Diario de cuarentena: Martes 5 de mayo de 2020

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Pablo Ariza:

Volviendo de mi paseo nocturno –turno esta vez para la Real Colegiata de Santa María, una de las zonas más bonitas de Antequera–, he visto algo que me ha estremecido. Había poco tránsito en la calle cuando pasaban quince minutos de la diez de la noche. El mejor momento para acometerlo, sin duda. Dos jóvenes de unos veinte años se encontraban en la calle principal del pueblo, frente al monumento a la Semana Santa. No se escondieron, no había necesidad, ni miraron a uno y otro lado antes de lanzarse. Fue espontáneo, me podría haber pasado a mí. Cómo se atreven, pensé. Lo hicieron sin dudarlo ni un segundo. Tuve tanto miedo que cambié de acera inmediatamente. Acabé caminando por mitad de la carretera, al otro lado había unas chicas charlando tranquilamente a escasos 30 centímetros una de otra. Ahora medimos todo en distancias de seguridad. Miré atrás y allí seguían los dos veinteañeros hablando como si la cosa no fuera con ellos. Un minuto antes los había visto darse la mano al saludarse. Cinco dedos entrelazándose con otros cinco en mitad de la calle, un acto reflejo que teníamos todos antes de vivir la pandemia. Ahora no debería ser así, por lo menos hasta dentro de un tiempo. Siento decirlo, pero la ‘nueva normalidad’ se parece mucho a la normalidad.

Karen Pinto:

Cuando todo esto termine y regresemos a la ‘nueva normalidad’, tendré un sabor agridulce. Por un lado, estaré feliz, por su puesto, no veo la hora en que todo esto termine para que mucha gente alrededor del mundo deje de sufrir. Pero, por otro lado, probablemente, algo dentro dentro de mí me inquietará: recordaré con melancolía el pasado, porque me dará pena no haber aprovechado al máximo mi etapa del Máster. Ojalá me equivoque y no sea así, lo intentaré. De momento, como no he salido hasta ahora, desde mañana empieza mi propio desconfinamiento paulatino.

Cirilo Dávila:

Hoy ha sido un día curioso. Dejadme que os lo explique. He consultado a ‘san Google’ las formas de afrontar una crisis y, fiel a su estilo, en décimas de segundo me ha ofrecido recetas en clave de autoayuda: «No permitas que tus pensamientos alimenten tus preocupaciones, pide ayuda si la necesitas…» Un manual con aroma zen.

No era eso lo que yo buscaba, sino una respuesta a la pregunta ‘¿qué hace la banca para ganar dinero en la adversidad?’ Visto que ni el buscador me ayudaba, he llamado a un empresario, hombre serio donde los haya. Digamos que ha sido capricho del destino, pero resulta que he hablado con él cuando estaba negociando la póliza de crédito para su empresa.

«¿Cómo lo hace la banca? bien sencillo», ha comenzado a explicarme: «Nosotros, que no hemos tenido problema nunca para financiarnos, acabamos de solicitar una nueva póliza y lo que nos ofrecen es pasar nuestra póliza normal a que sea ICO (banca pública), es decir, el banco elimina riesgo de su balance a costa de enchufárselo al Estado, cuando ese dinero del ICO debe ser para empresas en dificultades. Es la hostia». Un ardid para evitar el riesgo con clientes morosos y limpiar balances.

Una jugada que el banco lo maquilla con ingeniosa prosa: «Te aconsejo aprovechar la coyuntura surgida para renovar con la cobertura ICO», le indicaba el director de una sucursal a este empresario. Mientras todo el mundo habla de una crisis sin fondo, resulta que otros cabalgan a lomos de un corcel para «aprovechar la coyuntura surgida». Esa es la diferencia, que traducido al román paladino significa lo que sostenía mi abuelo: «Medio mundo vive de engañar al otro medio». Qué rincones más oscuros y curiosos tiene esta crisis. Y nosotros sin enterarnos, pendientes como estamos de los test a los futbolistas.

