargo, cada vez se vuelve más llevadero, pues el cuerpo se acostumbra a todo. Particularmente ayer fue un día entretenido, me levanté de la cama temprano, preparé el desayuno, y luego puse con las tareas del hogar, mientras escuchaba música en un amplificador. Esto siempre hace que las horas se me pasen más rápido en estos días insípidos donde no puedo diferenciar uno con el otro.

Laura Tambo:

Todos necesitamos nuevos descubrimientos en esta cuarentena. Por eso, si no es molestia, os presento a mi amiga del alma, Maialen Coro. Con ella nace un canal de YouTube y un perfil de instagram, cuyo objetivo principal es el de entretener a losjóvenes y no tan jóvenes, que se encuentran en casa en este estado de alarma.

Mediante su contenido, esta pura belleza, y no lo digo porque sea mi amiga, pretende acercarse a su ‘target’ de la forma más real posible. Muestra de forma natural un día a día sin artificios, ni ningún valor añadido más que una buena edición. Es una apasionada del contenido digital y lleva un largo recorrido subiendo vídeos a sus redes con el único fin de aprender y sorprender a quien se encuentra al otro lado de la pantalla. Algunos de sus usuarios definen su contenido como «ágil, dinámico, entretenido y variado» o simplemente como «pura naturalidad». Y yo de primera mano os lo corroboro. Así que echadle un vistazo, que merecerá la pena.

Luis Ramírez:

Durante la conexión habitual entre la hamaca del patio de mis papás y la cama de mi habitación, mami y yo ideamos una nueva figura literaria. Nos la guardamos para el futuro. De seguro ha sido usada en miles de textos, pero en nuestras mentes la inventamos nosotros. Yo soy muy de metáforas, diría mi amigo Pablo, el que me llama por las tres primeras letras de mi nombre. Aunque algunas metáforas que tejo no le gustan, uy, otra metáfora. Igual y se ríe, con eso me basta. Hablando de todo un poco como los locos, hoy hablé con una costarricense que vive en Vitoria, y como buena tica, me invitó a que «cuando pase todo esto» la visite en su casa, a pesar de ser perfectos desconocidos. Lo mejor de todo es que, probablemente «cuando pase todo esto», lo voy a hacer.

Iván Benito:

Hoy se cumple un año de un día especial. A pesar de la lluvia, casi 100.000 personas pedimos en Madrid una oportunidad. Hartos del abandono, de promesas incumplidas, de ausencia de servicios, de pérdida de derechos. Se nos colaron los cuatro políticos de turno. Se comprometieron a que después de las elecciones, la cosa cambiaría. ¡Mentira! La hemorragia ahora es más intensa. Soria registra la tasa de contagios y fallecidos porcoronavirus más alta de España y se podía haber evitado. La España Vaciada está al límite, pero en los informativos salen Abascal y su despacho. Se reclaman medios, material, sanitarios y no hay respuesta. Ya que se nos ha masacrado durante años y que seremos los principales perjudicados de la futura crisis, ahora solo pedimos que se nos deje vivir. Nos horroriza que en Holanda dejen morir a sus mayores, pero ignoramos que aquí, quizás, también están eligiendo.

Irene Echazarreta:

Logroño. Estos días están resultando una caída constante en lo que a concentración se refiere. El hecho de estar en casa y sin clases del Máster no es algo que mi mente perciba como algo positivo y como una buena oportunidad para ser productiva, sino más bien todo lo contrario. El confinamiento ha logrado algo que hacía tiempo que no me pasaba, que es no poder pasar más de unos minutos seguidos concentrada en una misma tarea. No por el hecho de no poder salir de casa, sino porque creo que mi cabeza está saturada de tanto escuchar y leer que las cifras de fallecidos y contagiados no paran de incrementarse, cuyo número varía según avanzan las horas. Pero no solo por eso, sino también por la angustia que supone la incertidumbre, el no saber hasta cuándo va a durar esto y qué va a pasar con todos los frentes que tenemos abiertos. Creo que ese es el problema, el no poder evitar pensar en el futuro y en los acontecimientos que aún están por venir y a los que no le podemos poner solución.

