Pablo Ariza:
El estado de ánimo de mi barrio aquí en Bilbao no estaba muy allá. Me ha sorprendido que no saliera a aplaudir la mujer mayor del cuarto, vive en uno de los edificios de enfrente. Suele estar asomada a partir de menos cinco. A veces, la veo desde el jardín y me mira, nunca hemos llegado a entablar ninguna conversación. Pienso que la podría asustar si grito. Hoy me dejó preocupado. Sus plantas seguían ahí, pero la ventana no se abrió a la hora fijada. Ni siquiera hay luz en su ventana ahora que ya es de noche. Será una simple casualidad. Eso espero, aunque mañana quiero verla. Es de las pocas vecinas en las que me fijo cuando salgo al balcón. Mientras escuchaba un podcast paseando entre el jardín y mi casa, no paraba de mirar hacia su ventana. Sin tener que hilar, porque no lo veo necesario, recomiendo el documental de Manuel Alcántara. A mí siempre me habló de él mi amigo Pedrosa. Pocos saben que mi abuelo Miguel me fue guardando todas las columnas del maestro en el diario ‘Sur’ durante sus últimos años de vida. Cientos. Recuerdos que permanecen, qué lucidez la suya al hablar. Cuánto se extraña su manera de desgranar el mundo. Qué bien vendrían sus columnas en tiempos de cuarentena.
Karen Pinto:
Patarroyo es el apellido que llamó mi atención del diario de Cirilo de hace dos días, así que le escribí, como suelo hacerlo con los demás cuando me gusta o me da curiosidad algo de lo que comparten. Le dije que el hijo de Patarroyo es el decano de la Facultad donde trabajé hasta hace unos meses, y quería que me cuente la historia a la que se refirió sin dar detalles, pero me dijo que lo hará, cuando nos veamos. Y, así, esa conversación se suma a la larga lista de espera, de abrazos, de risas, de viajes y de reuniones pendientes. Algo que también me apena de esta cuarentena es, precisamente, no poder disfrutar mi estancia del Máster con vosotros. Es una pena no poder veros, aunque ya os lo he dicho por videollamadas.
Pronto nos veremos en persona, ojalá.
Cirilo Dávila:
El cacareo de las gallinas del vecino ha resultado un agradable despertar. Cuando las adoptó, temí que entrásemos en conflicto. Temor infundado. Se dejan notar, sin molestar. No veáis un punto de interés en todo ello si os digo que también nos han regalado media docena de huevos. Se han hecho al entorno y con regularidad atienden la puesta.
Un ‘pero’. Niko, nuestro yorkshire, no tiene registradas a estas gallinas en su radar. Así que no sabe muy bien si ladrarlas o dejarlas pasar. De momento, ha optado por lo primero, con la consiguiente regañina. No vaya a ser que se interrumpa la producción y salgamos todos perdiendo.
Los otros huéspedes de este minifundio son los conejos. No tengo claro su cometido, aunque doy fe de que son de sangre caliente. Hoy se han buscado, zurrado, cortejado y, finalmente, copulado. Además, en horario prime time. Ese cacareo y la fragancia a jazmín dan las horas cada mañana. Estos días aprovecho el buen tiempo para salir a la terraza, volver sobre lecturas pasadas y reencontrarme con viejos conocidos. Afición que alterno con la música. Esta mañana ha tocado Génesis, con Peter Gabriel. Cualquier día desempolvo mi guitarra eléctrica y me vengo arriba.
En casa, el uso del ordenador principal va por turnos. Así que cuando el cuadrante marca la hora, pliego velas en la terraza para atender el Máster. El primer borrador del TFM ya está listo. Hago un alto en el teclado para ver el parte diario de incidencias sanitarias. Alguien dijo que lo peor de esta crisis está superado, pero las campanas aún doblan por los muertos.
Una sesión de spinning ayuda a relativizarlo. El deporte tiene un efecto balsámico que amortigua preocupaciones. Y así, con un día más o un día menos, según el ánimo desde el que se mire, añado otra muesca a este diario.