Berta Pontes:

Valladolid. El paseo de hoy estaba siendo de lo más satisfactorio. Eran cerca de las nueve de la noche y hacía un tiempo increíble. El sol estaba cayendo y la gente paseaba tranquila. Pero ahí estaban ellos. Un grupo de chavales de alrededor de quince años sentados en bancos. Un grupo mixto en el que algunas parejas intercambiaban besos y algunos amigos, cigarrillos. Lógicamente, los miembros de ese grupo no vivían juntos, por lo que no deberían tener contacto entre ellos. No sé si es que no sabe en qué situación nos encontramos o, simplemente, les da igual. No puedo llegar a entender qué se les pasa por la cabeza. Hace no tanto yo tenía su edad y, pondría la mano en el fuego por mí y mis amigos, nunca se nos habría ocurrido hacer semejante acto de insolidaridad.

Gorka Seco:

No sé si les sonará el cantante guatemalteco Ricardo Arjona. Quizá los latinos de la clase tengan más probabilidades de saber quién es, por cercanía. Muchas veces he pensado en el trasfondo que tienen la mayoría de sus canciones. De imaginarse cuestiones que no son sencillas de imaginar. En algunas he estado más de acuerdo que en otras, pero prácticamente todas invitan a darle vueltas al mensaje.

Estos días de confinamiento dan para hacer muchas canciones. Desconozco si el autor Arjona se encuentra aprovechando el encierro para escribir. Pero si la respuesta es afirmativa, me gustaría escuchar sus creaciones.

Ana Gil:

¿Con qué criterio está diseñado el espacio urbano de las grandes ciudades? Estos días he leído varios artículos y opiniones que me han hecho reflexionar. La gente sale a pasear y a hacer deporte en los mismos lugares. Esta semana hemos visto aglomeraciones en muchas ciudades españolas. Si nos paramos a pensar, muchos barrios no están pensados para el ocio. Las aceras son estrechas y las calles están hechas como mero lugar de paso. La distribución territorial suele estar enfocada a un crecimiento urbano infinito. Sin pensar demasiado en los espacios de disfrute. Lo llaman capitalismo salvaje. Espacios reducidos en los que convive muchísima gente y es muy complicado mantener la distancia social. Caldo de cultivo para virus como el COVID-19. El espacio urbanístico está planteado de acuerdo al ritmo acelerado de nuestras rutinas. De casa al trabajo. La pandemia ha puesto sobre la mesa la necesidad de replantear un nuevo modelo urbano. Ciudades más sostenibles y con espacios pensados para las personas.

Pablo Sáenz:

Hoy ha sido un día duro, aunque con un bonito final. En EL CORREO estamos trabajando en un homenaje a las víctimas del COVID-19 de Bizkaia y Álava. Tras cinco encargos y el contacto con cinco familias que sufren la pérdida de un ser querido, la tarde se ha hecho cuesta arriba. Es duro tener que leer tantos mensajes de despedida. Más aún poner rostro a quien se ha ido y a quien dicen adiós. Nadie dijo que fuera fácil. Aunque peor tiene que ser tener que escribirlos.

Hay una cara B, que es la que hace que todo esto merezca la pena. No dejo de recibir mensajes de gratitud. En especial, hay una familia de Plentzia que se ha mostrado tan agradecida que me han invitado a su restaurante a comer unas rabas cuando vuelvan a abrir. Quieren conocerme por ayudarles con sus últimas palabras a su aita. No me cabe duda que la nuestra es la profesión más bonita del mundo. La vida está llena de historias que, bonitas o tristes, merecen ser contadas. Seguiremos trabajando.

Franklyn Amaya:

Ya se empieza a ver circular menos gente haciendo ejercicio o simplemente dando un paseo en el Parque Europa. Al parecer, la emoción de salir del confinamiento solo les ha durado los primeros días. Con esto no quiero decir que no se pueda observar una buena cantidad de personas, pero grosso modo pude calcular que la afluencia al menos se ha reducido casi a la mitad. No voy a negar que esto me tranquiliza, porque en un principio me daba un poco de miedo hacer ejercicio entre tanta aglomeración, incluso estuve a punto de buscar una ruta alternativa.