Mikel Huerta:

Santurtzi. Por fin acaba marzo. Mi cumpleaños, el de mi padre, el de mi abuela, el de amigos,… un mes lleno de alegría junto a la compañía de la primavera, que este año se proclama como el peor mes que yo haya vivido. Algo más de tres semanas para olvidar, y sin embargo, nunca se nos borrarán de la memoria. Curiosamente recordaba mi madre hoy en la comida aquel fatídico marzo de hace unos años, que desgraciadamente, también perdurará en nuestra historia. Pero también admitía que este ha sobrepasado hasta lo más surrealista. Sin duda, un mes en el que la ficción ha superado la realidad y en el que tenemos que lamentar muchos compañeros caídos en combate. Adiós marzo, lamento haberte conocido. A aquellos héroes caídos los recordaremos con honor. A ti, como los días previos a ganar esta lucha, abril, solo te pido una cosa: no seas como marzo.

Fernando González:

El día me ha recibido con una intensa nevada en Pamplona. Al despertar, me he encontrado con un paisaje de copos blancos de nieve aquel tapizaban los automóviles y los jardines. Un bello paisaje.

En mi caso, ver nieve siempre es ilusionante, ya que no estoy acostumbrado a la misma y creo que no hay persona a la que no le guste ver un campo nevado.

He iniciado un nuevo libro, es un encargo para una de las clases del Máster. Se trata de ‘Diario del año de la peste’ de Daniel Defoe. Apenas llevo unas páginas, pero tiene pinta de ser un buen libro. Lo que me llama la atención, son las algunas similitudes entre los inicios de una pandemia hace 400 años y lo que estamos viviendo hoy en día por la crisis del coronavirus.

En otra vivencia, hoy he elaborado un nuevo platillo. Se trata de una receta a base de verduras y arroz, acompañado con salmón a la plancha. Nada que sea muy complicado hacer. Cada día me gusta más esto de la cocina, aunque debo de admitir que extraño mi parrilla para hacer asados.

En México acostumbro a preparar por lo menos un asado por semana y echo de menos el olor del carbón quemándose, los vampiros dorados, un buen Rib Eye de una pulgada y media, término medio, acompañado por unos Chinchulines y una salsa verde martajada. No puede faltar un buen tequila, de preferencia uno blanco. Pero sobre todo se extraña el ritual y la convivencia que se genera alrededor de un buen asado con amigos o la familia.

Hoy, poco más que agregar.

Nos vemos.

Oihane Irazu:

Día 17. Ya solo quedan cuatro días para que lleguen los 21 que se supone que te acostumbras a algo. Hoy mi aitite ha tenido dos videollamadas con amigos durante dos horas.

Tiene más vida social que yo. Y como hay mucho tiempo para pensar, me he parado en que a pesar de que llevar casi 20 días encerrados sin hacer vida normal, no me parece tan mal si caigo en que llevamos casi 20 días sin corridas de toros. Respeto que seas de izquierdas, de derechas, nacionalista, no nacionalista, de un país, de otro… pero taurino, no. Como dice la frase: ‘Quien es cruel con los animales no puede ser buena persona’, y así es. Porque aunque la mayoría de las personas no me caigan bien en general, mi empatía y sensibilidad con los animales es infinita.

Ah, y no quiero olvidarme de Dani Rovira. Uno de los actores más buena gente que existe y le toca la mala suerte de tener cáncer. Espero de verdad que se recupere pronto, no se lo merece en absoluto.

Alba Rodríguez:

Deusto. Es difícil decir algo que no se haya dicho ya acerca de esta pandemia, especialmente cuando no somos médicos o tenemos conocimiento acerca de epidemias. También es difícil dar una opinión acerca de algo que todos estamos viviendo siempre con las particularidades de cada caso, desde nuestras cuarentenas. No tardarán en llegar personas corriendo a escribir libros acerca de la cuarentena como si el resto no lo hubiera vivido y las películas dentro de unos años querrán llevarnos de regreso a este tiempo que no ha sido nada más que una pesadilla para muchos y un largo aburrimiento para los más afortunados.