Berta Pontes:
Valladolid. El día ha comenzado con mi ánimo por los suelos. Me he propuesto hacer algo y no he sido capaz en toda la mañana. Tampoco me he culpado por ello. La comida, junto con la siesta que la ha acompañado, me ha hecho coger fuerzas y me he animado a hacer deporte un día más. He cogido una a rutina que me gusta bastante, a ver si consigo mantenerla.
La instalación de un juego en mi pc que me encantaba de pequeña ha desbloqueado un recuerdo increíble. Animo a la gente a revivir cosas del pasado para hacer los días más amenos. Funciona.
Gorka Seco:
Parece que a veces se me olvida que estamos de cuarentena. Que no se puede salir. De hecho, ya he perdido la cuenta de cuántos días seguidos llevaba en casa. Digo ‘llevaba’ porque hoy sí he tenido que salir, por causas justificadas. Que conste en acta, nunca mejor dicho.
Estoy orgulloso de la seriedad que están demostrando muchos jóvenes de mi entorno. He escuchado comentarios criticando que no somos solidarios. Pero, sinceramente, en el dominio que yo me manejo la gran mayoría están siguiendo las normas de confinamiento tal y como las dictan los profesionales en la materia.
Ana Gil:
El día ha empezado con un mensaje que me ha alegrado la mañana. Hace unas semanas contacté con un psicólogo de Bilbao para hablar sobre los efectos del confinamiento. Me pidió el artículo y resulta que le gustó. Hoy me avisaba de que ya está disponible en el blog del gabinete de psicología al que pertenece. Me ha hecho mucha ilusión. También he recordado la conversación. Me contaba cómo la incertidumbre y el miedo de la situación es mayor porque nosotros somos el peligro. El ser humano es quien contagia y eso asusta. Me explicaba cómo el hecho de comprar papel higiénico masivamente era un mecanismo de acopio natural. Creemos que lo vamos a necesitar a largo plazo y en cuanto vemos que alguien lo compra copiamos su comportamiento. «A ver si me voy a quedar yo sin papel», pensamos. Por cierto, ¿alguien sabe cómo está el tema ahora? Me quedan dos rollos. Parece que en mi caso, la histeria por el bien más preciado en las primeras semanas de confinamiento ha terminado. Espero que para los demás también.
Pablo Sáenz:
Historia de un día que no llegó (parte 1/3).
Día 1: la previa.
Son las 23.55 horas. Ainara y yo estamos sentados en el autobús esperando a que den las doce para ponernos en marcha. El día ha sido largo, una previa que se ha hecho de rogar. La jornada ha comenzado con el primer destino: Soraluze, el pueblo del que tanto presume mi compañera de piso. La mañana ha bastado para recorrer sus calles y cruzar sus puentes bajo los que fluye el río Deba. Después de comer hemos puesto rumbo al segundo destino del día: San Sebastián. La ciudad, al igual que nosotros y toda la afición realzale, viste sus mejores galas txuri-urdin. A medida que han ido pasando las horas en la capital guipuzcoana, los nervios iban brotando a flor de piel. De bar en bar, la cerveza y algún que otro kalimotxo nos han hecho soñar con lo que puede venir: la Copa.
Acaban de dar las doce de la noche, el autobús está arrancando. Próximo destino: Sevilla. Mañana puede ser un gran día.
Franklyn Amaya:
Parece que alguien ya se encargó de avisarle a los demás árboles de mi cuadra de que la primavera ha llegado, pues apenas a inicios de esta semana comenzaron a nacer las hojas entre sus ramas. Cosa que solo había pasado con el árbol que está justo enfrente de mi piso. Lo positivo de esto es que la cuadra se pintará toda de verde y, le brindará un mejor aspecto al lugar; lo malo es que todos los vecinos que vivimos en el primer piso de Lauaxeta Plaza perderemos la linda vista que teníamos hacia el Parque Europa.