Laura Tambo:

Hoy mi padre ha recibido una foto del nuevo miembro de la familia de Amaia, una compañera de trabajo. Ha sido una de las instantáneas más bonitas que he visto desde hace mucho tiempo. Trasmitía una ternura… Nos presentaba a su bebé recién nacido hace apenas unas horas. Una muñequita preciosa sostenida por los brazos de su madre. Esa que vivía asustada por tener que dar a luz en tiempos difíciles. Afortunadamente, todo ha salido bien. Dentro de unos años, esto le servirá para contarle cómo fue su llegada al mundo en medio de una pandemia mundial. No todos lo habrán vivido. Y al hilo de los nacimientos en tiempos de coronavirus, me sorprende una cosa: cómo algunos padres (no porque conozca de primera mano, sino porque lo he leído en varios artículos) les pueden llegar a poner de nombre ‘corona’ o ‘virus’ a sus hijos. Con todos mis respetos, ¿qué clase de broma o más bien de putada es esa?

Luis Ramírez:

Parece como si de repente hubiera viajado al futuro. Vi una plaza llena de niñas y niños azotando el aburrimiento a punta de carcajadas. Una pareja vestida de verano paseaba a su perro hiperactivo, ansioso de que la correa que lo ataba a ellos desapareciera para correr hasta jadear. En una banqueta había una cuadrilla de amigos con gaseosas en mano en medio de una competencia por ver quién contaba la anécdota más graciosa. El de la camiseta blanca iba ganando. Miro el calendario y veo que apenas es 5 de mayo. Qué alivio, no se formó un portal interdimensional a la salida de mi edificio. Entonces, ¿por qué todos actúan como si no estuviéramos en medio de una pandemia?

Iván Benito:

Tres días de calor consecutivos y las pelusas ya se han hecho con el control de Burgos. Estas partículas blanquecinas producidas por los chopos ocupan jardines, calles y cielo como si de los copos de nieve en invierno se tratara. Un clásico del mes de mayo. Esta tarde por fin he podido cortarme el pelo, que llevaba varios días ya indomable. Sin embargo, me ha privado de salir a la calle y recuperar tiempo. También acumularlo. Si se cumplen los pronósticos, de agosto a octubre puede que me autoconfine viendo el calendario ciclista que se viene. 25 de octubre, marcado en rojo. Lastima que no sea optimista. Tampoco con lo que va a ocurrir mañana en el Congreso. Vuelve Ciudadanos.

Irene Echazarreta:

Logroño. Estoy feliz. Hoy ha sido día de reencuentros. Por fin he podido ir a la hípica para ocuparme de More. Llevaba varios días nerviosa e inquieta por esta cuestión. Nada más verla me he emocionado muchísimo. Al acercarme más a su cuadra ha asomado su morrito para que le hiciese caricias. Se ha portado fenomenal y yo se lo he recompensado con la fruta que más le gusta: el melón. No ha hecho más que acercarse a mí, ah sí, y aprovechar los ratos que me despistaba para comer las hierbas que se encontraba. Creo que ella también me echaba de menos. Ahora tendré que esperar al jueves para poder volver a verla, y ya estoy contando las horas.

Mikel Huerta:

Santurtzi. Ya ha empezado la cuenta atrás para la vuelta a la ‘nueva normalidad’ y el cuerpo lo nota. Las noticias que transmite el Gobierno Vasco sobre que Euskadi está preparado para la siguiente fase sientan estupendamente. Por el momento, los ratos que tenemos permitidos salir ayudan a afrontar la recta final. Tengo muchas ganas de esos reencuentros sin ninguna preocupación más allá que las sanitarias.

El día ha transcurrido sin ninguna novedad. Salvo que ya he terminado los capítulos disponibles de la serie-documental de la que ayer os hablaba. ‘The last dance’. Puro espectáculo. Lo peor de todo es que tendré que esperar hasta el lunes para que tan solo publiquen dos más. Cómo lo odio. Pero lo mejor del día ha sido el momento que he pasado con mi aita recordando el último título del Athletic. La Copa del Rey de 1984.

