Cándido es el patriarca de una familia que vive de vender globos, «aunque la calle es muy dura»

Esta Navidad los globos han invadido Gijón como nunca se había visto. Globos transparentes con luces de colores parpadeantes, en manos de pequeños y no tan pequeños, se convirtieron en un adorno más de estas fiestas. ¿Pero, de donde salen estos globos y quién se encarga de venderlos? La plaza del Parchís, Begoña o la Calle Corrida son las ‘tiendas’ de Cándido. Cada mañana y cada tarde este ‘globero’ español de 54 años, espera pacientemente, con su mercancía a cuestas,  para vender alguno de estos ‘muñequitos’ flotantes. Lleva toda la vida dedicándose a esto, es su oficio, y aunque, «a veces es duro» no se imagina haciendo ninguna otra cosa. «Quizá para muchos vender globos ni siquiera sea un trabajo, pero a mí me gusta lo que hago, puede que porque siempre he hecho lo mismo, y toda mi familia se dedica también a esto», explica.

Cándido vive con su hijo pequeño, que también vende globos, en el municipio de Soto de la Ribera, cerca de Oviedo. Su otro hijo, el mayor, desempeña el mismo oficio, pero en el País Vasco. Todos están acostumbrados a desplazarse. Saber dónde tienen más posibilidades de ventas en una parte más de su trabajo. «Aunque vivo en Soto me muevo por toda Asturias, e incluso a veces voy a León, Cantabria o Galicia. Nos desplazamos siempre a los pueblos y ciudades que están celebrando sus fiestas, o a las ferias. En fechas especiales, como Carnaval o Navidad, nos repartimos por las grandes ciudades».

Una furgoneta blanca es su ‘amiga inseparable’ y su principal instrumento de trabajo. Con ella acude a Madrid a comprar el material que necesita, como los nuevos globos con luces que han revolucionado el mercado y que se pueden ver por todo el norte de España —gracias a esta moda han surgido mucho más vendedores que de costumbre—. Es también en esta furgoneta donde Cándido guarda su material cuando se traslada diariamente de un lugar a otro, «trato de no hinchar muchos más globos de los que vaya a vender, aunque es verdad que este año me ha costado calcular porque he vendido mucho más de lo que esperaba».

Vender globos no parece un mal negocio, y sobre todo en estos días. Cada globo con luces cuesta 7€. «Puede parecer que consigo muchísimos beneficios, pero no son tantos. Estos globos además del helio, llevan luces, pilas, y en mi caso y para que a los niños les sea más fácil cogerlos, un mango donde insertar la cajita de las pilas, así que me salen mucho más caros que los otros», explica.

Un globo de este tipo se puede comprar a los vendedores en las plazas, pero a Cándido le ha salido competencia, porque  ya se pueden encontrar en alguna tienda de chinos, cuyos avispados dueños han visto en esta moda un buen filón para recaudar dinero; y como no, en internet. En la página web Aliexpress están a la venta por e 85 céntimos la unidad, más un euro de gastos de envío, con la desventaja de que el globo llega sin hinchar, las luces sin montar y es el usuario quien tiene que encargarse de buscar la forma de llenarlo de helio. «No es que me vaya a hacer millonario, pero vender globos da para vivir. Eso sí, trabajar en la calle es duro», confiesa Cándido.

Vender en una vía pública sin permiso es ilegal, eso lo sabe bien este ‘globero’ que en toda su larga carrera profesional ha visto impotente, varias veces, como un policía le confiscaba su material. «Normalmente cuando vemos a la policía nos cambiamos de sitio. Cuando son ellos los que nos ven nos informar de que no tenemos permio y no podemos vender en ese lugar y nos piden que nos retiremos. Si nos marchamos ahí se acaba la cosa, pero sí el mismo policía te vuelve a ver vendiendo allí, una segunda vez, puede llegar a retírate la mercancía. Es bastante desagradable, pero por suerte a los vendedores de globos no nos pasa demasiado a menudo». A pesar de todo esto, y aunque de manera discreta, Cándido se muestra orgulloso de su profesión, «puede sonar raro, pero me gusta vender globos y también que mis hijos se dediquen a esto. Es lo que aprendieron durante toda su vida, pero al final los dos continuaron en el ‘negocio’ por voluntad propia».

Artículo publicado en la sección «Vivir en la calle» por la alumna Covadonga Rodrigeuez Juan, durante el Máster de periodismo 2017-2018.

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