Gerardo, artista callejero, presume con orgullo de su trabajo como malabarista y criticó las condiciones de trabajo en España, que a su juicio, son precarias y tercermundistas.

Nació en Burdeos, y desde su niñez estuvo relacionado con los juegos malabares y las actuaciones humorísticas. A sus 29 años, Gerardo reside en Torrevieja, Alicante,  donde vive con su mujer y sus dos hijos. En la ciudad de la costa levantina se dedica hacer malabares con maza en los pasos de peatones y diversos números por la calle.  Aunque admite que en Francia tenía mayores donaciones, los ingresos de este polifacético actor oscilan entre los 20-30 euros diarios entre semana y los fines de semana se incrementa hasta los 30-50 diarios.

Está orgulloso de ser autónomo callejero y de su trabajo. Él  es su propio jefe, los horarios se los impone al igual que sus entrenamientos, los cuales aprovecha para disfrutar más tiempo con sus hijos. Una de las principales ventajas de su trabajo es que él no tiene que responder ante nadie, a diferencia de su mujer que trabaja como asalariada en un invernadero, donde la gran cantidad de horas que trabaja son remuneradas por el mínimo legal. Por ello, critica  la situación laboral de España, refiriéndose a las condiciones laborales y los salarios, tildándolos de «precarios y tercermundistas».

Ante esta situación, el malabarista francés menciona el término «Contrato lenteja»,con su posterior significado: «si no te gusta, pues lo dejas». Cita con la que arremete y condena el abuso de poder que ejercen las empresas en los países donde el paro es alto y la población necesita cualquier trabajo para subsistir. « Yo no voy a ser esclavo de ese tipo de empresarios. Yo soy feliz haciendo lo que hago y sé que gusto a la gente. Después de tantos años, la gente me conoce y les resulto familiar.»

Gerardo nació en una familia humilde. Su padre era peón de obra y su madre trabajaba en las labores del hogar. Desde pequeño se le daba bien los juegos malabares, trucos de magia, equilibrismos y sobre todo hacer reír a la gente. A pesar, de que su familia le obligaba a estudiar para labrarse un buen futuro, él nunca dio de lado lo que realmente le gustaba, hasta que decidió vivir de ello y demostrar que es un trabajo como otro. A día de hoy, multitud de fundaciones, eventos sociales y demás trabajos de entretenimiento y humorísticos demandan su trabajo por la familiaridad que transmite y la cercanía con la que actúa.

Trabajar en la calle también tiene sus inconvenientes. Gerardo ha sufrido multitud de vejaciones hacia su familia y su persona solo por haber decidido vivir de lo que le gusta y no ser «esclavo del sistema» apunta. Cierto es que por un lado vive de las donaciones voluntarias de su público, pero también ha trabajado para diversas entidades de carácter social con su correspondiente remuneración: «Yo trato de hacer pasar un rato ameno, que la gente disfrute de un espectáculo de manera espontánea. Yo no exijo donaciones, jamás entenderé a la gente que me insulta o me trata como alguien inferior solo por el estilo de vida que he decidido llevar», concluye.

Gerardo es un artista callejero, te lo puedes encontrar en el Paseo marítimo o en la plaza del pueblo, en la Estación de autobuses o en el Hospital tratando de sacar una sonrisa a los niños que más lo necesitan. Él mismo decidió que su carrera tendría la finalidad de entretener, asombrar y conseguir que su público disfrute de un rato divertido y diferente. Un artista que solo buscaba hacer lo que más le gustaba, donde su mayor ingreso, eran las sonrisas.

Artículo publicado en la sección «Vivir en la calle» por el alumno Endika Parte Albizua , durante el Máster de periodismo 2017-2018.

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