Él tuvo la suerte de vivir la accidentada final en directo y me ha contado todo con pelos y señales mientras yo le escuchaba enternecido. El gol de Endika me sigue poniendo los pelos de punta cada vez que lo veo repetido. Curiosamente fue mi entrenador durante un par de semanas en las que me subieron con el Getxo Senior cuando yo tan solo era juvenil. Era la época que todavía tenía alguna proyección en el fútbol. Qué tiempos aquellos. Espero que este virus no nos prive de poder vivir en directo una final y poder celebrarlo como merece. Y por favor, que sea más pronto que tarde.

Fernando González:

Ayer les comentaba que estoy viendo una nueva serie que habla de las selecciones que han sido campeonas del mundo a lo largo de la historia de los mundiales. En el segundo capítulo, habla de la selección italiana. Un combinado nacional que tiene cuatro copas Jules Rimet en sus vitrinas. Pero un equipo que en los últimos tres mundiales ha decepcionado, al caer en la fase de grupos en 2010 y 2014 y no clasificándose en 2018. Por la Squadra Azzurra, como se la conoce, han desfilado grandes jugadores, como Dino Zoff, Paolo Rossi, Roberto Baggio, Franco Baresi, Paolo Maldini o Gianluigi Buffon. Mañana es el turno de la selección de Alemania.

Las altas temperaturas que se han registrado en los últimos días invitan a salir a la calle. Desde el balcón puedo observar cómo decenas de niños y adultos mayores disfrutan de los potentes rayos del sol que caen sobre Pamplona. Por ahora no me queda más que disfrutar del buen tiempo en el balcón, acompañado de un buen libro.

Oihane Irazu:

Hoy ha sido un día intensito. A la mañana he vuelto a la tienda de reparaciones para lo del iPhone, y he visto que al lado había un bar ABIERTO. Como no tenía dinero en efectivo, he ido al cajero que estaba a 50 m. Pero como hace dos meses que no saco dinero (el BBVA debe estar preocupado), pues no me acordaba del PIN, y me ha retenido la tarjeta en el cajero. Después de media hora de cola he podido entrar a la oficina y explicarles mi caso. La chica, muy maja, me ha dicho que esto está empezando a pasar, que hay gente que ya se le ha olvidado hasta el PIN de su tarjeta (me consuela no ser la única).

Y después de esto, he ido al bar a por un café. Le digo: «Un café con leche para llevar, por favor». El camarero me ha mirado raro y me dice: «Hombre, para tomar aquí lo dudo». Bueno, pues mi primer ridículo del dia ya estaba hecho. El segundo ha sido cuando mi ansia por bebérmelo me ha producido una quemadura en la lengua que me hace recordar que por fin después de casi dos meses me he vuelto a tomar un café de bar. También he comprado en la farmacia que estaba entre el bar y el cajero un minigel de manos desinfectante para llevar en el bolso (soy de las antiguantes, pienso que mejor lavarse las manos constantemente que llevar guantes).

Y a la tarde un paseo con Javi en el que hemos acabado reflexionando por qué los planetas y la Luna no tienen montes. Por qué en las fotografías de la NASA se ve cómo al pisar el planeta o satélite se ve el final del mismo.

Y de repente eran las 22:30. Ojalá se me pasen así de rápido todos los días que quedan hasta el lunes.

Alba Rodríguez:

Deusto. Hoy me han dedicado una canción en la radio. Me he sentido como en una película romántica de Hollywood en la que un protagonista está enfadado con el otro (siempre por motivos estúpidos y falta de comunicación) y este le pide perdón poniendo su canción en la radio. En mi caso no ha sido algo tan dramático. Ha sido mi amiga Ane, que trabaja en ‘Graffiti’, un programa que se emite en Radio Euskadi. Me ha preguntado que si quería que pusiera algún tema en específico y le he pedido ‘Level of concern’, la última canción de mi grupo favorito Twenty One Pilots (si no habéis escuchado su música os recomiendo hacerlo, a mis compañeros del Máster les he dado mucho ya la brasa con ellos). Cuando he puesto la radio y la voz de mi querido Tyler Joseph ha empezado a sonar he gritado bastante, pero más aún cuando, al acabar el tema, Ane ha salido en antena diciendo que le hacía especial ilusión ponerla. Sabía que se refería a mí y me ha gustado aún más su gesto. Creo que le voy a pedir canciones todos los días, a ver cuánto tarda en pasar de mí.