Laura Tambo:
Hace apenas unos meses viajaba por primera vez a Ámsterdam. Un lugar al que un día volveré, sin ninguna duda. Aunque espero que sin los contratiempos de esta marcha. En el centro de la ciudad se encuentra el museo ‘Body Worlds’. Nunca había oído hablar de él, pero el recepcionista del hotel donde nos alejábamos nos lo recomendó, entre otros lugares de interés, y decidimos comprar la entrada. Es una exhibición de cinco plantas en el que recorres todos los mecanismos del cuerpo humano que proporcionan la felicidad. A la entrada había un panel en que decía que el ser humano siempre necesita más para ser feliz. Más dinero, más éxito, más amigos, etc, pero nunca es suficiente. Nunca estamos satisfechos. Sin embargo, ahora, en pleno confinamiento, la gran mayoría se conformaría con un café en una terraza, con el abrazo de un amigo o con un paseo de apenas media hora. Y estoy segura de que esta vez sí sería suficiente.
Luis Ramírez:
La mosca volvió a entrar a mi cuarto. Llevo dos noches durmiendo con la ventana semiabierta debido al calor que siento. A lo mejor así se siente la primavera, no lo sé, aún mis ojos no la han visto. El insecto tornasol ingresa por error a esta habitación durante su exploración a tres pisos de altura, pero inmediatamente se arrepiente de su ruta. Quiere salir y, en su desesperación, golpea su cuerpo contra el vidrio transparente, que para el bicho no es más que una barrera invisible que le impide seguir su curso. Yo le ayudo abriendo más la ventana hasta que logre volar lejos de mi encierro. Dichosa. Parece ser que ahora en mi rutina de cuarentena debo añadir la atención de moscas. A lo mejor mañana me vuelve a visitar.
Iván Benito:
Todo el día escuchando canciones de la Maravillosa Orquesta del Alcohol (M.O.D.A.). Quizás con las siglas hubiera valido, pero me cuesta asumir el reconocimiento que tiene este grupo al que, hace no mucho tiempo, veía tocar delante de menos de 100 personas.
Esto viene a que el móvil me ha recordado el primer aniversario del concierto de esta banda en Hontoria del Pinar, en mi querida comarca de Pinares. De forma altruista, acercando su música a los lugares más recónditos, se recorrieron la provincia de Burgos realizando los recitales con más encanto que jamás, repito, jamás podré olvidar. Meses más tarde, 15.000 personas abarrotamos el WiZink Center de Madrid, pero aquello ya no fue lo mismo. Como predica la M.O.D.A., no te olvides de dónde vienes.
Irene Echazarreta:
Logroño. Estoy feliz por una tontada. Mi madre y yo hemos descubierto en la hora de la comida que por fin está disponible la panificadora que tanto tiempo llevábamos queriendo comprar. Resulta que la ofrecían con descuento en la web, pero siempre que íbamos a añadirla al carrito nos aparecía agotada. Hasta hoy. La hemos encontrado disponible y, evidentemente, no hemos podido evitar comprarla. Qué bien. En cuanto llegue a casa me tocará estrenarla y empezaré a elaborar pan, tanto de maíz como de centeno, que son mi perdición. Además, podré hacer mermeladas, yogures, bizcochos o pasta, entre otras cosas. Por lo menos ya controlo hacer la masa de pizza de manera manual, así que ya os contaré qué tal sale con la panificadora. Qué ganas.
Mikel Huerta:
Santurtzi. Días de esos de ánimo bajo. El pesimismo ha sido la nota predominante del día. En condiciones normales hoy ya estaría en Sevilla. Disfrutando de la noche sevillana 24 horas antes de que el Athletic ganase la Copa del Rey. Y mira como estamos ahora, que no nos vamos a poder abrazar para celebrar un gol hasta dentro de mucho tiempo. Y bueno, a ver cómo celebramos el título de Copa cuando se pueda volver a jugar. Que por si no queríamos aglomeraciones, esa sería histórica. Me imagino a Paula ahora haciendo ruidos de vómitos y a Oihane diciendo: «No hay duda de que vamos a ganar». Se echa de menos la que ya es ex-rutina. Esperemos que pronto se pueda volver a recuperar. O tarde, quien sabe. Yo soy de los que piensan que la salud siempre es lo primero.