No habrá una vuelta a la normalidad, porque la normalidad que conocíamos ya quedó en el pasado. Desde cómo nos reunimos, cómo nos saludamos y otras actividades cotidianas. La verdad es que en parte era necesario tomarnos una pausa y ver las cosas desde otra perspectiva. Lo que viene será duro y aún es difícil saber cómo tendremos que enfrentarlo. Sin embargo, nunca el mundo ha necesitado tan poco de tantas personas como ahora. Lo único que tenemos que hacer es quedarnos en casa. Creo que eso podemos cumplirlo. La normalidad volverá, quizás algo cambiada, pero volverá.

Paula Soroeta:

La verdad es que no sé muy bien que escribir hoy. Mi día ha consistido en esperar por la mañana a que acabara la rueda de prensa del Consejo de Ministros para después redactar la voz en off. Por la tarde he hecho un bizcocho y a la noche ha tocado otra vez sesión de ‘Caronte’, la serie de Amazon Prime a la que estamos enganchados. Qué sería de nosotros en estos momentos sin las películas o series que tanto nos entretienen. Y nada, a ver si mañana tengo un poco más de inspiración.

Javier Cuesta:

Gracias a la música. Gracias por acompañarme toda la vida y más durante los momentos más difíciles. Me calma, me desestresa, me descompone y me vuelve a formar con nuevas piezas. Sin ella la vida, o por lo menos la mía, estaría en mute, silenciada y vacía.

Si marzo parece que ha durado más que la última película de Scorsese, espera que llega la secuela en abril. Ya me he comido algún spoiler, que quién sabe si serán verdad o no, que dice que esta va a durar el doble ¡Que ganas de verla! Mientras tanto me voy a matar un rato la tusa con mi amiga Karol G.

Pedro Ontoso:

Hoy he hablado con Javier Elzo, maestro de sociólogos, con el que mantengo una cordial relación desde hace muchos años. Hacía dos horas que había abandonado el hospital, donde ha permanecido once días aislado por el coronavirus. «Los dos primeros días he estado muy jodido», me cuenta este sabio de 78 años, que ya ha remontado otras crisis médicas. «He visto la muerte de cerca», me confiesa con un poco de congoja. También me dice que internet ha sido como una tabla de salvación, porque ha recibido decenas y decenas de mensajes. «Me he sentido enteramente arropado», asegura.» Eso hubiera sido imposible si me meten en la UVI, que yo no quería», añade, porque le he llamado para hablar de la posición de Holanda, que ha descartado acoger en sus hospitales a los mayores. Es un reportaje muy complejo en el que estoy trabajando. Como siempre, su análisis me ha iluminado. Como la conversación con Rafael Aguirre, un amigo biblista con el que tengo pendiente un viaje a Palestina y Jerusalén. He estado una vez, pero me gustaría volver con un experto que se lo conoce al dedillo.

Para desengrasar, por la tarde he pasado mucho tiempo en la ventana, viendo pasar a muchas personas con sus perros. A algunas las conozco, pero a otras no las he visto en mi vida. Se han alejado de sus casas para coger aire en estos acantilados de Aixerrota, a pesar de la amenaza de las multas. Y eso que está lloviendo. Me distrae, también, el ir y venir de las lanchas de los prácticos, que salen a la bocana del puerto a esperar a los cargueros y los guían hasta los muelle. Es una maniobra que he visto cientos de veces. Acabo de leer que han detectado el Covid-19 en uno de los barcos amarrados. El bicho ataca por tierra, mar y aire. He llegado ya hasta la Isla de Pascua, para hacerles la ídem. Perdón por este juego de palabras.

César Coca:

Ya sé que es muy pronto para pensar en esto, pero llevo varios días dándole vueltas a la cabeza. El último infectado, el último muerto por el coronavirus. Es como recibir el último balazo en una guerra o que te mate la última bomba. O ser la última víctima de un grupo terrorista. He leído alguna novela en la que un personaje que ha pasado años en el frente esquivando la muerte se la encuentra justo antes de que callen las armas. Da igual morir (o estar contagiado, para no ponernos tan dramáticos) al principio que al final. Pero ser el último…

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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