Paula Soroeta:

De nuevo he salido a andar. Me he encontrado con dos amigas y hemos dado un largo paseo juntas, manteniendo las distancias, por supuesto. La verdad es que ha sido bastante raro no darles un abrazo cuando las he visto. Qué bien me ha venido ver dos caras distintas a las que llevo viendo desde hace dos meses. Un poco de aire fresco nunca viene mal.

En este diario me gustaría recomendarles la película ‘La noche en la que mi madre mató a mi padre’, una comedia española en la que las risas y el entretenimiento están asegurados. Muy recomendable.

Javier Cuesta:

El fin de semana habrá tormenta, o por lo menos así lo augura mi aplicación del móvil. Después solo vienen días cargados de fuertes lluvias y una notable bajada de temperaturas. Podría ser una broma, pero no, es real, el día que, en principio, se levantan las restricciones más duras lloverá. Esto podría parecer algo normal en Bilbao, pero si tenemos en cuenta el increíble tiempo que ha hecho durante el confinamiento, esto es mala suerte de manual. Me contento con los ratos que paso con Oihane en el parque; damos una vuelta, hablamos, nos reímos y como nuevos a casa. Faltan algún par de detalles, pero es como si hubiéramos vuelto a la normalidad, aunque todavía sigo adaptándome a ella.

Pedro Ontoso:

Hoy hemos vuelto a cambiar el itinerario. Pasadas las ocho de la tarde, hemos enfilado hacia Algorta y hemos bajado hasta el Puerto Viejo. Había un atardecer de película, así es que hemos disfrutado sin prisa de las vistas sobre el mar, que hoy estaba como un plato, a diferencia de ayer por la galerna. Por cierto, nos hemos encontrado con unos amigos que nos han contado que a su hijo le pilló el vendaval cuando hacía paddle surf en la playa de Arrigunaga. No podía salir y tuvo que escapar hacia el Puerto Viejo, al abrigo de la costa. Un buen susto. Hemos regresado a casa por toda la línea de los acantilados, sorteando algunas fiestas de botellón y degustando, sin querer, la rueda de porros. Si en estado de alarma hay gente que se pasa las normas por el forro de los…, no quiero ni pensar qué puede pasar cuando se levante. Nunca he sido partidario de las libertades vigiladas, pero al día de hoy estoy a favor de que se mantenga el confinamiento mientras avanza la ‘desescalada’. Lo que me saca de quicio es el mercadeo entre partidos para sacar réditos políticos y económicos de la pandemia. Si me das lo que pido, apoyo la prórroga, de lo contrario, dejo que te hundas. El estado de alarma sirve o no sirve, al margen de las ideologías. Los políticos, como los lemures, caminan hacia su propio precipicio. Una pena.

César Coca:

Esto del teletrabajo va a terminar con nosotros. No solo es que la frontera entre el tiempo de trabajo y el de descanso haya quedado totalmente diluida. Eso, en el fondo, me preocupa menos. Lo que peor llevo es que me paso el día colgado del teléfono y atendiendo el correo. Una cifra. Hoy he gastado dos baterías del móvil a lo largo de la jornada y han entrado en mis distintas cuentas de correo por encima de 500 mensajes. A veces me llama alguien para decirme que me ha enviado un correo hace cuatro horas y no le he contestado. Suelo morderme los labios para reprimir la risa.

Artículo del Diario de cuarentena publicado por los alumnos del Máster de Periodismo 2019-2020 y sus profesores de Producción Informativa.

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