La pandemia obligó a decretar el primer Estado de Alarma general de la historia reciente de España y lo cambió todo en nuestras vidas

 

El Covid-19 ha causado la mayor crisis sanitaria, social y económica de la historia reciente. El primer caso español se confirmó el 31 de enero, en La Gomera (Islas Canarias). Lo que en un primer momento se vio como un caso aislado sin mayor importancia, pronto se convirtió en una pandemia que ha puesto al país y a todo el planeta patas arriba. Un virus que ha dejado, de momento, cerca de 72.000 fallecidos en España y 2,6 millones en el mundo y contra el que todavía se sigue luchando.

 

¿Cuál es el origen de toda esta crisis? En diciembre de 2019, las autoridades chinas avisaron de la aparición de una neumonía por motivos desconocidos, detectada en una treintena de pacientes, la mayor parte trabajadores del Mercado de Mariscos en la ciudad de Wuhan. En aquel momento pocos pensaban que se trataría de un virus que causaría una pandemia mundial y dejaría millones de fallecidos en el camino. El 12 de enero de 2020, China hizo pública la secuencia genética del patógeno causante de la Covid-19 y un día más tarde se confirmó oficialmente un caso en Tailandia, el primero registrado fuera del país.

 

En España, el Ministerio de Sanidad definió cuáles eran los criterios a seguir para que a un enfermo se le realizara la prueba del coronavirus: haber estado en Wuhan o en contacto con personas que ya hubieran dado positivo. El primer caso español se produjo en las Islas Canarias; los siguientes, en Valencia, tras el viaje de un grupo de aficionados a Italia por un partido de la Champions. A partir de ahí se extendió la preocupación en toda la población y, con el fin de tranquilizar a la ciudadanía, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, afirmó en rueda de prensa que con los datos disponibles la epidemia debería remitir pronto y España alcanzaría, como mucho, unos pocos casos. Fue un pronóstico erróneo y ya el 29 de febrero el número de afectados se elevaba a medio centenar. En el País Vasco se registraron sus primeros tres positivos.

 

En las siguientes semanas el número de casos comenzó a incrementarse y el 3 de marzo se confirmó la primera víctima mortal en Europa por la pandemia, según los datos disponibles en aquel momento.

 

 

Al día siguiente, falleció un anciano de 82 años con enfermedades crónicas y neumonía en Bizkaia, convirtiéndose en el segundo caso de muerte por coronavirus. Las personas mayores forman el colectivo más castigado por la pandemia y muchas residencias, durante meses, fueron devastadas por el virus.

 

El aumento de los positivos y las primeras muertes provocó una angustia todavía mayor entre la población y el 11 de marzo la OMS declaró la pandemia a nivel mundial.

Los países experimentaron una crisis económica y social sin precedentes, con una caída muy pronunciada del PIB, unas cifras de desempleo enormes y la sanidad internacional tuvo que hacer frente a una situación extremadamente preocupante, que amenazaba con el colapso.

 

En España, el Gobierno declaró el Estado de Alarma a partir de las 00:00 horas del 15 de marzo y anunció la imposición de una cuarentena nacional con el fin de combatir la enfermedad en el país. Toda la población se vio obligada a permanecer en sus residencias habituales, excepto para comprar comida, medicinas, ir a trabajar o atender urgencias. Además, todas las las tiendas y empresas no esenciales, incluyendo bares, cafeterías, cines o centros comerciales permanecieron cerrados. El primer Estado de Alarma decretado a nivel general desde la Transición permitió al Gobierno central y a los autonómicos disponer tanto de la sanidad pública como de la privada para adoptar unas medidas más estrictas con el fin de controlar mejor la enfermedad. Con esta situación se paralizó todo el país y por eso, el Gobierno decidió ofrecer ayudas económicas, laborales (ERTE) y tributarias (aplazamientos), para hacer frente a las consecuencias que deja la pandemia. España se encontraba en la primera ola del Covid-19.

 

Desde ese momento la población se fue movilizando. Un ejemplo es el aplauso de los ciudadanos  desde sus ventanas y balcones como muestra de apoyo a los profesionales de servicios básicos y especialmente al personal sanitario. Este movimiento se reprodujo a las ocho de la tarde durante semanas y se viralizó en las redes sociales con el hashtag #AplausosSanitarios.

 

A comienzos del mes de mayo y tras varios desencuentros con las autoridades autonómicas el Gobierno preparó la llamada “desescalada”. Se acercaban los meses de verano y el 21 de junio concluyó el último Estado de Alarma con lo que el país entró en la “nueva normalidad”. Los ciudadanos tenían la posibilidad de desplazarse a las segundas residencias pero cumpliendo con las medidas de seguridad, distancia social, mascarilla y lavado de manos constante. Esta nueva normalidad supuso un respiro para la población, después de un confinamiento tan duro.

La relajación en los meses de julio y agosto tuvo una consecuencia nefasta en los contagios y se produjo un aumento exponencial de los casos. Subieron los positivos, agravando la situación en los colegios, por la vuelta a las clases, y las residencias de mayores. Para combatir esta segunda ola, se endurecieron las medidas de cara a reducir los contagios ante las fiestas navideñas.

 

Los siguientes meses fueron agridulces. La población no experimentó la sensación de encierro como en el confinamiento domiciliario, pero el endurecimiento de las medidas, con una restricción de la movilidad, un toque de queda nocturno, un cierre intermitente de la hostelería y la limitación del número de agrupaciones con personas no convivientes, complicó el día a día de la ciudadanía, obligada a alterar su forma de vida.

 

La Navidad se celebró con incertidumbre y una cierta precaución, pero eso no evitó que se dispararan los contagios. Con todo, las llamadas y las videollamadas se convirtieron en el único medio para que una gran parte de la población se sintiese menos sola en esas fechas.

 

La llegada de las primeras vacunas a finales de diciembre despejó el túnel hacia un futuro sin un final establecido. Araceli, de 96 años, fue la primera mujer en España en recibir la vacuna y se ha convertido en la imagen de la esperanza para todas aquellas personas que ansían recibir la primera dosis. Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Sputnik o Janssen suponen un halo de luz en medio de la pesadilla.

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