Fernando González:
Como contaba ayer, en las ruedas de prensa del Presidente, denominada popularmente como las mañaneras, se puede ver un nivel de periodismo realmente bajo, triste y denigrante para la profesión. Pues en la de hoy no ha sido la excepción. Se han atrevido a cuestionarle si en ocasiones jugaba a ser Dios. Sí, así está el periodismo en México.
Pero no quiero aburrir con eso. En días pasados conté que iba a cocinar comida mexicana. Pues tuve que romperme la cabeza un poco para encontrar algunos ingredientes, pero ya los he conseguido. Hoy es el gran día, ya les contaré cómo salió toda la comida.
Oihane Irazu:
Hoy ha un día triste. Pensando desde la mañana que si no hubiera sido por esta situación estaríamos yendo a Sevilla, con nuestras camisetas y ganas a vivir una final vasca y vaciar todos los bares andaluces. Un día horroroso, todavía no sabemos si se disputará la final. He estado hablando con mi tío sobre nuestra trayectoria en las finales. Y me ha dicho: «Oihane, tú tienes la suerte que no muchos tienen de haber visto con 19 años ganar un título en el Camp Nou, y eso muchos no pueden decirlo», y qué verdad. Aquel 18 de agosto de 2015 nos fuimos en coche a Barcelona con la entrada en la mano a vivir lo que era ganar un título. Una sensación inexplicable que pocos pueden entender. Tres meses antes, en Barcelona, también salí del Camp Nou con una llorera importante al perder la final de Copa, y un señor mayor se me acercó y me dijo: «Txiki, ya verás que pronto ganamos un título», y qué razon. Cómo me acordé de ese señor que lo único que intentó fue consolarme.
Al igual que a muchos les emociona la cultura, el arte… a mí me emociona ver a mi equipo levantar una copa en un campo lleno de chinos. Once aldeanos dejando en ridículo al superbarça. Grabado en la memoria para siempre.
Pero bueno, espero vivir la final vasca, y volver a levantar un título. No lo dudo que así será. Once vascos pueden con todo. Y quiero hacer un llamamiento a todos aquellos que se creen más inteligentes o seres superiores por no gustarle el fútbol. Que hay mucho por las redes sociales. Fardando de no gustarle aquello para ‘bobos’. Y son simplemente ridículos. No tengo pruebas pero tampoco dudas.
Por otra parte, estoy trabajando en una iniciativa muy interesante sobre el coronavirus para el reportaje del Máster, una iniciativa que saldrá a la luz públicamente en los próximos días de una peña del Athletic que creará mascarillas reutilizables con el escudo. Una iniciativa muy bonita que creo que gustará. Y mucho.
Alba Rodríguez:
Deusto. Como ya he dicho en alguna entrada de este diario, me apasiona la música. A todo el mundo le gusta, creo que está en la condición humana disfrutar de ella, pero eso no quita que a mí me encante. Estoy mejorando mucho con el ukelele. Sé que es un instrumento fácil de aprender, pero para alguien que a sus 24 años jamás se había puesto a tocar nada, excepto la flauta infernal que nos obligaban a babear en el colegio, es un logro personal. Además estoy empezando a cantar más (aunque no tenga una gran voz yo lo intento). Incluso estoy componiendo alguna cosa, aunque sin mucho éxito aún. Hoy le he enseñado a Elena las letras que he escrito durante el confinamiento y me ha dicho que le han gustado, aunque es mi amiga y tenemos aún mucho encierro juntas, así que no sé si lo ha dicho porque le gustan de verdad o por obligación. Espero que por la primera. De momento seguiré cantando canciones de otros, que esas estoy segura de que suenan bien.
Paula Soroeta:
Escribo estas líneas entrada la madrugada mientras veo ‘Presunto culpable’ con mis aitas en el salón. Los días ya empiezan a pesar, recuerdo que cuando comenzó la cuarentena Fernando Simón dijo que lo más difícil no iba a ser el principio, sino el momento en el que se acercaran las últimas semanas. Estos días me acuerdo de esas palabras y les doy la razón.
Ayer mi familia y yo habríamos viajado a Salamanca para poner rumbo a Sevilla y hoy estaríamos ya allí para ver mañana a nuestra querida Real disputar la final de la Copa contra nuestro eterno rival. Pensar que ahora mismo estaría cantando canciones de la Real… Echo tanto de menos ver jugar a mi equipo. Me tranquiliza saber que todavía hay tiempo para jugar esa final, para jugarla y ganarla por supuesto. Porque vamos a ganarla. Goazen erreala beti!
Javier Cuesta:
Que rápido pasa el tiempo. Un mes y pico ya desde comenzó. Si me lo llegas a decir antes me hubiera reído no, lo siguiente. Y aquí estamos, y aquí seguiremos. Yo llevo puesto el piloto automático desde hace un tiempo, mi cuerpo va solo pero mi mente está estancada, hibernando hasta que pueda volver a respirar aire fresco. Pero, en definitiva, estoy bien, mi familia está bien y mis amigos también, así que tampoco hay tanto de lo que quejarse.
Pedro Ontoso:
Leo en EL CORREO un artículo de mi amigo Rafael Aguirre, teólogo y biblista, que esta crisis sanitaria tendrá repercusiones morales y culturales de hondo calado. Es un sabio que siempre acierta en sus observaciones de prospectiva, con las luces largas. Lo mismo que mi compañero y amigo Manu Álvarez en sus análisis económicos. De momento, el último barómetro del CIS ya nos anuncia que en España ha bajado la fe en estos tiempos de coronavirus. Ha registrado la cifra más baja de católicos de la historia: ahora un 61,2% se define como católico, frente a un 31,1% que lo hace como no creyente o agnóstico. Choca el dato cuando en momentos de turbulencia social, los ciudadanos tienden a refugiarse en la espiritualidad.
Lo cierto es que hay mucha gente de Iglesia jugándose estos días el tipo en residencias y hospitales. Por ejemplo, Iñaki Mardones, con el que he hablado estos días. Fue el voluntario de Cáritas que ‘fichó’ a Iñaki Williams cuando sus padres llegaron a Bilbao en 1994 tras un periplo infernal sorteando naufragios y vallas con concertinas. La madre del gran delantero del Athletic estaba embarazada de ocho meses y dio a luz a un chaval precioso gracias a la ayuda de la Iglesia. Cuando le bautizaron le pusieron el nombre de Iñaki en gratitud a aquel cura, hoy secularizado. Luego les buscó un trabajo en una granja de Sesma, en la Merindad de Estella, localidad navarra de la que regresaron a Bizkaia. Ahora es el ‘pichichi’ de Cáritas. El otro Iñaki, Mardones, lleva la pastoral de la salud en Cantabria y estos días se la juega en el hospital de Valdecilla atendiendo a los contagiados. A Williams le marcó aquella experiencia y hoy es un jugador muy solidario. Mi amigo Rafa asegura que el reto es salir de esta crisis más humanos y más solidarios.
César Coca:
A punto de entrar en el sexto fin de semana de confinamiento, aunque el primero fue a medias porque el sábado aún se pudo salir a la calle. Han sido días iguales a sí mismos, en los que una cierta disciplina horaria y de tareas consigue el efecto de que no nos dejemos ir, que es lo peor que puede suceder. Pero se nota el paso de las semanas. En el espíritu y en que se empiezan a ver cosas extrañas y comportamientos por lo menos discutibles. La manipulación que se está haciendo de esos niños que salen en vídeos diciendo que quieren salir me parece intolerable. Y no me vale que digan –que les induzcan a decir– que por qué pueden salir los adultos que van a trabajar o a hacer la compra y ellos no. Educar es, entre otras cosas, enseñar que hay cosas que se pueden hacer y otras que no. Me temo que hay quienes están manipulando a los niños para forzar a las autoridades a que permitan su salida, no por los niños, sino por ellos. Quienes quieren salir son sobre todo esos adultos. También yo, y me aguanto.